Juan Crisóstomo Lafinur, tío bisabuelo de Jorge Luis Borges – Un Poeta auténtico más allá de los tiempos
Los hechos y acontecimientos que jalonaron la vida del poeta, filósofo y educador argentino Juan Crisóstomo Lafinur, lo sitúan por mérito propio, en una posición encumbrada que excede con creces la mera circunstancia de compartir el árbol genealógico con su sobrino bisnieto Jorge Luis Borges, ese autor de excelencia y figura descollante de la literatura argentina y universal.
Juan Crisóstomo Lafinur nació en La Carolina (Provincia de San Luis, Argentina) el 27 de enero de 1797. Era hijo del español don Luis Lafinur y de la criolla Bibiana Pinedo de Montenegro, quienes para dedicarse a la minería del oro, se radicaron en esa localidad puntana convertida en una aldea progresista por la fama que las arenas y los cerros dorados le habían dado.
Años más tarde la familia Lafinur se trasladaría a Córdoba y Juan Crisóstomo pudo ingresar en el Colegio Monserrat. En 1810 se inscribió como alumno de la Universidad alcanzando a cursar tres grados: bachiller, licenciado y maestro de Artes (Filosofía). Fue expulsado de la casa de altos estudios en 1814 por razones políticas e intolerancia ideológica, sin haber podido cursar los tres grados siguientes de Teología.
En ese mismo año se incorporó en Tucumán, como ferviente patriota y revolucionario que era, al ejército del Norte que libraba las guerras emancipadoras contra las fuerzas realistas de la corona de España. Abandonada su carrera militar al obtener la baja del servicio en 1817, se estableció en Buenos Aires en 1818, comenzaba allí a cobrar forma la etapa intelectual de su vida con una prédica levantada siempre a favor de la organización democrática y liberal del país. Lector apasionado, la Revolución de Mayo de 1810 había permitido la difusión de libros y autores prohibidos hasta entonces: Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Diderot, entre otros y Lafinur supo sacar invalorable provecho de esas lecturas.
Su actividad es intensa en la Capital argentina, escribe poesía, escritos periodísticos, se vincula a la Sociedad para el fomento del Buen Gusto en el Teatro, elabora composiciones musicales y termina ganando por concurso de oposición, una cátedra para dictar Filosofía en el Colegio de la Unión del Sud. Ocupó esa cátedra entre 1819 y 1820 pero debió abandonarla ante la decidida oposición que contra ella se generó. Seguidamente, Lafinur se refugió en la Sociedad Secreta Valeper, desde donde siguió bregando por la transformación docente en el país y por la secularización de sus estudios.
Se alejó después de Buenos Aires con destino a Mendoza, transcurría ya el año 1821. En el Colegio de la Santísima Trinidad de la ciudad cuyana, se dedicó a enseñar filosofía, literatura, música y francés, basándose en los mismos principios de la filosofía moderna que había utilizado en Buenos Aires. Pudo defender al comienzo esos principios que impartía en las aulas, pero una vez más, la airada oposición clerical a sus métodos derivó en su expulsión del colegio. Debió entonces emigrar al destierro en Chile, pagando con el exilio su convicción filosófica y sus luchas por lograr la reforma de la enseñanza.
Establecido en Chile en 1822, se relacionó al ámbito del periodismo, iniciando además estudios que le permitieron graduarse en derecho civil en la Universidad de San Felipe.
Al año siguiente en julio de 1823, se casó con Eulogia Nieto, una dama de la sociedad de Santiago de Chile. Pocos y fugaces habrían de ser los momentos de felicidad matrimonial en aquellos días de vida agitada; como consecuencia de las graves heridas sufridas al caerse accidentalmente de su caballo, falleció el 13 de agosto de 1824.
Juan Crisóstomo Lafinur, hombre de noble carácter y espíritu selecto, está considerado como uno de los primeros poetas argentinos, también uno de los forjadores de la educación nacional. Combatió el fanatismo, la intolerancia, la rutina ociosa y la ignorancia. Fue el primero en enseñar filosofía sin recurrir a la religión como guía censora, procurando despertar en sus interlocutores la necesidad de pensar en libertad. El escritor e historiador Juan María Gutiérrez lo bautizó como “el poeta romántico de nuestra época clásica”.
