José Pedroni – Semblanza de un poeta

La sencillez de la poesía convertida en estilo de José Pedróni

José Pedroni fue un poeta singular que, por la sencillez de estilo, resulta muy difícil de encasillar en las corrientes literarias de su época.

José Pedroni

En su autobiografía confiesa espontáneamente: “Mi padre, constructor de cuchara en mano, a quien yo servía como peoncito en mis horas libres, solía encontrarme detrás de un montón de ladrillos tocando la serenata de mi soledad en un violín de dos palitos secos…Otras veces su silbido me sorprendía escribiendo en la arena palabras inventadas, arte este de bajo precio al que finalmente me aficioné”. Estas vivencias que pintan la dura realidad en que transcurrió la infancia del poeta, constituyeron sin duda, la materia prima esencial que cimentaría su futura labor literaria.

En 1925, el nacimiento de su segundo hijo, José María, lo incentivó a publicar el libro Gracia Plena, conteniendo varios de sus poemas más hermosos y recordados. Esta edición tuvo amplia repercusión y aceptación popular.

Un emotivo fragmento de uno de sus poemas expresa:

Maternidad (Fragmento)

Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.

El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca, tu voz, con la vergüenza,
se romperá en tu boca lo mismo que una copa.

El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa, la sombra de un pájaro en el río.

“Mi poesía apunta al corazón del hombre –referenció también Pedroni en su autobiografía– puesto que aquel que escribe para todos no escribe para nadie, y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta. He publicado libros de versos donde el hombre, en quien creo y a quien amo, participa de mi emoción y domina sobre el paisaje. El recuerdo del hombre dirá cuál es el mejor de mis poemas. Pienso que ha de ser aquel donde mi semejante de hoy y de mañana se reconozca. La gloria no es más que un verso recordado».

Sobre la vida de José Pedroni

José Bartolomé Pedroni, nació en la ciudad de Gálvez, provincia de Santa Fe, el 21 de septiembre de 1899, pero residió la mayor parte de su vida en Esperanza (Santa Fe), lugar donde concibió la mayor parte de la obra lírica que le pertenece.

Era hijo de Gaspar Pedroni y de Felisa Fantino, ambos inmigrantes piamonteses que llegaron a la Argentina anhelando cumplir los sueños postergados en su tierra natal. En 1912, ya adolescente, José Pedroni se traslada con su familia a Rosario, una ciudad en aquellos días convulsionada por los movimientos obreros socialistas y anarquistas generadores de un ambiente de virulencia social, que incidió notablemente en su formación intelectual.

En 1916, obtiene el título de Bachiller y tiempo después, comienza a trabajar como tenedor de libros en la Casa de Ramos Generales de Alejo Chautemps. Allí conoce a la que sería su esposa: Elena Chautemps, con quien contrajo matrimonio en 1920.

Ese mismo año, luego de recibir la baja como conscripto militar, Pedroni se traslada a Esperanza, lugar donde se desempeñó como contador en una fábrica durante 35 años.
El 13 de junio de 1926, acontece un hecho que sería determinante para la trayectoria del poeta en el ámbito de las letras: en una nota aparecida en el diario La Nación (Buenos Aires), el eximio escritor argentino Leopoldo Lugones, exalta la obra del autor santafesino, mencionándolo como “el hermano luminoso”.

Después de un paréntesis de varios años, en 1956, publica el libro considerado por muchos como su obra cumbre: Monsieur Jaquín. Homenaje a los primeros inmigrantes que trabajaron la tierra, especialmente a los fundadores de la Primera Colonia Agrícola Organizada del país: Esperanza, su lugar en el mundo por adopción. Continuó escribiendo hasta sus últimos días.

José Pedroni fue reconocido como un poeta simple, que en lenguaje intemporal narraba las costumbres sencillas y nobleza de espíritu propias de la vida cotidiana rural de su tiempo. Quizás eso explique la vigencia de su obra.

De su legado poético se puede destacar: la publicación de los primeros poemas sueltos en 1920; La gota de agua (1923), Gracia Plena (1925), Poemas y palabras (1935), Diez Mujeres (1937), El pan nuestro (1941), Nueve cantos (1944), Monsieur Jaquín (1956), Cantos del hombre y Canto a Cuba (1960), La hoja voladora (1961) y El nivel y su lágrima (1963).

El 4 de febrero de 1968 falleció en la ciudad de Mar del Plata (provincia de Buenos Aires), como consecuencia de una descompensación cardíaca.

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Semblanza de Annie Ernaux

Vida y obra de Annie Ernaux, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2022

Annie Ernaux

“Un buen retrato es una biografía pintada”. Definición magistral de Anatole France en una de sus célebres citas literarias, que sirve para redactar la semblanza a través de una imagen, de la Catedrática y Profesora de Letras Modernas Annie Ernaux, galardonada por la Real Academia Sueca con el Premio Nobel de Literatura del año 2022.

Según sus propias palabras, Annie Ernaux, nacida en la ciudad francesa de Lillebonne (región de Normandía), el 1 de septiembre de 1940; nunca se reconoció a si misma involucrada en la clásica definición de autobiografía. Simplemente fue asimilando uno a uno los distintos matices de cada experiencia personal vivida, vista o sentida; les dio otra dimensión y ubicó esas historias personales cotidianas en un contexto colectivo. Lo que le pasaba a ella también le pasaba a muchas otras personas -en su mayoría mujeres- y en determinados contextos.

Sus trabajos escritos en prosa sencilla se caracterizan por la intransigencia y la identidad del lenguaje, utilizando las palabras necesarias y justas para romper las barreras de la imaginación.

Con ese estilo singular y sobrio fue desnudando sin pudor la condición femenina despojándola de los velos impuestos por antiguos prejuicios sociales, haciendo partícipe al lector de las intimidades de la vergüenza reflejada en cada párrafo de sus escritos.
En ocasión de recibir en 2019 el Premio Formentor de las Letras o Prix Formentor, el jurado que concedió tal galardón hizo constar en el acta respectiva que: ”Los libros de Annie Ernaux se sitúan en la encrucijada de la literatura, las ciencias sociales y la documentación fotográfica para desbrozar la naturaleza de un yo atravesado por la cotidianeidad y sometido a la inconsolable pesadumbre de vivir”. Agregando luego, que sus obras destacan como un “implacable ejercicio de veracidad que penetra los más íntimos recovecos de la conciencia y reflejan con un estilo despojado la desordenada fragmentación de la vivencia contemporánea”.

La edición sucesiva de sus diferentes libros, no respetando un orden cronológico, es prácticamente una biografía oficial de su vida.
En 1964, se sometió a un aborto clandestino que años más tarde relataría con crudeza en su libro El acontecimiento. “Cuando leo en una novela el relato de un aborto, me embarga una emoción sin imágenes ni pensamientos, como si las palabras me transformaran instantáneamente” recuerda.

Da a conocer la vida de su madre publicando Una mujer y luego el ascenso social de sus padres en La vergüenza.

A un amor no correspondido con el que pierde su virginidad, dedica Memoria de chica y la muerte de su padre le lleva a escribir El lugar; después de enfermar de Alzheimer su madre edita No he salido de mi noche, habiendo publicado antes los aconteceres de su matrimonio miserable en La mujer helada. En La otra hija, narra la historia de una hermana que murió antes de que ella naciera y en El uso de la foto, relata la dura experiencia que atravesó por su cáncer de mama.

Cuando le requirieron su opinión acerca del movimiento feminista, respondió: “Está por un lado el feminismo blanco, que reproduce las mismas desigualdades que quiere erradicar. Por ejemplo, quiere prohibir que las mujeres musulmanas usen el velo. En nombre de la sumisión religiosa, son mujeres prohibiendo cosas a otras mujeres. Muchas de las cuales están sometidas a otras formas de dominación como la raza, la clase, la nacionalidad. Por otro lado, está el feminismo interseccional, al que adhiero, que abarca todas esas particularidades”.

Annie Ernaux que escribe diarios íntimos desde que tenía 16 años, como una manera de tener la memoria justa y un disparador de escritura, abandonó tempranamente la ficción para convertirse en pionera de la escritura de autoficciones-ficciones inspiradas en vivencias personales que pueden contener elementos de historia o sociología- y que le permitieron a los 82 años, recibir la más preciada distinción a la que se puede acceder en el universo literario: El Premio Nobel, «por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas de la memoria personal».
Desde mediados de la década de 1970 Annie Ernaux reside en la nueva ciudad Cergy-Pontoise y explica sus razones para haber elegido ese lugar: «Sé que parece una contradicción, pero esta urbe sin pasado era el único lugar donde me sentía bien. Las ciudades históricas me recuerdan a una larga tradición de exclusión social. Aquí podía vivir sin sentirme sometida a ese determinismo».

