Reseña literaria de la vida y obra de Augusto Roa Bastos, uno de los más grandes narradores latinoamericanos
Augusto Roa Bastos fue un novelista, poeta y cuentista nacido el 13 de junio de 1917 en la ciudad de Asunción – Paraguay, que por merecidas y justificadas razones, es considerado el escritor más representativo de la idiosincrasia de ese país sudamericano.
El rigor técnico que enmarca su estilo, una prosa cuidada hasta en sus mínimos detalles y la profundidad con que interpretó y desplegó la escritura mestiza transcribiendo el habla nativa; hicieron de él, uno de los más destacados exponentes de la narrativa escrita en lengua española del siglo pasado.
Hijo de una familia muy pobre, vivió su infancia en un pueblito de calles polvorientas y antiguas casas adormecidas, situado en el departamento de Guairá y llamado Iturbe, en homenaje a un prócer de la independencia paraguaya. Un pueblo, un territorio en el que predominaban la cultura y la lengua guaraníes y que permaneció siempre en su recuerdo, como escenario repetido de las mágicas historias de su niñez.
Augusto Roa Bastos autor, conservó en su imaginación un sueño latente que nunca se extinguió: escribir el libro que le hubiese gustado leer. Al final de su existencia, la búsqueda resultaría infructuosa y el anhelado sueño quedó inconcluso.
“Yo no tuve la iniciación que tuvo Goethe, pero tuve otra, de carácter más salvaje, más pueblerino, que a su modo actuó en mí y en lugar anularme me enriqueció”, solía decir y agregaba: «Lo que llamamos destino, es lo que nosotros hacemos de nuestra vida».
Hombre sencillo, de baja estatura, tímido y humilde. Siendo un niño todavía, a los ocho años, fue enviado nuevamente a su ciudad natal para completar su educación; vivió allí con su tío, el obispo Hermenegildo Roa, quien continuó alentando en él su vocación por la lectura, que le había sido inculcada principalmente por su madre.
En 1932, junto a un grupo de amigos adolescentes, se alistó para participar en la guerra del Chaco, declarada entre su país y Bolivia; fue destinado a la retaguardia como auxiliar de enfermería debido a su corta edad, pero las vívidas experiencias de la contienda le sirvieron como tema argumental para su novela «Hijo de hombre» (1960).
Sus primeros pasos en las letras los dio con la poesía. Posteriormente, en su juventud se dedicó al periodismo. Esta actividad le posibilitó ejercer como corresponsal en Londres del diario “El País” (de Asunción), durante la Segunda Guerra Mundial y percibir de cerca la efervescencia social y política de la Europa de post-guerra. Estas vivencias influyeron en su manera de ver la vida y le inspiraron también algunos de sus relatos.
En 1947, un intento de golpe de Estado contra el dictador Higinio Morínigo, desató una fuerte represión contra los opositores y civiles en general. El Ministro de Hacienda y futuro presidente Juan Natalicio González, quien sentía una especial inquina por Roa Bastos, decretó el pedido de captura de Augusto. El escritor debió esconderse para evitar ser detenido y luego de permanecer tres meses como refugiado en la embajada de Brasil, pudo escapar.
El primer destino fue Buenos Aires, donde terminó de decidir su vocación literaria. Sobrevivió desempeñándose en varios oficios administrativos, dando conferencias y escribiendo guiones para cine. Así, superando muchas dificultades, logró que sus proyectos no claudicaran y pudo continuar escribiendo.
Años más tarde, cuando un golpe de estado instauró en Argentina la dictadura del General Jorge Rafael Videla, emigró una vez más para refugiarse esta vez en Francia. En el país galo, y en mérito a su talento literario, se desempeñó como profesor de Literatura Hispanoamericana y de Composición Literaria en la Universidad de Toulouse.
Todas estas circunstancias en definitiva, hicieron que la mayor parte de su obra fuera producida mientras se encontraba en involuntarios exilios.
Sus singulares narraciones se fundamentaron en hechos trascendentales de la historia paraguaya: las misiones jesuíticas del siglo XVIII, la Guerra de la Triple Alianza del siglo XIX, la Guerra del Chaco y la dictadura en el siglo XX.
Mezclando con sabio equilibrio realidad de la historia, documentación indubitable, religión, mitología indígena, tradiciones, leyendas y creencias populares; elaboró un modelo propio y muy personal de novela histórica que describía crudamente la realidad de su nación.
En 1974 se publicó su obra maestra llamada Yo, el supremo. En el libro describe la vida del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, quien fuera líder indiscutido del movimiento independentista del Paraguay, desde 1811 hasta su muerte, en 1840.
Augusto Roa Bastos explora las entrañas del estado patriarcal penetrando en los intersticios históricos de una dictadura del siglo XIX, que al mismo tiempo, refleja dictaduras más recientes como las de Juan Natalicio González y Alfredo Stroessner.
La injusticias, la explotación inhumana, las persecuciones políticas y los asesinatos de opositores al régimen en un clima de represión generalizada, aparecen en cada página tratados con talento y absoluta solvencia.
Además de sus novelas más destacadas, Roa Bastos fue autor de libros de relatos, obras de teatro para niños, guiones de cine y varios poemarios. En su última etapa creativa, sus obras comenzaron a trascender el regionalismo cultural transmitiendo un mensaje de características universales.
