Emily Brontë – Poesía, mundos imaginarios y cumbres borrascosas en la magia de su pluma.
Emily Jane Brontë (mejor conocida como Emily Brontë) , escribió una única novela en su vida: «Cumbres borrascosas» (Wuthering Heights), pero con los méritos suficientes para llevarla como autora, a la categoría de celebridad en el difícil y restringido mundo de las letras.
Esta obra publicada en 1847 y actualmente considerada una de las mejores narraciones en lengua inglesa, se convirtió en un clásico de la literatura romántica victoriana, no obstante haber sido inicialmente juzgada con dureza por los críticos de esos días, que la catalogaron como muy salvaje, de estilo rudo y de una composición bastante torpe.
El transcurrir del tiempo revirtió las opiniones y paulatinamente, se fueron reconociendo los genuinos valores de uno de los relatos más cautivantes sobre la pasión amorosa, que jamás se haya escrito.
Esa crítica áspera de los comienzos, cuestionaba sobre todo una innovadora estructura de Emily Brontë que establecía considerables diferencias con respecto a las corrientes narrativas basadas en la apreciación de las costumbres y en el idealismo satírico imperantes por entonces, en la restrictiva sociedad británica del siglo XIX.
Inmersa en ese ámbito, toda mujer de esa época vivía en un mundo que no la comprendía. Su papel y sus ocupaciones estaban muy delimitados y la literatura y el arte en general, le estaban vedados. Contra esos prejuicios, Emily Brontë se propuso luchar tenazmente y hasta las últimas consecuencias; con las únicas armas con que contaba: su poesía intuitiva y original, su prosa impetuosa y su espíritu romántico y a la vez indomable.
Emily Brontë, nació en Thornton – Yorkshire, Inglaterra, el 30 de julio de 1818 y tuvo cinco hermanos. Su padre, Patrick Brunty Brunty, de origen irlandés, fue primero aprendiz de tejedor, después maestro de escuela, tutor y, finalmente, ministro anglicano. En sus tiempos de estudiante de Teología, cambió su apellido, transformándolo en Brontë, palabra derivada del griego, que significa «trueno».
El pastor evangelista fue nombrado en 1820 rector de Haworth y la familia completa se mudó a ese lugar. Mary Branwell, su madre, murió en septiembre de 1821, quedando los seis hijos al cuidado de una tía materna sin que nadie explicara a los niños esa situación.
En 1824, cuatro de las cinco hermanas: María, Elizabeth, Charlotte y Emily, fueron enviadas al colegio de Clergy Daughters, en Cowan Bridge (Lancashire), donde María y Elizabeth, enfermaron de tuberculosis y fiebre tifoidea muriendo al año siguiente.
Por esa razón, además de las pésimas condiciones y características del colegio, sumado todo a la rigurosidad extrema de sus reglamentaciones internas, (al punto que hoy podrían calificarse de siniestras), Charlotte y Emily fueron retiradas del internado y llevadas a casa, para ser educadas junto a los otros hermanos Anne y Branwell, el único varón.
Siguieron después años solitarios en la vida de Emily, días de monotonía singular en aquel riguroso paisaje, triste y lúgubre, de los páramos de Yorkshire.
La vegetación salvaje de la región, las nieves y vendavales frecuentes que terminó adorando, forjaron su espíritu y carácter y comenzó a descubrir que el silencio de aquella naturaleza desolada, le permitía percibir vibraciones místicas y sobrenaturales y también experimentar en sus emociones el insondable misterio de la soledad melancólica y el éxtasis de la quietud agreste.
Así, Emily Brontë, la joven ansiosa y apasionada por la literatura, huérfana de madre y con dos hermanas fallecidas, vivió junto a sus otros tres hermanos: Branwell, Charlotte y Anne, una infancia y una adolescencia alejadas de la realidad, que los niños intentaban superar idealizando mundos ilusorios de duendes, fantasmas y espíritus.
Construyeron para ellos, todo un universo de fantasía y paradigmas creativos que atesoraban increíbles narraciones. Y para divertirse en aquel pueblo aislado, transformaron en su imaginación unos soldados de madera que les regalara su padre, en personajes legendarios de una serie de historias que escribieron acerca de reinos ficticios y lejanos nacidos de una inventiva que parecía no tener límites. Los nombres de Glass Town, la «Confederación de la Ciudad de Vidrio», Gaaldine, Angria (o Anglia), propiedad de Charlotte y su hermano Branwell y Gondal, que era el de Emily y Anne, nunca más se borrarían de sus mentes.
