Romance de la pena negra – Poema número VII del Romancero Gitano – Federico García Lorca
El Romancero gitano es una de las obras poéticas más celebradas y aplaudidas que se hayan editado en lengua española durante la última centuria. Nacida de la magia creativa de un autor genial, Federico García Lorca, fue publicada originariamente en la Revista de Occidente en Madrid en el año 1928, y Romance de la pena negra es parte de esta majestuosa creación.
El Romancero gitano (Ver reseña) está compuesto por dieciocho romances que narran en versos, un abanico de temas enfocados a dos argumentos primordiales, Andalucía y la cultura gitana y sus ancestros, tratados de manera metafórica y mística.
«Si con tres sílabas basta
para decir el vacío
del alma que está sin alma
So-le-dad.»
José María Pemán
El Romancero Gitano refleja con verismo, las durísimas condiciones de supervivencia de un pueblo discriminado y marginado socialmente. Un pueblo que se siente perseguido por las autoridades y lucha denodadamente contra esa persecución.
García Lorca centra su interés no en describir una situación concreta, sino en la confrontación permanente que se produce una y otra vez entre fuerzas en pugna. En un poema que describe la disputa entre la guardia civil y los gitanos, llama a estos bandos romanos y «cartagineses», para dar a entender esa interpretación unívoca del conflicto.
Este célebre andaluz, defensor a ultranza de la sangre de esa descendencia sin embargo, y aunque popularmente se le conociera como poeta de los gitanos, rechazaba tal apelativo, sosteniendo que «ser Andaluz no es ser gitano, aun cuando todos los andaluces seamos algo gitanos. Mi gitanismo es un tema literario. Nada más».
Reconocido por el mismo, ese tema no fue materia excluyente en su obra, sólo un asunto de poesía, ni siquiera de sociología o política.
En la singular obra que es Romancero gitano, destaca un poema que el propio autor granadino considera lo más representativo del libro y es el séptimo del poemario; se titula Romance de la pena negra y aparece dedicado a José Navarro Pardo, quien fuera profesor de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada y amigo entrañable del poeta.
El título del romance tiene un significado especial. La pena de Soledad Montoya que es el cimiento, el germen de la idiosincrasia del pueblo andaluz. No equivale a la angustia porque con pena también se puede reír. No es dolor que nubla la visión puesto que jamás produce llanto; pero es un anhelo indefinido, un amor sin respuesta, una certeza de que la muerte está esperando a la vuelta de algún recodo. Soledad no experimenta en sí misma la pena negra; ella es y personifica la pena negra. Las palabras exactas escogidas por García Lorca, le otorgan un tono de tristeza que es muy obvio.
La mujer del poema, “Soledad Montoya” es la gitana que crea Federico García Lorca para capturar en una concepción simbólica, la idea fundamental que orienta su pensamiento: la vida difícil, triste y solitaria de esa raza sometida a los límites estrictos impuestos por la realidad o por las convenciones sociales. La frustrada búsqueda individual de identidad propia de sus integrantes, un destino que parece no permitirles la realización personal para descubrirse a si mismos. Esas son en esencia, las causas que llevan a su pena triste.
El poeta eligió a conciencia y con maestría encomiable el nombre para esa mujer, Soledad y el apellido Montoya, de rancia estirpe y reciedumbre gitana. Ella encarna al personaje pero en la obra hay solamente una protagonista: La pena.
Romance de la pena negra – Romancero Gitano – Federico García Lorca
Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.
Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!
Gracía Lorca decía reflexionando acerca de su inagotable creatividad poética: «Pero, ¿Qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores.
En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios -o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema».
Fue un poeta intuitivo, pero el arte de escribir poesía (de acuerdo a sus convicciones) requiere concentración y reflexión previa. Exige esmero y prolijo cuidado, tratando de encontrar para cada palabra la rima necesaria y el ritmo para llegar a una conjunción de belleza conceptual y metafórica.
En ese doble proceso de elaboración del Romancero gitano, pudo reunir armónicamente la gracia del don innato que tiñó su estilo con la técnica trabajada rigurosamente. Arte e inspiración, incorporando además método, esfuerzo y disciplina. La lúcida idea inspiradora del inicio con el trabajo de lima y cincel de un artífice, sintetizados para dar forma a una obra maravillosa.