Annie Ernaux fue relatando en sus obras, cuales fueron las primeras experiencias, los primeros contactos con el mundo y en que medida haber nacido en un hogar humilde de familia trabajadora influyó en su escritura. Y concluye manifestando: “Una vez que uno experimenta la vergüenza social, pasa a formar parte de la vida. Creo que esa vergüenza es finalmente un motor”.

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La Infancia – José Asunción Silva

Reseña literaria del poema La infancia, de José Asunción Silva, y breve semblanza a su nombre

La infancia - José Asunción Silva

Con tierna melancolía y palabras simples, el poeta colombiano José Asunción Silva describió en un bello poema llamado La infancia, la etapa más significativa y añorada de la vida.

«Esos recuerdos con olor de helecho son el idilio de la edad primera».

Esa niñez que, aún lejana en el tiempo, nunca abandona el último rincón del corazón que sirve de morada a los sueños. Esa niñez de los juegos inventados cada día, de las emociones desbordadas, del entusiasmo sin límites, de los descubrimientos y la aventura de conocer las primeras nuevas amistades, de escuchar fascinados los cuentos que narraban los abuelos. Esa niñez, cuando todavía era fácil convertirse en héroe de fantasía gracias a los personajes mágicos de tantos libros deslumbrantes y también vivir a pleno las navidades blancas y puras, a la espera del más bello juguete jamás imaginado.

La Infancia – josé Asunción Silva

Con el recuerdo vago de las cosas
que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas,
cual bandadas de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia.

¡Caperucita, Barba Azul, pequeños
liliputienses, Gulliver gigante
que flotáis en las brumas de los sueños,
aquí tended las alas,
que yo con alegría
llamaré para haceros compañía
al ratoncito Pérez y a Urdimalas!

¡Edad feliz! Seguir con vivos ojos
donde la idea brilla,
de la maestra la cansada mano,
sobre los grandes caracteres rojos
de la rota cartilla,
donde el esbozo de un bosquejo vago,
fruto de instantes de infantil despecho,
las separadas letras juntas puso
bajo la sombra de impasible techo.

En alas de la brisa
del luminoso Agosto, blanca, inquieta
a la región de las errantes nubes
hacer que se levante la cometa
en húmeda mañana;
con el vestido nuevo hecho jirones,
en las ramas gomosas del cerezo
el nido sorprender de copetones;
escuchar de la abuela
las sencillas historias peregrinas;
perseguir las errantes golondrinas,
abandonar la escuela
y organizar horrísona batalla
en donde hacen las piedras de metralla
y el ajado pañuelo de bandera;
componer el pesebre
de los silos del monte levantados;
tras el largo paseo bullicioso
traer la grama leve,
los corales, el musgo codiciado,
y en extraños paisajes peregrinos
y perspectivas nunca imaginadas,
hacer de áureas arenas los caminos
y del talco brillante las cascadas.

Los Reyes colocar en la colina
y colgada del techo
la estrella que sus pasos encamina,
y en el portal el Niño-Dios riente
sobre el mullido lecho
de musgo gris y verdecino helecho.

¡Alma blanca, mejillas sonrosadas,
cutis de níveo armiño,
cabellera de oro,
ojos vivos de plácidas miradas,
cuán bello hacéis al inocente niño!…

Infancia, valle ameno,
de calma y de frescura bendecida
donde es suave el rayo
del sol que abrasa el resto de la vida.
¡Cómo es de santa tu inocencia pura,
cómo tus breves dichas transitorias,
cómo es de dulce en horas de amargura
dirigir al pasado la mirada
y evocar tus memorias!

Nota: Breve referencia en el poema a la novela clásica Los viajes de Gulliver.

Ya hemos dedicado algunas palabras a la niñez en el blog, rememorando bellos poemas por ejemplo en el artículo Recuerdos de infancia, pero la forma de expresarse de este autor lo ha hecho merecedor de una mención particular debido a sus hermosas palabras. Para conocer más sobre el autor, y sobre su vida y obra los invito a continuar leyendo.

Breve Biografía de José Asunción Silva

En la vieja Bogotá de finales del siglo XIX, el 27 de noviembre de 1865 nacía el inspirado poeta colombiano José Asunción Silva, hijo del matrimonio formado por Ricardo Silva Frade y Vicenta Gómez Diago. Desde temprana edad mostró sensibilidad artística y aptitud para las letras, siendo en su adolescencia un asiduo asistente a las tertulias literarias que organizaba su padre. En su hermana Elvira encontró una gran amiga y confidente que siempre lo acompañó.

Silva cursó estudios en el Colegio de San José y en Liceo de la Infancia, pero en 1878 los abandonó obligado por la necesidad de ayudar en la administración del almacén familiar. Al mismo tiempo continuó escribiendo poesía.

En enero de 1895 el vapor Amerique en el que viajaba regresando desde Caracas (donde se desempeñaba como secretario de la legación colombiana) a Bogotá, naufraga en el mar Caribe y allí pierde gran parte de los manuscritos que eran el trabajo literario de toda su vida. Posteriormente, la  ruina económica del negocio de familia que era su sostén, lo llevó a la pobreza y afectó severamente su salud emocional.

En la mañana del 24 de mayo de 1896, José Asunción Silva fue encontrado muerto en la cama de su habitación; la noche anterior se había dado un tiro en el corazón con un revólver Smith & Wesson, tenía sólo 30 años. Un halo de misterio envolvió las razones y circunstancias del suicidio y se comentaba que el libro «El Triunfo de la muerte» de Gabriele D’Annunzio, fue encontrado en la cabecera de su lecho.

También cuenta la leyenda que antes de su muerte, pidió a su médico personal que le indicara la ubicación exacta de su corazón. El drama que lo llevó a la muerte, había sido anticipado en una de sus citas cuando expresó: «El problema de la muerte no tiene solución. Tampoco la tiene el problema de la vida».

Sus restos fueron sepultados en el Cementerio Central de Bogotá.

Para saber más

José Asunción Salustiano Facundo Silva Gómez, (nombre completo que consta en su biografía), fue uno de los conspicuos precursores del modernismo en la literatura latinoamericana, su labor aportó a la renovación del idioma castellano, con nuevas formas de lenguaje, expresión y contenido filosófico.

En 1875, a los 10 años, José Silva escribió ésta, su primera poesía:

Primera Comunión – José Asunción Silva

Todo en esos momentos respiraba
una pureza mística;
las luces matinales que alumbraban
la ignorada capilla,
los cantos religiosos que, pausados,
hasta el cielo subían
el aroma suave del incienso
al perderse en espiras
las voces interiores de otro mundo
sonoras y tranquilas,
los dulces niños colocados de rodillas
junto al altar.
y hasta los viejos santos en los lienzos
de oscura vaga tinta
bajo el polvo de siglos que los cubre
mudos sonreían.

Obras destacadas de José Asunción Silva

«El libro de versos», «De sobremesa» (novela), «Gotas amargas» (en ediciones póstumas), «Nocturno» fue su poema más famoso.

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Ian Fleming – James Bond, el Agente 007

Reseña literaria al respecto de Ian Fleming, el creador de James Bond Agente 007 (con licencia para matar)

Ian Fleming - James Bond

Ian Fleming fue el creador del mejor y más letal espía de todos los tiempos cuya identidad es inconfundible. Su nombre James Bond y ese prestigio está cimentado en los más de 50 millones de libros vendidos a nivel mundial, narrando sus heroicas y exóticas aventuras.

La pantalla grande acompañó esa vorágine comercial y cada título adaptado y convertido en celuloide, pasó a integrar en el historial de la historia cinematográfica moderna, el grupo de élite entre los filmes que más han perdurado en cartelera. El padre intelectual de este personaje tan especial, fue un autor dotado de singular talento para captar la atención de los lectores.

«El dolor del fracaso es mucho más intenso que el placer del éxito».

Ian Fleming fue un escritor y periodista inglés. Nació en Mayfair, Londres, el 28 de mayo de 1908. Hijo de Evelyn Rose y Valentine Fleming, un influyente miembro del Parlamento británico y poderoso terrateniente que, sólo ocho días antes de que su hijo cumpliera los 9 años, se convirtió en héroe al morir durante un bombardeo alemán en la Primera Guerra Mundial.

La privilegiada situación económica de su familia, le posibilitó recibir una educación acorde al nivel social, en su infancia, asistiendo según las costumbres de la época, a escuelas y colegios privados regidos por estrictas disciplinas y, ya adolescente, cursando en el exclusivo Eton College donde no destacó académicamente, pero si sobresalió en atletismo. No obstante, su licencioso modo de vida le generó problemas con algunas autoridades del internado, que le cuestionaban el trato que daba a las mujeres y reprobaban sus actitudes de desprecio racista y otros hábitos perniciosos e inaceptables.