Se conservan alrededor de un centenar de cuadernos escritos a mano, iniciados en 1829, de las crónicas de Angria, pero ninguno de la saga de Gondal, iniciados en 1834, a excepción de algunos poemas de Emily Brontë. La relación de estos relatos, con las novelas que después escribieron las hermanas, continúa siendo tema de gran interés para los eruditos.
En 1945, Charlotte descubrió por casualidad las poesías que escribía su hermana Emily y la persuadió, venciendo sus objeciones, de publicar un libro de poesías entre las tres, incluyendo a Anne. Publicaron entonces en 1946, un libro titulado «Poemas» que, con la intención de mantener la privacidad y tratar de evitar los comentarios prejuiciosos que seguramente surgirían sobre su condición de mujeres escritoras, resolvieron firmar con seudónimos masculinos (utilizaron los nombres de Ellis Bell, Currer Bell y Acton Bell, coincidentes con las iniciales de sus nombres reales).
Era conocida la opinión del poeta inglés de la época Robert Southey en ese sentido, “La literatura no es asunto de mujeres y no debería serlo nunca”. Lamentablemente sus expectativas se vieron frustradas y sólo se vendieron dos ejemplares del poemario, que pasó inadvertido sin tener la repercusión esperada.
Las poesías de Emily, sin embargo, destacaron especialmente.
No obstante, el fracaso no desanimó a las hermanas Brontë que insistieron y decidieron escribir una novela cada una, con protagonistas femeninas independientes, valientes e inteligentes, que vivían historias de amor muy apasionadas.
En 1847, Emily logró publicar bajo el seudónimo de Ellis Bell, su novela «Cumbres borrascosas», al tiempo que sus hermanas Charlotte y Anne editaban igualmente «Jane Eyre» y «Agnes Grey» firmando sus obras con los seudónimos ya conocidos.
Tampoco resultó afortunada para Emily la publicación de esta obra, que fue ignorada por el público. Aunque pocos años después en una segunda edición póstuma, Charlotte hizo imprimir una nueva tirada, que comenzaría por fin, el impacto de difusión que perduró largamente y que incluso llegó a inspirar largometrajes, obras de teatro, dramatizaciones radiofónicas y televisivas, un musical y canciones.
Con respecto a la poesía de Emily Brontë, la crítica literaria contemporánea la considera como una de las mejores poetisas en idioma inglés del siglo XIX y sigue siendo admirada por su estilo diferente, su lírica y sus imaginativas referencias personales.
Muestran sus palabras una profunda vitalidad que se nutre de sí misma, transmitiendo sensaciones intensas y revelando que ante la imposibilidad de trascender desde lo físico concentra sus anhelos en lo espiritual, revalorizando los hechos cotidianos y simples y buscando redescubrir el amor a la naturaleza, aún con el aspecto lóbrego del páramo donde transcurrió casi toda su existencia.
Por el contrario, su obra poética fue injustamente postergada y poco difundida en idioma español.
Algunos de los más celebrados poemas de Emily Brontë fueron:
«Recuerdo» (Remembrance)
Frío en la tierra, y la nieve apilada sobre ti,
lejos, muy lejos, el frío en la tumba triste.
¿Me he olvidado de amarte, mi único amor,
cortada al fin por la implacable ruptura del tiempo?
Ahora, en soledad, ¿mis pensamientos ya no flotan
sobre los montes, en esa orilla del norte.
Descansando sus alas en las hojas de helecho,
que cubren tu noble corazón eternamente?
Frío en la tierra, y quince diciembres salvajes
desde los cerros marrones se han derretido en primavera.
¡Fiel, de hecho, es el espíritu que recuerda
después de esos años de cambio y sufrimiento!
Dulce amor de la juventud, perdonad, si me olvido de ti,
mientras la marea del mundo me arrastra hacia adelante.
Otros deseos y esperanzas me atormentan.
¡Las esperanzas que oscurecen, pero no pueden borrarte!
Ninguna luz tardía ha iluminado mi cielo,
ninguna mañana ha vuelto a resplandecer para mí.
Toda mi felicidad vino de tu vida,
toda mi felicidad yace en la tumba contigo.
Pero cuando los días de sueños dorados perecieron
e incluso, la desesperación fue impotente para destruir,
aprendí como la existencia podía ser apreciada,
fortalecida, alimentada sin la ayuda del placer.
Entonces probé las lágrimas de una pasión inútil,
destetada mi joven alma de tu anhelo póstumo.
