Historias que cambian historias – Gabriela Mistral y Doris Dana
«Tal vez fue una locura muy grande entrar en esta pasión. Cuando examino los primeros hechos, yo sé que la culpa fue enteramente mía»
Este es el texto que se lee en una misiva escrita por la poetisa chilena Gabriela Mistral y dirigida a Doris Dana, fechada el 20 de abril de 1949 en Veracruz (México), donde la escritora residía circunstancialmente. Pasó desapercibida o disimulada en aquellos años y quedó como un hecho anecdótico en la biografía de la excepcional autora trasandina, que incluso dio letra para la publicación de tarjetas, algún póster de contenido romántico y frases ampliamente difundidas a través de redes sociales e internet.
Pero la historia comenzó a cambiar cuando en el año 2009 se publicó en España, el libro «Niña errante: Cartas a Doris Dana»; que recopila la correspondencia mantenida entre ambas mujeres durante casi nueve años (desde 1948 a 1956). Las cartas cuentan una intensa historia que incluye fragmentos de amor y pasión encendida entre la ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1945 y una joven 31 años menor que ella, quien se convertiría pasado el tiempo, en su viuda literaria y albacea de los bienes materiales e intelectuales de Gabriela Mistral.
El volumen sólo incluye una veintena de cartas escritas por Doris Dana y más de doscientas de Mistral. Ambas coinciden describiendo una atracción a primera vista sentida por ellas y a lo largo del contacto epistolar que mantuvieron se inicia y va acentuando una relación apasionada, que terminó obsesionando a la poetisa autora del inolvidable poema «Besos» (Ver poema).
«Cuando tú vuelvas, si es que vuelves, no te vayas enseguida. Yo quiero acabarme contigo y quiero morirme en tus brazos”, (fragmento de una carta de Gabriela Mistral a Doris Dana, diciembre de 1948).
«Tú no me conoces todavía bien, mi amor. Tú ignoras la profundidad de mi vínculo contigo. Dame tiempo, dámelo, para hacerte un poco feliz. Tenme paciencia, espera a ver y a oír lo que tú eres para mí», (escribió Mistral a Dana el 22 de abril de 1949).
«Tengo para ti en mí, muchas cosas subterráneas que tú no ves aún», anotó Gabriela Mistral en una libreta, en la que Dana añadió: «Quiero conocer esas cosas subterráneas y tú sabes bien que tengo confianza, muchísima confianza. Te he dado a ti la prueba de esa confianza».
«Lo subterráneo es lo que no digo. Pero te lo doy cuando te miro y te toco sin mirarte», continúa Mistral. «¿Y piensas tú que en mi mirada a ti y mi manera de tocarte no hay cosas que yo pueda decir o mostrar? He vivido siglos buscándote a ti», responde Doris Dana.
«Estoy viviendo la obsesión, amor. Yo no sabía hasta dónde eso -lo vivido- ha cavado en mí, hasta dónde estoy quemada por ese punzón de fuego, que duele igual que la brasa ardiendo sobre la palma de la mano”, escribió la poetisa en otra misiva a Dana, y ésta contestó: “Mi amor. Todo lo bonito me habla de ti. ¡Siempre tú estás conmigo! Veo el cielo y pienso: este mismo cielo toca la cabeza de mi querida. Yo me pongo en el viento y en la lluvia tierna, para que estos, viento y lluvia, puedan abrazarte y besarte por mí».
También fueron frecuentes los instantes de dolor, lágrimas y reproches y los períodos de silencio y distancia en el agitado devenir diario de esa relación clandestina. Y muchas veces fue difícil para aquella joven proveniente de una familia aristocrática estadounidense, acompañar a Mistral en sus viajes, como la escritora pretendía.
Gabriela Mistral tenía 59 años y vivía en Santa Bárbara, California, cuando conoció a Doris Dana, una joven escritora neoyorquina de 28 años muy hermosa, que tenía un parecido físico asombroso con la actriz Katharine Hepburn. Quedó fascinada y la amistad nacida espontáneamente en ese encuentro se convirtió en necesidad y en un amor incontenible, imposible de extinguir. Nunca dejaron de vivir juntas hasta el fallecimiento de la poetisa.
