La sencillez de la poesía convertida en estilo de José Pedróni
José Pedroni fue un poeta singular que, por la sencillez de estilo, resulta muy difícil de encasillar en las corrientes literarias de su época.

En su autobiografía confiesa espontáneamente: “Mi padre, constructor de cuchara en mano, a quien yo servía como peoncito en mis horas libres, solía encontrarme detrás de un montón de ladrillos tocando la serenata de mi soledad en un violín de dos palitos secos…Otras veces su silbido me sorprendía escribiendo en la arena palabras inventadas, arte este de bajo precio al que finalmente me aficioné”. Estas vivencias que pintan la dura realidad en que transcurrió la infancia del poeta, constituyeron sin duda, la materia prima esencial que cimentaría su futura labor literaria.
En 1925, el nacimiento de su segundo hijo, José María, lo incentivó a publicar el libro Gracia Plena, conteniendo varios de sus poemas más hermosos y recordados. Esta edición tuvo amplia repercusión y aceptación popular.
Un emotivo fragmento de uno de sus poemas expresa:
Maternidad (Fragmento)
Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.
El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca, tu voz, con la vergüenza,
se romperá en tu boca lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa, la sombra de un pájaro en el río.
“Mi poesía apunta al corazón del hombre –referenció también Pedroni en su autobiografía– puesto que aquel que escribe para todos no escribe para nadie, y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta. He publicado libros de versos donde el hombre, en quien creo y a quien amo, participa de mi emoción y domina sobre el paisaje. El recuerdo del hombre dirá cuál es el mejor de mis poemas. Pienso que ha de ser aquel donde mi semejante de hoy y de mañana se reconozca. La gloria no es más que un verso recordado».
Sobre la vida de José Pedroni
José Bartolomé Pedroni, nació en la ciudad de Gálvez, provincia de Santa Fe, el 21 de septiembre de 1899, pero residió la mayor parte de su vida en Esperanza (Santa Fe), lugar donde concibió la mayor parte de la obra lírica que le pertenece.
Era hijo de Gaspar Pedroni y de Felisa Fantino, ambos inmigrantes piamonteses que llegaron a la Argentina anhelando cumplir los sueños postergados en su tierra natal. En 1912, ya adolescente, José Pedroni se traslada con su familia a Rosario, una ciudad en aquellos días convulsionada por los movimientos obreros socialistas y anarquistas generadores de un ambiente de virulencia social, que incidió notablemente en su formación intelectual.
En 1916, obtiene el título de Bachiller y tiempo después, comienza a trabajar como tenedor de libros en la Casa de Ramos Generales de Alejo Chautemps. Allí conoce a la que sería su esposa: Elena Chautemps, con quien contrajo matrimonio en 1920.
Ese mismo año, luego de recibir la baja como conscripto militar, Pedroni se traslada a Esperanza, lugar donde se desempeñó como contador en una fábrica durante 35 años.
El 13 de junio de 1926, acontece un hecho que sería determinante para la trayectoria del poeta en el ámbito de las letras: en una nota aparecida en el diario La Nación (Buenos Aires), el eximio escritor argentino Leopoldo Lugones, exalta la obra del autor santafesino, mencionándolo como “el hermano luminoso”.
Después de un paréntesis de varios años, en 1956, publica el libro considerado por muchos como su obra cumbre: Monsieur Jaquín. Homenaje a los primeros inmigrantes que trabajaron la tierra, especialmente a los fundadores de la Primera Colonia Agrícola Organizada del país: Esperanza, su lugar en el mundo por adopción. Continuó escribiendo hasta sus últimos días.
José Pedroni fue reconocido como un poeta simple, que en lenguaje intemporal narraba las costumbres sencillas y nobleza de espíritu propias de la vida cotidiana rural de su tiempo. Quizás eso explique la vigencia de su obra.
De su legado poético se puede destacar: la publicación de los primeros poemas sueltos en 1920; La gota de agua (1923), Gracia Plena (1925), Poemas y palabras (1935), Diez Mujeres (1937), El pan nuestro (1941), Nueve cantos (1944), Monsieur Jaquín (1956), Cantos del hombre y Canto a Cuba (1960), La hoja voladora (1961) y El nivel y su lágrima (1963).
El 4 de febrero de 1968 falleció en la ciudad de Mar del Plata (provincia de Buenos Aires), como consecuencia de una descompensación cardíaca.
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