Fue admitido en la Real Academia Militar de Sandhurst pero abandonó para inscribirse en las universidades de Munich y de Ginebra, procurando perfeccionar sus habilidades en lenguas modernas.

Fleming intentó más tarde incorporarse al Foreign Office, el rechazo de su solicitud lo obligó a aceptar un puesto de redactor en la agencia internacional de noticias Reuters, además, esporádicamente, ejercía como agente de la bolsa en Londres. En 1939, al estallar la Segunda Guerra Mundial, John Godrey, oficial de la Armada británica, lo reclutó para trabajar en el servicio secreto de inteligencia naval de la Royal Navy, como asistente personal del director del Almirantazgo.

En 1945, finalizado el conflicto bélico y tras su desvinculación de la Armada, regresó al periodismo colaborando con el grupo Kemsley. Su tarea de supervisar la red de corresponsales que la corporación tenía distribuidos por diferentes países, le permitía tomarse tres meses de vacaciones cada temporada invernal, tiempo que aprovechó para construirse una casa vacacional en Jamaica.

En el país caribeño, Ian Fleming empezó a desarrollar los primeros esbozos de su obra; tiempo atrás había comentado a algunos de sus amigos veteranos de guerra, su interés en escribir una novela acerca de un oficial del Servicio de Inteligencia convertido en espía y al que únicamente se le reconocería por su código secreto, 007.

Sus experiencias personales durante la contienda bélica, complementadas por argumentos ficticios entremezclados le brindarían gran parte del contexto y los detalles para las tramas; sus antecedentes en el periodismo le ayudarían a darle solidez al relato. En 1953 comenzó a dar forma al proyecto.

¿Cómo surge el nombre de James Bond?

Buscaba identificar a su personaje con un nombre de raíz anglosajona, lo más común y breve posible y que fuera poco romántico pero a la vez varonil. Fue descartando opciones hasta que conoció circunstancialmente a un ornitólogo estadounidense nacido en Filadelfia, que estudiaba la vida de las aves de Las Antillas y que se llamaba James Bond; un verdadero hallazgo porque ese nombre lo impactó; convencido, rebautizó con él a su protagonista, El mito nacía y con él una de las creaciones literarias más populares y rentables que haya sido escrita.

Tenía más de 40 años, cuando su primera novela Casino Royale se publicó a comienzos de la década de 1950. En una de sus páginas, un James Bond de sonrisa estereotipada a la manera de un rompe corazones de la época, pide «…un martini seco con vodka mediano, con una rodaja de cáscara de limón. Agitado y no revuelto». Este contexto, donde los límites entre realidad y fantasía se confunden y diluyen en una nebulosa, anticipaba el estilo que tendría el incipiente desafío literario.

Finalmente y como había imaginado Fleming, su espía era un agente secreto que se desenvolvía en el entorno perfecto siempre reconocible, que caracteriza la universo de los servicios de inteligencia. Un universo violento, desvergonzado, ambiguo entre la ensoñación romántica y la mentira; y en ese escenario el protagonista irreverente, duro, insolente, que después de cada nueva hazaña en la que conquistaba inexorablemente a la dama más bella y exuberante, conseguía huir en el automóvil más rápido, dejando tras de sí el arrobamiento de un par de jóvenes muy enamoradas.

Otra crítica a su concepción intelectual, es que no utilizaba en sus argumentos enemigos de clase sino referencias a identidades étnicas o deformaciones físicas, para complementar la descripción de los ambientes en que interactuaban sus personajes.

Ian Fleming sostenía que «sus thrillers probablemente no fueran literatura con mayúscula, pero es posible escribir lo que puedo describir como thrillers diseñados para ser leídos como literatura». El filósofo y escritor italiano Umberto Eco, intentó definirlo así: «…escribe bien en el sentido más banal y honesto del término. Tiene ritmo, limpieza e incluso cierto gusto sensual por la palabra. Esto no significa que sea un artista, pero desde luego tiene arte».

El autor elabora un personaje de ficción conforme a una idea, pero después éste crece y muchas veces se independiza adquiriendo autonomía, luego se conecta empatizando con las fantasías del público que le es adicto hasta alcanzar estamentos no previstos. Termina instalándose en el colectivo de la idolatría.

«Siento que la fama de James Bond no durará mucho», había manifestado Ian Fleming a modo de premonición poco antes de morir. No podía estar más equivocado. Lo cierto es que, James Bond su hijo literario con todos sus errores y defectos, subestimando cuestionamientos morales y éticos, adquirió estatus de inmortal y cambió para siempre el universo de la literatura y el cine de espionaje. Privilegios de ídolo al que todo le es tolerado y perdonado.

Bebedor consuetudinario de ginebra, fumador empedernido y amante de los excesos, el escritor no acostumbrado a respetar límites, fue dinamitando su salud hasta que un Infarto agudo de miocardio acabó con su vida el 12 de agosto de 1964, en Canterbury (Reino Unido de Gran Bretaña). Tenía 56 años y su fama como escritor recién iniciaba el ascenso hacia la cresta de la ola.

Obra literaria de Ian Fleming:

Doce novelas y dos libros de cuentos, forman el corpus original de las novelas de James Bond, entre las que destacan:

Casino Royale – Los diamantes son eternos – Desde Rusia con amor –

Dr. No – Goldfinger – Operación Trueno – La espía que me amó –

Al servicio secreto de su Majestad  – Sólo se vive dos veces

Además, fue un prolífico autor de relatos cortos y cuentos infantiles entre los que sobresale «Chitty Chitty Bang Bang.

La primera adaptación cinematográfica de una de sus obras, se realizó en 1962 correspondiéndole al libro «Dr. No». 

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Juan Ramón Jiménez – Semblanza

Semblanza a Juan Ramón Jiménez – La Poesía, obsesión del gran escritor

Juan Ramón Jiménez

El prolífico escritor español Juan Ramón Jiménez autor de esa espléndida joya literaria llamada Platero y yo, integra por incuestionables méritos la selecta lista de autores laureados con el Premio Nobel de Literatura y al mismo tiempo, es uno de los pocos galardonados que no pudo estar presente en Estocolmo, al celebrarse la solemne ceremonia de su premiación.

«No dividí mi vida en días, sino mis días en vidas, cada día, cada hora, toda una vida.»

El 25 de octubre de 1956, Jiménez recibió en su residencia de San Juan de Puerto Rico la comunicación de la Real Academia Sueca informándole que le había sido concedida la preciada distinción y apenas tres días después, el 28 de octubre, como consecuencia de un cáncer de matriz que padeció por largo tiempo, fallece su esposa y compañera de toda la vida, Zenobia Camprubí. La orgullosa euforia inicial que había experimentado al conocer la primera noticia, se transformó de repente en una neurosis depresiva de profunda tristeza; esa circunstancia le impidió viajar a la capital de Suecia el 10 de diciembre de ese año 1956.

Ese día, el dramaturgo del país escandinavo Hjalmar Gullberg, en un emotivo discurso reconocedor de los valores y trayectoria del autor español, expresó: «…una larga vida consagrada a la poesía y a la belleza ha sido honrada este año con el Premio Nobel de Literatura. Es un viejo jardinero este Juan Ramón, que ha dedicado medio siglo a la creación de una nueva rosa, una rosa mística, que llevará su nombre».

Ante la obligada ausencia del homenajeado, Jaime Benítez, Rector de la Universidad de Puerto Rico, fue el responsable de pronunciar como respuesta el mensaje que le encargara transmitir su amigo personal: «Acepto con gratitud, el honor inmerecido que esta ilustre Academia sueca ha considerado oportuno concederme. Asediado por el dolor y la enfermedad, debo permanecer en Puerto Rico, incapaz de participar directamente en las solemnidades». Benítez concluyó su exposición manifestando: Juan Ramón Jiménez me ha pedido también, que diga: «Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración hicieron posible mi trabajo durante cuarenta años. Hoy, sin ella, estoy desolado e indefenso».

La crítica especializada considera a Juan Ramón Jiménez una figura trascendente y decisiva en el ámbito de la poesía española, destacando su excepcional creatividad y la exquisita estética de su escritura.

Fue un autor exigente que vivió por y para la poesía, revisando y corrigiendo continuamente sus versos, obsesionado por conseguir belleza y perfección.

Utilizando como herramienta una pluma, convirtió su narrativa en una expresión genuina de arte y confirió a su lírica los colores propios que definieron su estilo.