A pesar de haber muerto muy joven, a los 27 años, su obra lírica muestra un estilo de sobria madurez y solvencia inusuales, características que se advierten nítidamente en los poemas aquí transcriptos:
A una rosa
Señora de la selva, augusta rosa,
orgullo de septiembre, honor del prado,
que no te despedace el cierzo osado
ni marchite la helada rigurosa.
Goza más; a las manos de mi hermosa
pasa tu tronco; y luego el agraciado
cabello adorna, y el color rosado,
al ver su rostro, aumenta vergonzosa.
Recógeme estas lágrimas que lloro
en tu nevado seno, y si te toca
a los labios llegar de la que adoro,
también mi llanto hacia su dulce boca
correrá, probáralo, y dirá luego:
esta rosa está abierta a puro fuego.
La amistad
Amistad es amor; pero su llama
arde sin consumirse. Esta luz pura,
soplo de la virtud, mientras más dura
más el alma sostiene, más la inflama.
En el llagado corazón derrama
el bálsamo dichoso con que cura,
de un amor insensato y sin ventura
cuando en su auxilio la razón le llama.
Es fina, pero libre de ansias crueles,
celosa sin rivales, está exenta
del desamor probar las duras hieles,
la virtud ha tomado por su cuenta,
perpetuar la fe, las ansias caras
que dos almas juraron en sus aras.
El amor
Es llorar y es gozar, rabia y ternura,
delirio que a prudencia se parece;
una hoguera encendida que más crece
mientras más se resiste a la bravura.
Un amante es enfermo que no cura,
pero con sus mismas llagas se envanece;
la soledad le agrada y le entristece,
el tiempo es corto y largo, tarda y dura.
Se halla solo en la estancia concurrida,
si se le habla responde fastidiado;
no hay cosa que no vea parecida,
al objeto que causa su cuidado.
¿qué es el amor, se pregunta? yo concluyo:
Vivir un alma en un cuerpo que no es suyo.
Juan Crisóstomo Lafinur también es el autor de un poema sentido, en el que advierte y describe un flagelo que azota al mundo desde tiempos inmemoriales, el terrorismo fanático. Escrito a comienzos del siglo XIX, sus versos parecen hoy más vigentes que nunca:
El fanatismo
¿Cuál es ese monstruo fiero
que ha devastado la tierra,
declarando al justo guerra,
y ensalzando al embustero?
¿Quién al que al hombre sincero
Le calumnia de ateísmo?
El fanatismo.
¿Cuál es la causa fatal
de la falta de instrucción,
de haber tanto motilón
y de propagarse el mal?
¿Quién el de que un animal
nos elogie el servilismo?
El fanatismo.
¿Cuál el que a los tiranos
protege en sus agresiones,
y fomenta disensiones
entre amigos y entre hermanos?
¿Quién el que a los ciudadanos
les extingue el patriotismo?
el fanatismo.
¿Cuál ha sido el instrumento
para oprimir al virtuoso
y para que el poderoso
le cause al débil tormento?
¿Quién formó tanto convento,
escuela de barbarismo?
El fanatismo.
¿Cuál hace que las esposas
abandonen a sus hijuelos,
y los dejen por los suelos
por ser devotas ociosas?
¿quién patrañas horrorosas
forjó para el terrorismo?
El fanatismo.
¿Cuál tiene el país desierto,
destruye la agricultura,
hace triunfar la impostura,
y negar aún lo más cierto?
¿Quién a tanto brazo muerto
da vida y al egoísmo?
El fanatismo.
¿Cuál es el que a los chilenos
sus glorias quiere eclipsar,
y pretende fascinar
para arruinar a los buenos?
¿Quién amortigua en sus senos
el odio al cruel despotismo?
El fanatismo.
Y ¿quién a ese fanatismo
Le da tal preponderancia?
la malicia de los unos,
de los otros la ignorancia.
Jorge Luis Borges y Juan Crisóstomo Lafinur, su primer antepasado en la literatura.