Doris Dana, había visto por primera vez a Gabriela Mistral mientras la poetisa dictaba una serie de conferencias en el Barnard College de mujeres de la Universidad de Columbia, invitada por la ex primera dama Eleanor Roosevelt. Y fue ella quien, tomando la iniciativa, la contactó por carta. La excusa que utilizó fue una traducción al alemán que había realizado de un texto de Mistral en homenaje al también Premio Nobel de Literatura Thomas Mann, escritor alemán nacionalizado estadounidense. El tono empleado en la nota para presentarse fue de admiración y muchísimo respeto, casi de veneración hacia la ilustre autora:
Mi querida Maestra:
Me he tomado la libertad de mandarle, a nombre de la New Directions Press, el ejemplar destinado para usted de “The Stature of Thomas Mann”.
De haber sido posible hubiera preferido, desde luego, gozar del privilegio de poner este libro personalmente en sus propias manos. En una época acribillada de comercialismo, un volumen como éste es digno de tal gracia y dignidad.
Pero en una época histórica, en la que los formalismos y las convenciones sociales imperantes y las ideas restrictivas y discriminatorias establecían las pautas de comportamiento, era imposible que una historia con esas características saliera a la luz. Como se ha repetido hasta el cansancio en cada biografía conocida, Doris Dana era descripta por todos los allegados y la gente en general, como asistente o secretaria personal. Nada más.
El mito de Gabriela Mistral
Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, era para su tiempo una rara avis: mujer, de origen humilde y provinciana. Había sido la primera persona iberoamericana laureada con el Premio Nobel de Literatura y era considerada uno de los pilares fundamentales del patrimonio cultural de Chile.
No obstante, durante décadas, Mistral fue vista en su tierra natal como una mujer hosca de mirada impenetrable y considerada como “La maestra beata”, un encasillamiento que a ella no le agradaba. Otros la llamaban «la divina”, incluso “la santa”. Así, la historia la despojó de las pasiones propias de una mujer y envolvió en una especie de nebulosa todos los aspectos de su vida personal. Fue inmortalizada como una señora asexuada y triste, que escribía poemas y rondas de niños para todos los hijos que no pudo tener.
Errante incansable, se fue de Chile a recorrer el mundo a los treinta y tres años. A partir de 1933, y durante un período de dos décadas, desempeñó tareas consulares para su país en ciudades de Europa y América. La verdadera historia personal quedó sepultada.
Volvió al terruño en 1953, año en que fue recibida por sus compatriotas con todos los honores y reconocida por la Universidad de Chile con un Doctorado Honoris Causa.
Desgraciadamente, los mismos que quisieron mostrar una imagen divinizada de ella, le negaron el derecho a que su relación con la compañera, cómplice y confidente de tantos años fuera aceptada; aparentando esa relación a un rumor malintencionado.
Miraban para otro lado cuando se hablaba de las evidencias y se irritaban ante la mera mención de su homosexualidad. Gabriela en definitiva, decidió por sí misma cuidar su amor, protegerlo de los rumores y las condenas y vivir a su modo.
Las opiniones acerca de la supuesta homosexualidad de Mistral habían generado interminables y ácidas polémicas y las propias palabras de la escritora contribuyeron alimentando esa polémica: «De Chile, ni decir. Si hasta me han colgado ese tonto lesbianismo, y que me hiere de un cauterio que no sé decir. ¿Han visto tamaña falsedad? (…) No se desea volver a lugares del mundo donde se hace con los propios asuntos una novela policial. Yo no soy ningún dechado; tampoco una cosa extraordinaria. Yo soy una mujer como cualquier otra chilena». (Escrito en su diario íntimo, publicado con el título «Bendita mi lengua sea».
La evolución de las costumbres sociales y los cánones que rigen las relaciones humanas han variado significativamente y hoy la orientacion sexual que la singular escritora pudiera haber tenido es un dato absolutamente irrelevante.
Lo importante, lo trascendente es su incomparable y monumental obra literaria. Y que siempre será una poetisa de excelencia superlativa para las letras y la lírica universales.
Gabriela Mistral publicó en el año 1922 su primer libro «Desolación» (Ver nota), un poema de esa obra parece premonitorio:
Escóndeme
Escóndeme, que el mundo no me adivine.
Escóndeme como el tronco su resina, y
que yo te perfume en la sombra, como
la gota de goma, y que te suavice con
ella, y los demás no sepan de dónde viene
tu dulzura…
Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadas
de su sitio; como las raíces abandonadas
sobre el suelo.