Así imaginaba y describía a la poesía:

Eternidades – Juan Ramón Jiménez

Vino primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo.

Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!

Más se fue desnudando
y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!

Alimentó una inocente fantasía contándole a la gente que preguntaba, el hecho de haber nacido en Moguer (Huelva-España), en la noche de navidad de 1881. Los registros oficiales indican que en realidad nació en las últimas horas del 23 de diciembre de ese año. Sus padres, Víctor Jiménez y Purificación Mantecón constituían una familia de exitosos comerciantes dedicados al cultivo y elaboración de vinos y criaron a su hijo consintiéndolo y tolerando sus caprichos. Juan Ramón no era un niño dispuesto a compartir juegos con sus compañeros aunque fue un alumno aplicado que sacaba muy buenas notas en sus primeros años escolares; tenía un carácter difícil, muy sensible y proclive a deprimirse con facilidad. Melancólico, nunca olvidó aquella casa vieja de grandes salones y verdes patios floridos, donde quedaron guardados los tiernos recuerdos de su niñez.

Terminó el bachillerato como interno en el colegio jesuita San Luis Gonzaga, del Puerto de Santa María (Cádiz) y en esa etapa adolescente comenzaron a despertar en él las pasiones que marcarían el rumbo de su vida: el dibujo, la pintura y la poesía. Por imposición de su padre comenzó la carrera de Derecho en la universidad de Sevilla, que quedó inconclusa porque prefirió dedicar sus esfuerzos a estudiar aquellas disciplinas para las cuales creía tener vocación, pintura, que también abandonó y principalmente todo lo referido a ese universo que le fascinaba, el de la creación literaria. La familia tradicionalista y conservadora, no se opuso.

Transcurría el año 1900, cuando Juan Ramón con diecinueve años, se trasladó a Madrid en una primera visita, comenzó a frecuentar en la capital española los ambientes predilectos de grandes escritores de la época. Entre sus nuevas amistades figuran Jacinto Benavente, Ramón del Valle Inclán y Pío Baroja, además de su admirado inspirador, Rubén Darío. Publica sus primeras obras: Almas de Violeta y Ninfeas.

En ese mismo año murió su padre y reaparecen en el joven escritor antiguas afecciones físicas y psíquicas, agudizadas por síntomas depresivos que obligan a su familia a internarlo en un sanatorio psiquiátrico de Burdeos (Francia). Aprovecha ese tiempo para leer cuanto puede y descubre a los poetas del simbolismo francés, simpatizando pronto con ese movimiento literario que estaba en auge por entonces; al retornar a Madrid para continuar su tratamiento, organiza tertulias y charlas en el mismo sanatorio donde estaba internado.

Los años venideros serán muy duros para el incipiente poeta. Sus crisis depresivas se hacen cada vez más frecuentes y profundas, agravadas por el descalabro económico que llevó a la ruina a su familia y comprende que si su pretensión es vivir de la literatura, Madrid era la opción más conveniente. En 1903, publicó Arias tristes, un aporte significativo a su labor creativa.

En 1905, la recurrente depresión lo lleva a regresar a Moguer y aislarse socialmente por un largo tiempo, dedicando plenamente sus días a leer, escribir y hacer de sus tareas literarias su única motivación y objetivo. Ese aislamiento subyace y se refleja en el trasfondo de la obra que comienza a esbozar: «Platero y yo», libro que sería editado y puesto a consideración del público recién en 1914.

En 1911, entusiasmado por Ramón Gómez de la Serna uno de los referentes del vanguardismo, decide radicarse definitivamente en Madrid. No obstante, Juan Ramón Jiménez lentamente se irá alejando de esa corriente, atraído por los aires innovadores que se respiran en el ambiente intelectual de la Residencia de Estudiantes y allí se instala en 1913. Un gran cambio se produce en su vida personal cuando conoce a Zenobia Camprubí Aymar, joven catalana proveniente de una familia de sólida posición económica, poseedora de una vasta cultura y que transcurrido el tiempo sería la primera traductora hispánica de Rabindranath Tagore.

Jiménez se enamora profundamente de esa mujer de fuerte y enérgica personalidad, soporte fundamental, coinciden sus biógrafos, de su extensa y fructífera trayectoria futura. Ella en principio lo rechazó, pero la tenaz insistencia del poeta lo ayudó a lograr su propósito y pudo al fin conquistarla.

En 1916, viajan juntos a Estados Unidos para casarse y de ese acontecimiento surgió unos de sus mejores trabajos, Diario de un poeta recién casado, antes le había prometido a su amada obsequiarle el libro de poemas más hermoso jamás escrito. Después de la boda el matrimonio se estableció en Madrid.

En la década 1925-1935 publica en sus “Cuadernos”, casi todo el material que escribe en este periodo: cartas, cartas, recuerdos, retratos líricos de escritores. En 1931, comienzan a manifestarse en su esposa los primeros síntomas del cáncer que años más tarde acabaría con su vida.

Cuando en 1936 estalla la guerra civil en España, sus convicciones llevan al matrimonio a alinearse del lado republicano y se involucran en una importante labor humanitaria, asistiendo a niños huérfanos.

Como la situación política y social se volvía cada día más dramática y peligrosa, resolvieron abandonar el territorio hispano. Con un pasaporte diplomático de Agregado Cultural honorario en Washington y sin otro equipaje que maletas y los anillos de boda, a mediados de agosto inician el exilio. Atrás quedaba su casa de Madrid con todas sus pertenencias, libros, manuscritos, recuerdos y, sobre todo, una importante cantidad de obra intelectual inacabada.

La salida forzada de España, demarca el inicio de un nuevo ciclo en el trabajo literario elaborado por Juan Ramón Jiménez. A partir de entonces, el poeta pretende dotar a su poesía de un carácter sublime como manifestación inefable de lo eterno, mientras que la afanosa búsqueda de la belleza, lo lleva a incursionar en terrenos inextricables de lo sagrado.

En los años dolorosos e interminables del exilio, Juan Ramón y Zenobia residieron en varias ciudades de Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. Él se ocupó de repasar compulsivamente toda su obra e invitado por instituciones y universidades, recorrió diversos lugares dictando conferencias; entre agosto y noviembre de 1948 viajó a Argentina y Uruguay y en tierras rioplatenses el recibimiento fue apoteósico. En 1950, contratados ambos como profesores por la Universidad Nacional, retornan a Puerto Rico, país caribeño al que ya consideraban su segunda patria. En 1953, dona a la misma Universidad su biblioteca de más de seis mil volúmenes.

Pero las añoranzas del terruño tan lejano, el recuerdo de las quimeras imposibles de su juventud, pensar en los amigos que ya no volvería a ver y el cáncer que le diagnostican a Zenobia en 1951, van sumando complicaciones y dificultades que le imposibilitan desarrollar una vida tranquila.

Las consecuencias son inevitables: las antiguas dolencias físicas y psicológicas recrudecen severamente y con mayor intensidad.

La crítica suele dividir la obra poética de Juan Ramón Jiménez en tres etapas:

La etapa sensitiva (1898-1916). Subdividida a su vez en dos partes, la primera hasta 1908, continuada por la segunda hasta 1916. Se aprecia en ese período la influencia de Gustavo Bécquer, de la corriente modernista de Rubén Darío y la irrupción del simbolismo francés.

La etapa intelectual (1916-1936) es una fase donde Jiménez busca una poesía esquemática, pura y transparente, que conciba cada poema como un objeto artístico. Prosa y verso se mezclan nombrando solamente lo esencial de las cosas y haciendo desaparecer todo aditamento superfluo.

La etapa suficiente o verdadera (1937-1958) Pertenece a esta etapa todo lo escrito durante su exilio en suelo americano. Juan Ramón Jiménez continúa pretendiendo belleza y perfección y su estilo se encamina progresivamente hacia una poesía hermética y abstracta.

En Juan Ramón Jiménez se identifica perfectamente al poeta para el cual no existe nada, más allá de la creación literaria; un autor que considera su obra en constante creación y que vuelve sobre los poemas antiguos retocándolos o cambiándolos si es necesario: Su poesía responde a tres impulsos: belleza, conocimiento y anhelo de eternidad.

Para sus detractores, la obra poética (sobre todo la que escribe en la última etapa) resulta hermética, abstracta, difícil de interpretar y es definida como minoritaria. También advierten en su autor cierto atisbo de narcisismo.