Severamente negó su ardiente deseo de acelerar
el descenso, hacia esa tumba que será mía.
Y, aún así, no me atrevo a dejarlo languidecer,
no me atrevo a caer en el dolor entusiasta de la memoria.
Una vez bebida profundamente la divina angustia,
¿Cómo podría anhelar el mundo vacío otra vez?
«El viento nocturno»
En la suave medianoche del estío,
una luna despejada brilló,
a través de nuestra ventana
y los rosales bañados en rocío.
Me senté en reflexión silenciosa,
el viento suave agitó mi cabello,
me dijo que cielo era un destello,
y la tierra durmiente, justa.
No necesité sus toques
para alimentar estos pensamientos,
así y todo susurró, diciendo:
“¡Cuán oscuros serían los bosques!”
Las hojas gruesas en mi murmullo
crujen como en un sueño,
y de sus incontables voces es dueño
un instinto que parece arrullo.
Dije, “Ve, apacible murmurante,
tu cortés melodía es única:
pero no pienses que su música
tiene el poder de alcanzar mi mente.”
Juega con la flor perfumada,
la rama tierna del joven árbol
y deja mis sentimientos humanos,
en su propio cauce inquieto.
El vagabundo no me oyó,
su beso se entibió cálidamente:
“¡Oh, Ven!” suspiró dulcemente,
seré yo contra tu voluntad.
¿No fuimos amigos en la infancia?
¿No te he amado hace mucho tiempo?
mientras tú, la noche solemne,
mi canto despertabas con tu silencio.”
“Que cuando repose tu corazón
bajo la fría lápida de cemento,
yo tendré tiempo para el lamento,
Y tú, para estar sola.
«A la imaginación»
Cuando agotados de la extensa jornada
y del terrenal cambio del dolor por el dolor,
perdida, dispuesta a la desesperación,
tu cálida voz me convoca de nuevo.
Mi sincero amigo, nunca estoy sola,
si tu presencia y ese tono me acompañan.
Sin esperanzas descansa el mundo sin tí,
el mundo sin este doble de mí,
tu mundo de astucias, odios y duda,
de frías sospechas sin lugar.
Donde tú, yo y la Libertad,
disfrutan una soberanía muda.
Lo que importa es que todo alrededor,
peligro, angustia y oscuridad,
no rompen las cadenas de nuestra soledad,
donde habita el cielo en su esplendor.
Alimentado por diez mil rayos eternos,
de soles que no han conocido el invierno.
La razón sin dudas habrá de objetar
por la triste realidad de la naturaleza,
explicando que el sufrimiento del corazón es vano
y que sus preciados sueños deben perecer.
La verdad con rudeza busca asolar,
las flores de la fantasía que tímidas asoman.
Pero tú siempre serás el que trae
las cerradas visiones que retornan,
el aliento de nuevas glorias caídas en primavera,
llamando a la vida de la muerte:
Susurrando con la divina voz,
de un mundo real y brillante como tú.
No confío en la dicha de tu fantasma,
pero en las horas quietas de la noche,
con un incesante agradecimiento
te doy la bienvenida, bendito aliento,
Fiel asistente de los humanos deseos,
la más brillante esperanza.
Allí, donde la esperanza muere.
Emily Brönte fue una mística, como lo demuestra su poesía y en «Cumbres borrascosas» dramatiza con estilo exaltado, su percepción intuitiva de la naturaleza de la vida.
Su trágico destino personal, así como su precocidad y la confrontación con la muerte, primero de su madre y luego de sus dos hermanas mayores, circunstancias que penetraron profundamente en su alma e influyeron en la concepción de sus obras; indudablemente han contribuido también a cimentar su reputación y, por extensión, la de sus familiares cercanos.
Tan solo había vivido treinta años, cuando muere en Haworth, 19 de diciembre de 1848, como consecuencia de una infección respiratoria, probablemente asociada a tuberculosis. Sus restos descansan en la iglesia de San Miguel de Todos los Santos en Haworth, West Yorkshire, Inglaterra.
Su antiguo hogar, la destartalada casa parroquial de Haworth, un lúgubre edificio de piedra gris junto al cementerio, donde Emily Brontë y sus hermanas residieron la mayor parte de sus vidas, se ha transformado en un lugar de peregrinación, un museo que cada año recibe a cientos de miles de visitantes provenientes de todo el mundo, que acuden interesados en conocer un poco más los pormenores del mundo íntimo de una escritora que, con pluma de soledad y nostalgias, narró una gran historia de amor maravillosa y trágica.
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