Jorge Luis Borges, como muestra de admiración por su antepasado le dedicó su ensayo “Nueva refutación del tiempo” escrito entre 1944 y 1946 y luego recopilado en su libro «Otras inquisiciones».
En la obra citada Borges escribe a modo de reflexión: «…el tiempo no sólo existe para divertimento de los filósofos sino que, además, rige la vida cotidiana. Su demolición no es tarea fácil». » (…) A lo largo de la Nueva refutación del tiempo, Borges reelabora su argumentación de que el tiempo no existe de diversas maneras.
«…Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.» (…)
Y en una nota preliminar a modo de prólogo, el célebre escritor expresa:
«…Una palabra sobre el título. No se me oculta que éste es un ejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictio in adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) una refutación del tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal, que instaura la noción que el sujeto quiere destruir. Lo dejo, sin embargo, para que su ligerísima burla pruebe que no exagero is importancia de estos juegos verbales. Por lo demás, tan saturado y animado de tiempo está nuestro lenguaje que es muy posible que no haya en estas hojas una sentencia que de algún modo no lo exija o lo invoque.» (…)
«Dedico estos ejercicios a mi ascendiente Juan Crisóstomo Lafinur, que ha dejado a las letras argentinas algún endecasílabo memorable y que trató de reformar la enseñanza de la filosofía, purificándola de sombras teológicas y exponiendo en la cátedra los principios de Locke y de Condillac. Murió en el destierro; le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir.»
Cuando en 1976 Borges publicó su libro «La Moneda de Hierro», también incluyó un soneto en su honor titulado con el nombre del prócer puntano:
Juan Crisóstomo Lafinur
El volumen de Locke, los anaqueles,
la luz del patio ajedrezado y terso,
y la mano trazando, lenta, el verso:
La pálida azucena a los laureles.
Cuando en la tarde evoco la azarosa
procesión de mis sombras, veo espadas
públicas y batallas desgarradas;
con Usted, Lafinur, es otra cosa.
Lo veo discutiendo largamente
con mi padre sobre filosofía
y conjurando esa falaz teoría
de unas eternas formas en la mente.
Lo veo corrigiendo este bosquejo,
del otro lado del incierto espejo.
Por otra parte, María Kodama viuda del afamado autor, en un acto celebratorio del décimo aniversario de la repatriación de los restos de Lafinur a su terruño, manifestó: “Borges admiraba a Lafinur porque era una persona que se adelantaba a su tiempo y tenía ideas muy claras sobre la formación de la juventud y el país”, agregando luego, que el autor de «El Aleph» consideraba además dignos de profundo respeto, la rebeldía y las convicciones que enmarcaron y dieron un sello distintivo a la vida de su tío bisabuelo.
Los restos de Juan Crisóstomo Lafinur fueron repatriados por el gobierno de la provincia de San Luis en el año 2007 y descansan actualmente en su pueblo natal, depositados en un Mausoleo construido con un diseño muy original en relación al ajedrez, en granito rosado y blanco, y es un sitio de recordación permanente.
También en el lugar, al pie del cerro Tomolasta a 2000 mts de altura sobre el nivel del mar, fue erigido en honor al poeta el Museo de la Poesía Manuscrita, inaugurado el 8 de agosto de 2007.
Para conocer más:
John Locke FRS (Wrington, Somerset, 1632 – Oaks, Essex, 1704) fue un filósofo y médico inglés, considerado como uno de los más influyentes pensadores del Siglo de las Luces y conocido como el «Padre del Liberalismo Clásico».
FRS la sigla en inglés significa Miembro de la Royal Society. Es un honor concedido para distinguir científicos y una categoría de afiliación de la Royal Society. Los miembros tienen derecho a poner las letras FRS después de su nombre. Son elegidos hasta 44 miembros cada año mediante votación de los miembros existentes. Los candidatos deben ser nacionales o residentes en Reino Unido, la República de Irlanda o en países de la Commonwealth. Científicos destacados de otros lugares pueden pertenecer como miembros extranjeros.
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Poetas, habrán muchos, pero Hombres, no tantos. Lafinur prefirió el exilio porque en otras partes se puede vivir sin mordaza.
Muchas gracias Graciela por su comentario…