Las reglas de ortografía

Las reglas ortográficas de la lengua española establecen que letras como la g, la x o la k existen, sin embargo, Juan Ramón Jiménez prefirió ignorarlas en su trabajo y escribir de la forma en que las palabras son percibidas por el oído. Desde su personal punto de vista opinaba que debía escribirse tal cual se habla, en lugar de hablar como se escribe. Acérrimo enemigo de las complicaciones innecesarias, utilizó al momento de escribir únicamente la j en lugar de ge/gi (intelijente, injenua, jitana) y eliminó algunos grupos consonánticos (setiembre, escelentísimo)

Se quejaba: ¿Para qué trazar una g en gigante o genio y una j en jirafa si el fonema es el mismo? ¿Porqué escribir extraviar u obstáculo si todos decimos «estraviar y ostáculo»?

Polémicas interpretaciones que también fueron compartidas por Gabriel García Márquez, quien llegó a declarar en el Congreso Internacional de la Lengua Española de 1997: ¡Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna!».

En el poema que sigue, por ejemplo, aparece la palabra injenua escrita con j, y no se trata de una errata, la escribió deliberadamente:

Muro con rosa – Juan Ramón Jiménez (Sonetos espirituales -1917)

Sin ti ¿qué seré yo? Tapia sin rosa,
¿qué es la primavera? ¡Ardiente, duro
amor; arraiga, firme, en este muro
de mi carne comida y ruinosa!

Nutriré tu fragancia misteriosa
con el raudal de mi recuerdo oscuro
y mi última sangre será el puro
primer color de tu ascensión gloriosa.

¡Sí, ven a mí, agarra y desordena
la profesión injenua de tus ramas
por la negra oquedad de mis dolores!

Y que al citarme abril, en la cadena
me encuentre preso de sus verdes llamas
todo cubierto de tus frescas flores.

Después de la muerte de su esposa en 1956, Juan Ramón Jiménez se refugió en su casa en la más absoluta soledad y abandono, lo que obligó a recluirlo en el Hospital Psiquiátrico de Hato Tejas, allí tuvo una breve recuperación y se lo vio conversar otra vez de literatura, además de interesarse por los artículos de diarios que comentaban sus trabajos.

Pero la mejoría no duró y en los últimos meses de vida, destruido física y emocionalmente, gastaba sus horas alternando períodos de internaciones en hospitales con lapsos leves de alivio. Leía, anotaba en las tapas de libros, hablaba muy poco y se revelaba contra todo, tampoco le agradaba recibir visitas.

Agotado y entristecido, releía viejas cartas de su esposa y escuchaba a diario su voz, grabada en cinta magnetofónica, lamentando no tener las fuerzas necesarias para escribir su elegía. Una vez por semana, al cuidado de una enfermera, era llevado y sentado frente a la tumba de su Zenobia. Iniciaba en cada visita un soliloquio confesándole a su amada la necesidad que tenía de verla, el calvario que era su soledad, repitiendo sin cesar que ya no quería vivir sin ella. Antes de irse colocaba sobre la losa un ramo de rosas amarillas.

En la madrugada del 29 de mayo de 1958 en San Juan de Puerto Rico, en la misma clínica en la que muriera su esposa se apagó su vida. Algunos días después, su sobrino Francisco Hernández Pinzón, cumpliendo el deseo de sus tíos, trasladó los cuerpos de la pareja a España donde ambos recibieron sepultura definitiva en el Cementerio de Jesús, en Moguer, el inolvidable pueblo que 77 años antes viera nacer al poeta. Quedaron la medalla de oro, el diploma, el cheque por 200.122 coronas suecas y los reconocimientos posteriores que se irían convirtiendo en anécdotas. Juan Ramón Jiménez solamente se llevó con él, el inmenso amor que sentía por su esposa y su obsesiva devoción por la poesía.

Renaceré yo

Renaceré yo piedra,
y aún te amaré mujer a ti.
Renaceré yo viento,
y aún te amaré mujer a ti.
Renaceré yo fuego,
y aún te amaré mujer a ti.
Renaceré yo hombre
y aún te amaré mujer a ti.

Obras más importantes de Juán Ramón Jiménez:

Almas de violeta – Ninfeas – Rimas – Arias tristes – Jardines lejanos –

Elejías puras – Elejías intermedias – Las hojas verdes – Elejías lamentables –

Baladas de primavera – La soledad sonora – Pastorales – Poemas májicos y dolientes – Melancolía – Laberinto – Platero y yo – Estío – Sonetos espirituales –

Diario de un poeta recién casado – Platero y yo (edición completa) – Eternidades – Piedra y cielo – Segunda antolojía poética – Poesía – Belleza – Canción – Voces de mi copla – La estación total – Romances de Coral Gables – Animal de fondo.

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José Martí – Apóstol de la Independencia de Cuba

Reseña de una parte fundamental de José Martí, cuya lucha lo llevó a trascender el mundo de las letras

El cubano José Martí fue un pensador, filósofo, ideólogo, escritor, poeta, periodista y distinguido político, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador, líder y héroe de la guerra del 95 o guerra Necesaria, llamada así  la guerra librada por el país caribeño en pos de su independencia de España.

«No me pongan en lo oscuro a morir como un traidor,
  yo soy bueno, y como bueno, moriré de cara al sol».

«Pero el 19 de mayo de 1895 fue un día lluvioso y la naturaleza le negó a José Martí la posibilidad de cumplir su preciado sueño de morir combatiendo de cara al sol; fue un día nefasto para el eximio poeta que cultivaba la rosa blanca”, ya que en esa fecha moría en un combate contra las tropas realistas en la zona de Dos Ríos, cerca de Palma Soriano, (región oriental de Cuba); posteriormente su cadáver sería arrojado sin ataúd a una fosa común.

José Marti - Cuba

La biografía y sus historias de vida son ampliamente conocidas y no creemos necesario abundar en detalles, pero como homenaje a su memoria y respetando aquellas palabras que, con tono imperativo, dijo «El único autógrafo digno de un hombre es el que deja escrito con sus obras»;  así lo recordamos con un poema de su autoría:

«Yo soy un hombre sincero»

Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes
y hacia todas partes voy:
arte soy entre las artes,
en los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
de las yerbas y las flores,
y de mortales engaños
y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
llover sobre mi cabeza,
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros,
de las mujeres hermosas
y salir de los escombros,
volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
con el puñal al costado,
sin decir jamás el nombre
de aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
dos veces vi el alma, dos:
cuando murió el pobre viejo,
cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez, en la reja,
a la entrada de la viña,
cuando la bárbara abeja
picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez de tal suerte,
que gocé cual nunca:  cuando
la sentencia de mi muerte,
leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
de las tierras y la mar,
y no es un suspiro, es
que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
tome la joya mejor,
tomo a un amigo sincero
y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno,
y morir en su guarida
la víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
cede, lívido, al descanso,
sobre el silencio profundo
murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
de horror y júbilo yerta,
sobre la estrella apagada
que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere,
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla, y muere.

Todo es hermoso y constante,
todo es música y razón,
y todo, como el diamante,
antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
con gran lujo y con gran llanto,
y que no hay fruta en la tierra
como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
la pompa del rimador,
cuelgo de un árbol marchito
mi muceta de doctor.

(Versos Sencillos – 1891)

Para saber más:

                                               «Vale más un minuto de pie que una vida de rodillas.»
José Martí

El cubano José Julián Martí Pérez, en otra de sus pasiones, fue un destacado precursor del Modernismo literario hispanoamericano. Incorporó la estética al discurso político, describiendo de manera descarnada las terribles injusticias y condiciones aberrantes de esclavitud imperantes en la época, y lo hizo con una claridad tan auténtica que reforzaba el rechazo de la gente hacía esas prácticas inhumanas. Consecuentemente, denunció los abusos y arbitrariedades del régimen colonial español, pero sin ofender a la Madre Patria. Tampoco ocultó su admiración ante los progresos y realizaciones del pueblo norteamericano, no obstante ser un acérrimo crítico de los defectos que observaba, desde su punto de vista, en la sociedad del poderoso país vecino.
Había nacido en La Habana, Cuba, el 28 de enero de 1853.

José Martí murió en combate el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, zona situada al este de Cuba. Cuando terminó la batalla, el cadáver del prócer fue reconocido, por lo que el coronel José Ximénez de Sandoval, jefe de la tropa  española, ordenó la retirada y llevárselo del lugar para evitar que los mambises lo rescataran. El 20 de mayo, tras verificar la identidad que constaba en sus documentos, el cadáver fue arrojado en una fosa común en el cementerio de Remanganagua, perteneciente al poblado santiaguero de Contramaestre.
El cuerpo fue exhumado tres días después, el 23 de mayo, y una vez embalsamado, los restos fueron sepultados en el nicho 134, del cementerio de Santa Ifigenia.
En 1905, las galerías de nichos fueron demolidas por las deplorables condiciones sanitarias y se levantó un templete en su honor.
En septiembre de 1947 tuvo lugar el cuarto entierro, al trasladar sus restos al Retablo de los Héroes, en la misma necrópolis. En junio de 1951 se volvieron a exhumar sus restos, para iniciar los honores del quinto y definitivo entierro acontecido el 30 de junio de ese año; desde entonces sus restos reposan en el mausoleo que lleva su nombre, construido en el cementerio de Santa Ifigenia de su ciudad natal y erigido como homenaje a su obra revolucionaria, a su intelecto brillante y a su figura desbordante que signó la historia de Cuba

Muceta: esclavina sin capucha, abotonada por delante, de seda o piel, que llevan como distintivo sobre la toga, licenciados, doctores y catedráticos universitarios o magistrados, jueces y abogados.