¿Por qué no soy pequeña, como la almendra
en el hueso cerrado?
¡Bébeme! Hazme una gota de tu sangre, y
subiré a tu mejilla, y estaré en ella como
la pinta vivísima en la hoja de la
vid. Vuélveme tu suspiro, y subiré
y bajaré de tu pecho, me enredaré
en tu corazón, saldré al aire para volver
a entrar. Y estaré en este juego
toda la vida…
Doris Dana falleció a fines de 2006 y rechazó en todo momento, incluso después de la muerte de la poetisa, que hubiese habido una relación sentimental entra ella y la célebre escritora. Lo negó, al punto de afirmar que Gabriela la quería a ella solamente como a una hija. De haber querido mantener el secreto eternamente, hubiera eliminado esa abundante correspondencia, ¿por qué no lo hizo entonces?. Ya nadie lo sabrá.
Pero el amor en palabras ardientes que estaba escrito en tantas cartas perfectamente resguardadas, era un testimonio abrumador de ese sentimiento que ambas mantuvieron oculto y escondieron a los ojos intolerantes de un mundo que condenaba, sin piedad ni compasión, a los osaban vivir a pleno la libertad de amar.
Gabriela opinaba que nunca debía hacerse pública una correspondencia intima. “Nací con la noción de que una carta es confidencia…yo, en quien se han vaciado muchas conciencias, no he publicado jamás una carta ajena. ” afirmaría irritada la escritora cuando una de sus cartas se dio a conocer estando en vida.
Muerta Doris Dana, su herencia recayó entonces en su sobrina Doris Atkinson, quien donó al Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile todo el valioso legado literario, 168 cajas con más de 40.000 documentos, poemas inéditos, manuscritos y cinco álbumes de fotos.
Analizando todo este material de íntimas confesiones, fueron despejándose paulatinamente las dudas, sobre aquel impenetrable terreno baldío que pareció ser la vida amorosa de la poetisa.
Víctima de una enfermedad terminal, Gabriela Mistral falleció el 10 de enero de 1957 a los 67 años, en el Hospital General de Hempstead, en Nueva York. No murió sola, en todo momento estuvo asistida por Doris Dana.
Sus restos fueron trasladados a Chile el 19 de enero de 1957 y fueron velados en la Casa Central de la Universidad de Chile, donde 400 niñas del Liceo Nº 6, del que Gabriela fue su primera directora, hicieron guardia de honor.
Permanecieron allí hasta el 21 de enero en que fueron sepultados definitivamente en Montegrande, tal cual era su deseo.
Alguna vez había mencionado otro íntimo anhelo: que un cerro de Montegrande fuera bautizado en su honor; lo consiguió póstumamente: el día 7 de abril de 1991, en el que hubiera sido su cumpleaños número 102, el cerro Fraile pasó a llamarse Gabriela Mistral.
Si te ha interesado la nota por favor valora la misma para los demás lectores:
No fue errante por gusto. La aristocracia chilena no la quería, porque era autodidacta , y el pdte. Pedro Aguirre Cerda la nombró Directora de varias escuelas, aún sin tener título universitario. Por eso,cuando le ofrecieron trabajo en México no dudó en irse.
Excelente artículo.
Excelente
El amor no tiene fronteras y nada lo detiene, si existió o no su relación íntima ellas se llevaron su verdad! Quien puede decir que no fueron totalmente felices…..o un corazón herido tuvieron por ese bello sentímiento no aceptado no comprendido!Fue una gran escritora y dejó un impresionante legado! Su vida personal le pertenecía!
Solo fueron dos adelantadas a la época, es una nota imperdible que nos muestra la humanidad de los seres, disfrutamos de sus poemas y cultivamos nuestros sentires , gracias por estar.
Muchas gracias Josefina por seguir el blog y aportar
Una poetiza maravillosa, que ha llenado de orgullo a nuestra naciòn, pero que sobretodo ha llenado de emocion, de magia, y de sueños las horas de muchos de nosotros. Gracias por el articulo. El amor solo es amor, y es tan lindo cuando alguien se atreve a sentir. Gracias Gabriela y gracias Doris por no destruir esas cartas que haran llenarse de encanto y suspirar a mas de alguien
Muchas gracias Maria Cristina por seguir el blog y aportar
Excelente, gracias por dar conocer tan bella historia.