Uno de sus cuentos «El trueno entre las hojas», sirvió de libro cinematográfico y guión para la película homónima, filmada en 1958, convertida en ícono del cine dramático argentino de la época.
Entre otros importantes reconocimientos internacionales, le fue concedido, en 1989, el Premio Cervantes máximo galardón de las letras castellanas.
El crítico y escritor chileno Fernando Alegría afirmó de él que, “Hijo de hombre” fue la novela inaugural del boom literario latinoamericano.
Aplicaba para consigo mismo una autocrítica tal vez exagerada, que lo llevó más de una vez a quemar algunos borradores de sus escritos. Ecléctico, buscaba siempre perfeccionar la idea, volviendo a escribir de ser necesario, para corregir errores o suplir falencias.
Augusto Roa Bastos se creía mejor narrador que poeta, y si bien su poesía no llegó a tener el esplendor de su prosa cautivante, alcanzó si, una dimensión épico-lírica de admirables rasgos expresivos.
A su libro «Poemas» (1942) pertenece esta composición:
Si alguna vez
Si alguna vez quisieras hablarme, yo estaría
con mi ser aquietado más que un agua nocturna
para la ondulación de tus palabras.
Estaría en la noche sintiendo cómo el roce
de tu voz sobre el alma del silencio me nombra,
¡y yo sin saber dónde arrodillarme…!
Vértebras de caricias reanimarán mis horas.
Palabras con sus bordes tatuados de ternura,
y entre un presagio y un temor, tú misma.
Háblame. Mírame. Tus voces, tu mirada,
desarmarán mis párpados y mi arteria de sombras,
y en ámbitos de un hielo estupefacto,
por liturgia del fuego, mi rosa envenenada.
Será otra vez la lumbre de un corazón más joven.
Las citas literarias revelan de un autor, mucho más que las palabras exactas de una semblanza que lo describa y Augusto Roa Bastos dejó para la posteridad muchas frases de profunda significación, que reflejan sus conocimientos y su sentir profundo.
«En nuestro tiempo, la vergüenza era una prenda que uno llevaba cosida bajo la ropa. Y yo, señor, le diría, que la teníamos zurcida en la piel.»
«Nada enaltece tanto la autoridad como el silencio».
«Pues el hombre, cualquier hombre, sólo vale por la mujer que la acompaña».
«Nadie sabe de qué negras raíces, crece la perversidad de los hombres».
«Hay que poner plazos largos a las dificultades.»
Eligió la libertad cada vez que debió enfrentarse a las tiranías, pero siempre desde una perspectiva humana, de contenido social puro, muy alejada de ambiciones personales.
Vivió su prolongado exilio sin rencores, tomándolo como fuente de enriquecimiento y nunca habló de esas circunstancias en términos de queja. «El extrañamiento, si se desea, despierta lo mejor que llevamos dentro; no las heridas, ni del dolor», comentaba a veces.
En 1982, durante una visita que realizó a su país, fue expulsado del Paraguay y se le confiscó el pasaporte privándolo de su ciudadanía, acusado por el régimen de Alfredo Stroessner de adoctrinar a la juventud, con ideología marxista. En respuesta, en 1983, el gobierno español le otorgó la ciudadanía honoraria por méritos especiales.
En febrero de 1986 publicó una Carta Abierta al pueblo paraguayo, que fue muy difundida en su país y en la que se exigía una transición a la vida democrática.
La represión, las injusticias, la arbitrariedad, la violación de los derechos humanos, le generaban congoja porque los había sufrido en carne propia. Y fue tan humilde, que pidió en el testamento que se ahorrasen las honras fúnebres.
Gran parte de su obra, ha sido traducida a más de veinte idiomas.
La vieja casa del la infancia, la casa original que habitó junto a sus padres Lucio Roa y Lucía Bastos, ya no está. Sólo queda de ella un desvencijado portón de madera reconstruido bajo un pequeño tinglado.
Así lo encontró el viejo escritor, cuando regresó de visita a Iturbe en 1994, luego de casi medio siglo de ausencia obligada y lo llamó «el portón de los sueños». Hoy es un monumento junto a la antigua Estación del Ferrocarril, convertida en museo y Casa de la Cultura.
Augusto Roa Bastos, falleció en su ciudad de origen, Asunción, el 26 de abril de 2005. Pero en el pueblo nunca olvidado de su infancia, «el portón de los sueños», mantiene la historia viva y la comparte en cada visita que hacen al lugar, con quienes fueron alcanzados por la pluma o la palabra de un narrador único y genial.
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Excelente.
Saludos Angel, gracias por seguir el blog
Excelente biografia pude saber mas de este escritor y de esta manera conocer otros libros y obras que hizo. Gracias al talento de su pluma uno encuentra la magia de las tierras latinoamericanas, tal vez esa nostalgia de su tierra fue lo que le llevo a escribir tan bien.
Muchísimas Gracias Roger por seguir el blog y aportar con sus opiniones
Simplemente EXCELENTE
Muchas gracias Martha por seguir el blog
Excelente reseña de este brillante escritor que luchó contra las dictaduras
Gracias María por seguir el blog