Mambises (mambí, en singular): término que se utiliza para referirse a los combatientes independentistas cubanos, dominicanos y filipinos, que en el siglo XIX peleaban por la independencia de sus respectivos países.  

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Fermín Estrella Gutiérrez y sus sonetos

Sonetos que cantan a la vida en la poesía de Fermín Estrella Gutiérrez

Fermín Estrella Gutiérrez

Con frecuencia hemos comentado en nuestras notas acerca de las preferencias de los poetas a la hora de escribir sus versos y en ellas observamos que la soledad, los amores dichosos o contrariados, la melancolía, el olvido, el pasado, las vivencias trágicas y la muerte misma, son indudablemente, sus temas predilectos; pero también abundan poesías que describen la vida con esperanza y exaltación.

Para ilustrar con ejemplos esta última aseveración, elegimos al azar algunos poemas del interesante legado lírico de Fermín Estrella Gutiérrez, uno de los tantos inspirados autores de composiciones que hacen o hicieron de la ilusión de vivir y el optimismo, la razón trascendente y esencial de su existencia.

Porque sabido es que el mejor homenaje que siempre podremos tributar a un poeta será leerlo,leamos entonces:

Soneto a la vida – Fermín Estrella Gutiérrez

Vida, aquí vengo al final de la partida
a darte gracias por lo que me has dado
por la flecha clavada en mi costado,
por la esperanza y la ilusión perdida.
 
Gracias por estos hijos, luz nacida,
regalo de un destino atormentado,
óptimo fruto, el bien más esperado
de esta vida de amor a ti debida.
 
Gracias por este afán, ardiente y puro,
gracias por cada amanecer radiante
y gracias por andar fuerte y seguro.
 
Gracias por éste corazón amante,
gracias por esperar con fe el futuro,
solo y sin rumbo y siempre hacia adelante.


La alegría de vivir – Fermín Estrella Gutiérrez

No se razona, no se piensa en nada,
su surtidor tan sólo, la Alegría,
Abrir los ojos, saludar al día,
el alma ebria de cielo, enajenada.
 
Sentir la tierra vegetal, mojada,
los pájaros, el mar, la lluvia fría.
Sentir que toda la belleza es mía,
que es mío el mundo y mía esta jornada.
 
Sentir la vida como un don del cielo
sin dolores, sin ansias, pura y fuerte.
Vivir, sólo vivir, qué hermoso anhelo.
 
Confiar en el destino y en la suerte
y libre de quebrantos y recelo,
no temerle a la vida ni a la muerte.

Credo – Fermín Estrella Gutiérrez

Creo en la vida: el hoy y el mañana,
creo en la muerte: la última aventura, 
creo en el bien, que alienta y que perdura 
creo en el sol que alumbra mi ventana. 

Creo en la paz que con amor se gana, 
y creo en el amor y su dulzura, 
creo en la rosa y en el alba pura, 
creo en la fuente que sin tregua mana. 

Creo en el hombre, artífice constante, 
con su luz y su sombra y su pujanza, 
y su eterno marchar hacia adelante. 

Y creo en la justicia y la esperanza, 
en la belleza, oh gozo delirante, 
y en el placer que con el bien se alcanza.

Soneto de la dulce filosofía – Fermín Estrella Gutiérrez

La vida hay que vivirla lentamente
sin prisa, sin angustia, sin recelo,
como quien mira simplemente el cielo, 
como quien bebe de una pura fuente.

Vivir entre el pasado y el presente,
vivir sólo lo hermoso, el noble anhelo,
sin descorrer el misterioso velo
de lo que ha de venir forzosamente.

Mira la rosa y goza con su encanto,
abre el pecho y el alma a la mañana
y pon tu vida en el amor y el canto.

Goza el frescor que de la noche mana,
trueca en sonrisa la acritud del llanto
y abre el sol y a los vientos tu ventana.

La palabra es un don que ennoblece la condición humana de mujeres y hombres y es una herramienta maravillosa, imprescindible, para que los poetas conviertan el fruto de su imaginación en arte sublime.

Fermín Estrella Gutiérrez fue un escritor, poeta, profesor y académico de origen español, nacido en la ciudad andaluza de Almería, el 28 de octubre de 1900. Autor de una amena y variada producción literaria, en la que resalta la creación poética cultivada con pasión y tenue melancolía. Recurrió con frecuencia al verso rimado, dado que sentía marcada predilección por la forma estrófica del soneto clásico, esta circunstancia le permitió desarrollar un singular estilo logrando con él una admirable perfección estilística y formal. 
Residente en Argentina desde muy joven adoptó la ciudadanía del país rioplatense al cumplir los 18 años. En 1924 ya había publicado con éxito de crítica su primer poemario, El cántaro de plata; esta temprana vocación literaria perduró en el tiempo e hizo que se consagrara exclusiva y fervorosamente a la literatura y a la enseñanza.

Escribió también manuales de literatura, con los que estudiaron varias generaciones de alumnos argentinos. Integró la Academia Mexicana de la Lengua y en 1955 la Academia Argentina de Letras lo designó Miembro de número de la Institución; por muchos años fue asiduo colaborador de la sección cultural del diario La Nación de Buenos Aires.Fue además un hombre de firmes convicciones democráticas y reconocida integridad moral, cualidades que le granjearon un merecido respeto en los distintos ámbitos en que desenvolvió sus actividades.

Fermín Estrella Gutiérrez conoció a Alfonsina Storni y llegó a forjar con ella una entrañable amistad. El poeta de la serena nostalgia que nunca abandonó el lirismo asumido como un sentimiento vital, murió en Buenos Aires el 18 de febrero de 1990 a los 89 años de edad.

En su legado literario destacan obras en verso: «El cántaro de plata», «Canciones de la tarde», «La ofrenda»,  «La niña de la rosa»,Sonetos de la vida interior», «Destierro», «Sonetos a la soledad del hombre», «Sonetos del cielo y de la tierra», «El libro de las horas» y «Antología poética».Y obras en prosa:»Desamparados», «Trópico», «Memorias de un estanciero y otros cuentos», «Recuerdos de la vida literaria», «Panorama sintético de la literatura argentina», «San Martín: Páginas escogidas sobre el Héroe» y  «Geografía espiritual de Buenos Aires».

Para conocer más:
El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica. Los versos se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos.
El verso endecasílabo es el verso de arte mayor que está formado por once sílabas; este verso tiene en su forma simple un acento obligado en la décima sílaba, que debe estar acompañado con otro acento intermedio, que también es obligado pero que puede cambiar de lugar.
El origen de estos versos se produjo en Italia, siendo posteriormente adoptados por España, donde recién florecieron una vez iniciado el Renacimiento. Sus principales cultores fueron Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, quienes los llevaron a su más elevada expresión.

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Alfredo Veiravé – Poeta olvidado

Alfredo Veiravé, un poeta argentino que el tiempo escondió sin clemencia

El domingo es ese día de la semana en que nada importa demasiado, reflexionaba en otras épocas el singular músico estadounidense Louis Armstrong, definiendo al día más especial del calendario semanal.

Podemos coincidir sin cuestionamientos con tal apreciación y pocos objetarían nuestra opinión, pero también podemos considerar factible utilizar esas horas de supuesto desinterés, para dedicarlas a desarrollar actividades que  nos resulten amenas e interesantes. La lectura pendiente de aquel libro, nuevo o antiguo, que siempre postergamos con la excusa de no tener suficiente tiempo es un claro ejemplo, o quizás como entretenido juego intelectual, buscar entre los carpetas y recortes que atesoran nuestros recuerdos, alguna vieja poesía olvidada, para conocer, redescubrir o rescatar a esos escritores que con sus versos y palabras, fueron cómplices involuntarios de tímidos secretos de adolescencia y que después continuaron acompañando, con contenidos más profundos, los pasos que dimos hasta llegar a ser adultos.

