Coplas a la muerte de su padre – Las coplas de Jorge Manrique
El volumen o la extensión de una obra como las coplas de Jorge Manrique, nunca han sido características distintivas de un escritor, menos aún un factor determinante para que, como autor, sea reconocido y recordado por la posteridad o rápidamente caiga en el olvido.
El ejemplo de Jorge Manrique es, por demás elocuente, su legado poético literario es muy breve, abarca poco más de cuarenta composiciones que suelen clasificarse en tres grupos: poético amoroso, sátíra burlesca y doctrinal, elaboradas siguiendo criterios convencionales de la poesía cancioneril del período final de la Edad Media; con un tono de galantería erótica velada mediante sutiles alegorías.
Sin embargo, a pesar de la escasa extensión de su trabajo, un poema dentro de ese contexto, sobresale significativamente. Con las Coplas a la muerte de su padre, Jorge Manrique se convertiría en una celebridad eterna y en un hito imprescindible para el estudio de la historia literaria española.
Jorge Manrique, fue un poeta del prerrenacimiento y hombre dispuesto a la acción, tanto en lides heroicas en el campo de batalla como en la vida caballeresca de palacio.
Miembro de una familia de la más rancia estirpe de Castilla, compatibilizó su afición por las letras con la carrera de las armas, participando junto a su padre en las luchas de dinastías, que precedieron al ascenso de los Reyes Católicos al trono hispano.
Ambos pertenecían a la orden de Santiago y combatieron del lado de Isabel la Católica contra los partidarios de Juana la Beltraneja, de la línea sucesoria de Enrique IV de Castilla.
No se conoce con certeza el lugar y fecha del nacimiento de Jorge Manrique, hecho que habría acontecido alrededor del año 1440 en Paredes de Nava, actual provincia española de Palencia; aunque algunos biógrafos e historiadores aceptan también como posible, que Manrique haya nacido en Segura de la Sierra, en la actual Jaén.
Poco se sabe también de su infancia y primera juventud, pero a partir de 1465 hay documentos que lo mencionan asumiendo por completo una conducta de actuación política y militar en concordancia con el proceder de su numerosa familia castellana.
Como sus demás parientes, fue partidario de combatir a los musulmanes y participó en el levantamiento de los nobles contra Enrique IV.
En una de esas batallas, durante el asalto al castillo Garci Muñoz, feudo defendido por el marqués de Villena, fue herido mortalmente de un lanzazo en los riñones. Como consecuencia, pereció el 24 de abril de 1479 en Santa María del Campo Rus.
Sus restos fueron enterrados en la vieja iglesia del Monasterio de Santiago de Uclés (en la provincia de Cuenca).
El novelista y crítico literario español, Azorín, dijo de él:
«Jorge Manrique es una cosa etérea, sutil, frágil, quebradiza. Jorge Manrique es un escalofrío ligero, que nos sobrecoge en un momento
y nos hace temblar».
Y Antonio Machado, otro notable y singular poeta español escribió:
«Entre los poetas míos, tiene Manrique un altar».
La mencionada obra maestra de Jorge Manrique, «Coplas a la muerte de su padre», fue compuesta a raíz del fallecimiento de su progenitor don Rodrigo (1476) y es una elegía funeral escrita con la intención de rendir tributo y homenaje a quien el autor consideraba su ejemplo de vida y modelo de comportamiento y virtudes.
Es un lamento sentencioso rememorando la fugacidad de la existencia con dolorosa melancolía y enfocando aspectos específicos de la vida y de la muerte, de la caducidad inevitable de las cosas materiales y de las veleidades de la suerte y la fortuna.
Las coplas destacan por utilizar un lenguaje accesible y sencillo, alejado de todo exceso de erudición o retórica sofisticada. Un implícito tono exhortativo otorga gravedad profunda a sus versos, conformando, con estilo elegante y sobrio, una evocación serena y nostálgica del tiempo pasado.
En cuanto a la métrica, las Coplas están compuestas en la doble sextilla octosílaba, cuyos versos se dividen en dos semiestrofas iguales de tres versos de arte menor cada una, con terminación quebrada y tres rimas consonantes y correlativas.
La rima correlativa consiste en rimar el primer verso con el cuarto, el segundo con el quinto y así sucesivamente en cada sextilla. Son, por tanto, estrofas de seis versos, el primero, el segundo, el cuarto y el quinto serán octosílabos mientras que el tercero y el sexto serán tetrasílabos. Eso compone un total de doce versos que forman la Copla.
Esta fórmula métrica de la copla de pie quebrado, si bien había sido empleada con anterioridad, a partir la difusión debida a Manrique, también comenzó a denominarese «estrofa manriqueña».
Los versos de pie quebrado, producen por su brevedad, un efecto acústico de eco y agregan a la composición musicalidad y armonía.
El poema a su vez, consta de 40 coplas estructuradas en tres partes.
Estrofas I a XIII
En el comienzo del poema, Manrique despliega consideraciones generales de carácter filosófico y moral, acerca de la fugacidad de la vida, del poder destructor del paso del tiempo y de la muerte. Incorpora reflexiones profundas y emotivas, usando metáforas simbólicas.
Desarrolla en sus versos, una exposición doctrinal en la que se realza el valor de la vida eterna en el más allá, que puede alcanzarse a través del ejercicio de la virtud y cumpliendo las obligaciones propias de cada estado social.