Y si el domingo es un día lluvioso, mejor. Como aporte, compartimos con ustedes dos poemas de uno de los grandes renovadores de la poesía argentina de mediados del siglo pasado, el escritor Alfredo Veiravé injustamente relegado y olvidado en algún sendero inhóspito del tiempo que pasó.

Radar en la tormenta

Y alguna vez, no siempre, guiado por el radar el poema aterriza en la pista, a ciegas (entre relámpagos) carretea bajo la lluvia, y al detener las turbinas, descienden de él, pasajeros aliviados de la muerte: las palabras.

El regreso

He vuelto a caminar por las viejas calles de mi pueblo,subiendo y bajando hacia el río.He atravesado la plaza con sus árboles perfumados y florecidos;he mirado las mismas caras indiferentes de antaño y he pensado que a nosotros los hombres, nos dan a veces,el privilegio de volver sobre nuestros pasos antes de eliminarnos de las tarjetas, de los álbumes,de las fotografías. Quizás para que creamos que algo podemos rotular en esta inmensa fiebre, o simplemente, para que la destrucción no sea tan melancólica.
(Ahora estoy y estaré siempre tirado sobre los húmedos pastos de la costa,apoyado en los viejos sauces,escuchando estas campanas que ahora escucho aunque esté, en este instante, muy lejos.)

Alfredo Veiravé, fue un poeta, ensayista y crítico literario, nacido el 29 de Marzo de 1928 en la ciudad de Gualeguay -Entre Ríos- cercana a la costa argentina del río Uruguay.

Docente universitario egresado como Profesor en Letras por la Universidad Nacional del Nordeste y miembro de la Academia Argentina de Letras. En 1957 se radicó en Resistencia, capital de la provincia del Chaco, donde transcurrió la mayor parte de su vida, falleciendo allí el 22 de noviembre de 1991.
Escritor espontáneo, de vasta erudición, eternamente enamorado de las palabras, circunstancia esta que le permitió dotar de una rara y exquisita perfección a sus poemas, 
Entre sus obras publicadas destacan: «El alba, el río y tu presencia»; «Después del alba, el ángel»; «Destrucciones y un jardín de la memoria»; «Puntos luminosos»; «El imperio milenario»; «La máquina del tiempo» y «Radar en la tormenta».

Y para las horas finales de este domingo, terminamos con una conclusión: «La divagación es el domingo del pensamiento» en palabras del filósofo y escritor suizo Henri-Frédéric Amiel, autor de un célebre Diario íntimo.

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Biografía de Roberto Bolaño – Obra literaria

Reseña literaria de la vida y obra de Roberto Bolaño – Escritor inolvidable

Roberto Bolaño escritorRoberto Bolaño (de nombre completo Roberto Bolaño Ávalos) fue un escritor y poeta de origen chileno, nacido el 28 de abril de 1953 y fallecido el 15 de julio de 2003. Su obra literaria ha adquirido gran influencia literaria en los últimos años, sobre todo luego de su fallecimiento.

En su carrera, el escritor chileno Roberto Bolaño logró publicar un número considerable de obras, entre las que podemos destacar “Los detectives salvajes” y “Estrella distante”. Sin duda alguna, una de las que más reconocimiento le ha merecido (aunque sea en forma póstuma), es la llamada “2666”.

Biografía de Roberto Bolaño

Roberto Bolaño nació en Santiago de Chile, creciendo en las ciudades de Valparaíso y Viña del Mar, en el marco de una familia de clase económica reservada. Su padre se llamaba León Bolaño y era conductor de camiones. Su madre era Victoria Ávalos, una profesora que quizás significó cierta influencia en las letras.

Un dato muy particular sobre su vida es que sufría de dislexia, una enfermedad que alteró su aprendizaje como suele suceder.

En el año 1968 su familia decidió trasladarse a la ciudad de México, año en que distintos altercados político-sociales terminarían por reprimir el movimiento estudiantil generado en dicho país, sucesos que serían recordados por Roberto Bolaño en su libro “Amuleto”.

El joven escritor abandonó la escuela un año después (a sus 16 años), para dedicarse a la lectura y a su pasión, la creación literaria. Como consecuencia de su formación educativa truncada, nunca pudo asistir a la universidad.

En el año 1973, emprendió un largo viaje a través de América, para regresar a Chile, valiéndose de escasos recursos y la ayuda que pudiera recibir, intentando llegar a aportar a los movimientos socialistas que se habían producido en su país de origen. En dicha época sufrió una detención de la que logró salir airoso gracias a la ayuda de uno de sus antiguos amigos. Esto derivó en un cuento muy conocido llamado “Detectives”. Regresó a México un año después.

Hacia 1975, junto a Bruno Montané y Mario Papasquiaro (dos de sus mejores amigos) creó el movimiento llamado «infrarrealista», llevado a cabo mediante reuniones en el café La Habana. Fue el tiempo más productivo, desde la perspectiva literaria, para el escritor. Un año más tarde, abandonaría México para dirigirse a España, puntualmente a Barcelona.

En Europa desempeñó múltiples oficios, la mayoría, esporádicos, que sólo le permitían escribir en sus tiempos libres y un escaso rédito económico. En esa época ideó, junto a Montané, una revista de género poético llamada RVAC (En asociación al término Rimbaud vuelve a casa), pero la publicación sólo tuvo un número.

En la década de los ´80 abandonó Barcelona para dirigirse a Gerona. En esta ciudad vio la luz una de las primeras novelas de Roberto Bolaño, llamada Amberes. Además de esto, la literatura por fin comenzaba a dar sus frutos otorgándole una cierta estabilidad económica. No sólo en lo económico mejoró su vida, sino que también conoció a la que sería su futura esposa, Carolina López. En el año 1984 publicó su primera novela, llamada “Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce”, obteniendo un importante galardón literario. Un año más tarde contrae matrimonio con su amada, con la que tuvo dos hijos, llamados Lautaro y Alexandra.

En esta época, las obras de Roberto Bolaño sufrieron un boom de crecimiento, y el escritor no paraba de crear, coincidente también con los requerimientos de la nueva familia. Tal producción sufrió un repentino desbalance a principios de los ´90, cuando recibió el diagnóstico de su enfermedad.

A pesar de ello, a finales de la misma década, su nombre ya gozaba de cierto prestigio en la comunidad de lectores, un hecho muy merecido a su trayectoria. Gran parte de esto se debió a la publicación de su novela Los detectives salvajes, y al galardón obtenido por la misma. En ella, Bolaño representa a su persona, y a la de su amigo Papasquiaro, aunque este no lograra ver la novela terminada falleciendo a principios de 1998.

En julio de 2003, Roberto Bolaño fue internado por una descompensación de su patología hepática, requiriendo un trasplante. Su condición empeoró y su cuerpo no resistió la espera, falleciendo el 15 de julio del mismo año.

Las obras de Roberto Bolaño – Bibliografía

1984: Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (Novela) – La senda de los elefantes (Novela).
1992: Fragmentos de la Universidad Desconocida (Poemas)
1993: Los perros románticos (Poemas) – La pista de hielo (Novela)
1995: El último salvaje (Poemas)
1996: Estrella distante (Novela)
1997: Llamadas telefónicas (Cuentos)
1998: Los detectives salvajes (Novela)
1999: Amuleto (Novela)
2000: Tres (Poemas) – Nocturno de Chile (Novela)
2001: Putas asesinas (Cuentos)
2002: Amberes (Novela) – Una novelita lumpen (Novela)
2004: 2666 (Novela Póstuma)
2006: Diario de Bar (Póstuma)
2010: El tercer Reich (Póstuma)

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Augusto Roa Bastos – Supremo narrador

Reseña literaria de la vida y obra de Augusto Roa Bastos, uno de los más grandes narradores latinoamericanos

Augusto Roa BastosAugusto Roa Bastos fue un novelista, poeta y cuentista nacido el 13 de junio de 1917 en la ciudad de Asunción – Paraguay, que por merecidas y justificadas razones, es considerado el escritor más representativo de la idiosincrasia de ese país sudamericano.

El rigor técnico que enmarca su estilo, una prosa cuidada hasta en sus mínimos detalles y la profundidad con que interpretó y desplegó la escritura mestiza transcribiendo el habla nativa; hicieron de él, uno de los más destacados exponentes de la narrativa escrita en lengua española del siglo pasado.

Hijo de una familia muy pobre, vivió su infancia en un pueblito de calles polvorientas y antiguas casas adormecidas, situado en el departamento de Guairá y llamado Iturbe, en homenaje a un prócer de la independencia paraguaya. Un pueblo, un territorio en el que predominaban la cultura y la lengua guaraníes y que permaneció siempre en su recuerdo, como escenario repetido de las mágicas historias de su niñez.

Augusto Roa Bastos autor, conservó en su imaginación un sueño latente que nunca se extinguió: escribir el libro que le hubiese gustado leer. Al final de su existencia, la búsqueda resultaría infructuosa y el anhelado sueño quedó inconcluso.

“Yo no tuve la iniciación que tuvo Goethe, pero tuve otra, de carácter más salvaje, más pueblerino, que a su modo actuó en mí y en lugar anularme me enriqueció”, solía decir y agregaba: «Lo que llamamos destino, es lo que nosotros hacemos de nuestra vida».

Hombre sencillo, de baja estatura, tímido y humilde. Siendo un niño todavía, a los ocho años, fue enviado nuevamente a su ciudad natal para completar su educación; vivió allí con su tío, el obispo Hermenegildo Roa, quien continuó alentando en él su vocación por la lectura, que le había sido inculcada principalmente por su madre.

En 1932, junto a un grupo de amigos adolescentes, se alistó para participar en la guerra del Chaco, declarada entre su país y Bolivia; fue destinado a la retaguardia como auxiliar de enfermería debido a su corta edad, pero las vívidas experiencias de la contienda le sirvieron como tema argumental para su novela «Hijo de hombre» (1960).

Sus primeros pasos en las letras los dio con la poesía. Posteriormente, en su juventud se dedicó al periodismo. Esta actividad le posibilitó ejercer como corresponsal en Londres del diario “El País” (de Asunción), durante la Segunda Guerra Mundial y percibir de cerca la efervescencia social y política de la Europa de post-guerra. Estas vivencias influyeron en su manera de ver la vida y le inspiraron también algunos de sus relatos.

En 1947, un intento de golpe de Estado contra el dictador Higinio Morínigo, desató una fuerte represión contra los opositores y civiles en general. El Ministro de Hacienda y futuro presidente Juan Natalicio González, quien sentía una especial inquina por Roa Bastos, decretó el pedido de captura de Augusto. El escritor debió esconderse para evitar ser detenido y luego de permanecer tres meses como refugiado en la embajada de Brasil, pudo escapar.

El primer destino fue Buenos Aires, donde terminó de decidir su vocación literaria. Sobrevivió desempeñándose en varios oficios administrativos, dando conferencias y escribiendo guiones para cine. Así, superando muchas dificultades, logró que sus proyectos no claudicaran y pudo continuar escribiendo.

Años más tarde, cuando un golpe de estado instauró en Argentina la dictadura del General Jorge Rafael Videla, emigró una vez más para refugiarse esta vez en Francia. En el país galo, y en mérito a su talento literario, se desempeñó como profesor de Literatura Hispanoamericana y de Composición Literaria en la Universidad de Toulouse.

Todas estas circunstancias en definitiva, hicieron que la mayor parte de su obra fuera producida mientras se encontraba en involuntarios exilios.

Sus singulares narraciones se fundamentaron en hechos trascendentales de la historia paraguaya: las misiones jesuíticas del siglo XVIII, la Guerra de la Triple Alianza del siglo XIX, la Guerra del Chaco y la dictadura en el siglo XX.

Mezclando con sabio equilibrio realidad de la historia, documentación indubitable, religión, mitología indígena, tradiciones, leyendas y creencias populares; elaboró un modelo propio y muy personal de novela histórica que describía crudamente la realidad de su nación.

En 1974 se publicó su obra maestra llamada Yo, el supremo. En el libro describe la vida del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, quien fuera líder indiscutido del movimiento independentista del Paraguay, desde 1811 hasta su muerte, en 1840.

Augusto Roa Bastos explora las entrañas del estado patriarcal penetrando en los intersticios históricos de una dictadura del siglo XIX, que al mismo tiempo, refleja dictaduras más recientes como las de Juan Natalicio González y Alfredo Stroessner.

La injusticias, la explotación inhumana, las persecuciones políticas y los asesinatos de opositores al régimen en un clima de represión generalizada, aparecen en cada página tratados con talento y absoluta solvencia.

Además de sus novelas más destacadas, Roa Bastos fue autor de libros de relatos, obras de teatro para niños, guiones de cine y varios poemarios. En su última etapa creativa, sus obras comenzaron a trascender el regionalismo cultural transmitiendo un mensaje de características universales.

Uno de sus cuentos «El trueno entre las hojas», sirvió de libro cinematográfico y guión para la película homónima, filmada en 1958, convertida en ícono del cine dramático argentino de la época.

Entre otros importantes reconocimientos internacionales, le fue concedido, en 1989, el Premio Cervantes máximo galardón de las letras castellanas.

El crítico y escritor chileno Fernando Alegría afirmó de él que, “Hijo de hombre” fue la novela inaugural del boom literario latinoamericano.

Aplicaba para consigo mismo una autocrítica tal vez exagerada, que lo llevó más de una vez a quemar algunos borradores de sus escritos. Ecléctico, buscaba siempre perfeccionar la idea, volviendo a escribir de ser necesario, para corregir errores o suplir falencias.

Augusto Roa Bastos se creía mejor narrador que poeta, y si bien su poesía no llegó a tener el esplendor de su prosa cautivante, alcanzó si, una dimensión épico-lírica de admirables rasgos expresivos.

A su libro «Poemas» (1942) pertenece esta composición:

Si alguna vez
Si alguna vez quisieras hablarme, yo estaría
con mi ser aquietado más que un agua nocturna
para la ondulación de tus palabras.

Estaría en la noche sintiendo cómo el roce
de tu voz sobre el alma del silencio me nombra,
¡y yo sin saber dónde arrodillarme…!

Vértebras de caricias reanimarán mis horas.
Palabras con sus bordes tatuados de ternura,
y entre un presagio y un temor, tú misma.

Háblame. Mírame. Tus voces, tu mirada,
desarmarán mis párpados y mi arteria de sombras,
y en ámbitos de un hielo estupefacto,
por liturgia del fuego, mi rosa envenenada.
Será otra vez la lumbre de un corazón más joven.

Las citas literarias revelan de un autor, mucho más que las palabras exactas de una semblanza que lo describa y Augusto Roa Bastos dejó para la posteridad muchas frases de profunda significación, que reflejan sus conocimientos y su sentir profundo.

«En nuestro tiempo, la vergüenza era una prenda que uno llevaba cosida bajo la ropa. Y yo, señor, le diría, que la teníamos zurcida en la piel.»

«Nada enaltece tanto la autoridad como el silencio».

«Pues el hombre, cualquier hombre, sólo vale por la mujer que la acompaña».

«Nadie sabe de qué negras raíces, crece la perversidad de los hombres».

«Hay que poner plazos largos a las dificultades.»

Eligió la libertad cada vez que debió enfrentarse a las tiranías, pero siempre desde una perspectiva humana, de contenido social puro, muy alejada de ambiciones personales.

Vivió su prolongado exilio sin rencores, tomándolo como fuente de enriquecimiento y nunca habló de esas circunstancias en términos de queja. «El extrañamiento, si se desea, despierta lo mejor que llevamos dentro; no las heridas, ni del dolor», comentaba a veces.

En 1982, durante una visita que realizó a su país, fue expulsado del Paraguay y se le confiscó el pasaporte privándolo de su ciudadanía, acusado por el régimen de Alfredo Stroessner de adoctrinar a la juventud, con ideología marxista. En respuesta, en 1983, el gobierno español le otorgó la ciudadanía honoraria por méritos especiales.

En febrero de 1986 publicó una Carta Abierta al pueblo paraguayo, que fue muy difundida en su país y en la que se exigía una transición a la vida democrática.

La represión, las injusticias, la arbitrariedad, la violación de los derechos humanos, le generaban congoja porque los había sufrido en carne propia. Y fue tan humilde, que pidió en el testamento que se ahorrasen las honras fúnebres.
Gran parte de su obra, ha sido traducida a más de veinte idiomas.

La vieja casa del la infancia, la casa original que habitó junto a sus padres Lucio Roa y Lucía Bastos, ya no está. Sólo queda de ella un desvencijado portón de madera reconstruido bajo un pequeño tinglado.
Así lo encontró el viejo escritor, cuando regresó de visita a Iturbe en 1994, luego de casi medio siglo de ausencia obligada y lo llamó «el portón de los sueños». Hoy es un monumento junto a la antigua Estación del Ferrocarril, convertida en museo y Casa de la Cultura.

Augusto Roa Bastos, falleció en su ciudad de origen, Asunción, el 26 de abril de 2005. Pero en el pueblo nunca olvidado de su infancia, «el portón de los sueños», mantiene la historia viva y la comparte en cada visita que hacen al lugar, con quienes fueron alcanzados por la pluma o la palabra de un narrador único y genial.

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