Estrofas XIV a XXIV
En estas estrofas, el autor continúa con una ilustración de la doctrina expuesta en la primera parte. En una serie de ejemplos, relata situaciones en la vida eterna, de hechos y personajes concretos, que corroboran las ideas anteriores y que van desde personajes de la antigüedad (griegos y troyanos a los que cita inadvertidamente) hasta reyes, nobles y cortesanos casi contemporáneos suyos.
El valor nulo de la vida mundana y de los bienes terrenales (sean riquezas, placeres, linaje) se ejemplifican mostrando los efectos del paso del tiempo en una lista de personalidades del poder, a los que la muerte trató igual que «a los pobres pastores de ganado».
Posteriormente el poeta se dirige, «en apóstrofe», a la Muerte, ante la cual no hay defensa posible.
Son once estrofas organizadas alrededor del tópico del «ubi sunt», interpelando directamente a la muerte y sometiéndose a su innegable poder igualitario.
Estrofas XXV a XL
Las coplas que continúan, introducen al tercer tipo de vida, que triunfa sobre las otras dos: la vida eterna, y constituyen la elegía funeral propiamente dicha.
Jorge Manrique exalta las virtudes y hazañas heroicas de su padre; también su muerte
y termina comparándolo con predecesores, apelando a su noble comportamiento demostrado mientras existía, para justificar la merecedora vida eterna.
En las últimas coplas, el autor cede la palabra a la Muerte, para que ella sea la que alabe las virtudes de don Rodrigo y quien lo convenza, de abandonar la vida para entrar en la eternidad.
Finalmente, don Rodrigo Manrique responde a la Muerte aceptando su imposición.
Las Estrofas I a XXIV, probablemente fueron escritas antes de la muerte de su padre, ya que son generalidades escritas al estilo de otras muchas composiciones de la época.
Mientras que las Estrofas XXV al XL, efectivamente fueron escritas por Jorge Manrique con posterioridad al fallecimiento de Don Rodrigo, en Ocaña (Toledo), el 11 de noviembre de 1476 y motivadas precisamente por ese acontecimiento
Coplas a la muerte de su padre – Jorge Manrique
(Fragmentos)
I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente,
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
IV
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas,
sus sabores;
aquel solo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad.
V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
más cumple tener buen tino,
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
…………………………………………………………
XXXI
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas vitorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran caballería
del espada.
……………………………………………………….
XXXVIII
(Responde el Maestre a la muerte)
«Non gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina,
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.»
XXXIX
(Del maestre a Jesús)
«Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
non por mis merecimientos,
más por tu sola clemencia
me perdona».
Final
XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien ge la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria;
y que aunque la vida perdió,
dejonos harto consuelo
su memoria.
La obra fue publicada en Sevilla (1494) con el título «Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, el Maestre don Rodrigo». y el autor, sin pretenderlo, inmortalizando a su héroe como guerrero y caballero cristiano, terminó inmortalizándose a sí mismo como poeta.
El poema de indudable originalidad, establece un punto de transición entre la etapa final del Medioevo y el inicio del período renacentista, jerarquizando a Jorge Manrique como un innovador de su tiempo. Mientras que conserva la forma de las coplas medievales dando poca relevancia a la forma y el estilo, rompe los cánones tradicionales y centra toda la importancia en el contenido haciendo predominar el sentir y el pensamiento sobre la palabra.
De este modo, la lírica castellana pasó del concepto abstracto de la muerte tratada en forma genérica, a centrarse en un individuo concreto, presente en la historia y considerado en su dimensión particular.
Ciertamente, uno de los grandes hallazgos del poeta.
Estos versos de Jorge Manrique, no tienen un valor estrictamente estilístico sino ideológico y conforman mejor poema lírico de toda la poesía medieval castellana.
En definitiva, una obra capital de la literatura española que a criterio de Lope de Vega «merecería estar escrita en letras de oro». Infaltable en cualquier biblioteca y de lectura indispensable para amantes de las letras clásicas exquisitas.
Para saber más:
La «elegía» es una composición poética que pertenece al subgénero lírico y que está motivada por eventuales acontecimientos inevitables que provocan inmensa tristeza y dolor, generalmente la muerte de un ser querido.
Los poetas griegos y latinos, sin embargo, también poetizaban temas placenteros en sus elegías.
Busca en su concepción, transmutar al personaje muerto en palabra viva, utilizando memorias y recuerdos, expresando de manera explícita las razones de una efímera existencia y describiendo en lenguaje poético y´metafórico todo el camino transitado desde un ayer perdido hasta el mañana imaginado.
En épocas medievales, la elegía se denominaba planto o llanto y a partir del siglo XV, comenzó a llamarse defunción, consolatoria, triunfo o coronación.
«en apóstrofe»
Figura retórica, que consiste en interrumpir el discurso para dirigirse con vehemencia a otra persona o a cosas personificadas, que pueden ser reales o imaginarias, generalmente con un tono patético o de lamento.
«Ubi sunt» es un tópico literario utilizado con frecuencia en la Edad Media.
Deriva de la frase latina «¿Ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere?» que traducida al español significa «¿Dónde están o qué fue de quienes vivieron antes que nosotros?»
Proviene de la visión religiosa y fatalista en tiempos medievales, que concebía al mundo como un valle de lágrimas y camino de tránsito hacia la vida celestial.
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bellísima la nota, la disfruté mucho. Gracias.
Muchas gracias Luis, saludos…
…Allí, el manso corazón se asusta,la tristeza habla de la vida y llora
…Atrás, los recuerdos quedan tatuados en
la piel… y una lágrima humedece la nostalgia…porque el amor, es más inmenso que el tiempo…