Pasión por el dibujo
Paralelamente a su profusa obra poética, García Lorca convirtió en realidad otra de sus pasiones, el dibujo al que consideraba como un desahogo o una evasión. Bosquejos, figuras, caricaturas, la mayoría a lápiz, con líneas imprecisas, otros coloreados casi de una forma infantil, le acompañaron desde su infancia y sobre todo desde su época de permanencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid, junto a Salvador Dalí, Luis Buñuel o Pepín Bello, y otros notables intelectuales y artistas que engendraron el movimiento del surrealismo español.
Plasmó esa inquietud ilustrando muchas de sus trabajos literarios. En el caso de Romance de la pena negra, dibujó a Soledad Montoya con agudo sentido estético y colorida plasticidad,delineando elocuentes curvas para reforzar los rasgos femeninos y la profunda sensibilidad.
Sin importar el tiempo transcurrido desde su fallecimiento, la obra poética de Federico García Lorca se mantiene por mérito propio en la cúspide de la literatura universal. Es el reflejo de un sentimiento trágico de la vida que influyó decididamente en distintos autores y corrientes literarias que le sucedieron.
En su poesía conviven la tradición popular y la culta. García Lorca logró fundir el lenguaje narrativo con el lírico, sin que ninguno de ellos pierda su calidad, recogiendo así toda la historia y tradición del romancero.
Para conocer más:
Soledad Montoya se constituyó en uno de los personajes que más impresionaron a García Lorca desde su niñez. Feliz casualidad que se llamara Soledad, nombre tan apropiado para esta mujer que es, según el poeta, «la concreción de la pena sin remedio, de la pena negra de la cual no se puede salir más que abriendo con un cuchillo un ojal bien hondo en el costado siniestro».
Fue una cantaora y bailaora flamenca, a quien las crónicas de la época elogiaban sus aptitudes artísticas: “bailando con muchísima gracia y moviendo la cimbreada cintura con un acento particular; en la boca, un nido de jilgueros: cantaba la pobre por seguidillas lo mismo que por polos o se arrancaba por malagueñas y así todo el repertorio del cante jondo.”
Murió en un confuso episodio de un tiro en la frente, en un salón de baile en la ciudad de Buenos Aires. Los testigos que presenciaron el infortunado hecho no lo describieron como un crimen, sino como un trágico accidente, a pesar de que el autor del disparo, plenamente identificado, había sido la pareja que le acompañaba, un joven de 22 años llamado Carlos Rivero.
En el periódico madrileño “La Epoca” del 4 de marzo de 1891 y también en “La Correspondencia de España” del día siguiente, figuraba un breve reseña que hacia referencia a ese acontecimiento. Días después, gran parte de la prensa madrileña, se hacía eco de la noticia que encabezaba con el título de “Muerte de una Flamenca”.
Bien se podrían haber escrito en su epitafio los cuatro primeros versos del “Romance de la Pena Negra”, que se publicó 37 años después de este suceso: «Las piquetas de los gallos, cavan buscando la aurora…»
El romance en la lírica española
El romance es una composición lírica de origen español que comenzó a popularizarse a finales del siglo XIV y albores del siglo XV, época en que se recopilan por primera vez de manera escrita en colecciones denominadas romanceros.
Surgió de la transmisión oral de poemas anónimos por parte de los juglares. El filólogo Ramón Menéndez Pidal, sostiene que el romance tiene su cuna en la fragmentación de los cantares de gesta y epopeyas medievales. Desde ese entonces el género ha sido cultivado por grandes escritores españoles e hispanoamericanos de diversas generaciones y corrientes literarias.
Puede definirse el romance como un poema narrativo que se interpreta declamando, cantando o intercalando canto y declamación. Está compuesto en estrofa libre, es decir una serie indefinida de versos generalmente octosílabos, con rima asonante en los pares y los impares sueltos.
El flamenco es una expresión artística de raíces genuinamente españolas, o, para ser más exactos, del sur de la península ibérica. Se manifiesta en tres formas: el cante, el baile y la guitarra. Los orígenes del flamenco son atribuídos a los gitanos que han desempeñado un papel importante en su invención. Pero no pueden dejarse de lado las canciones y los bailes populares de toda Andalucía que también han influido significativamente en el nacimiento de este particular arte del flamenco.
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Bello y doloroso! Poema que Federico , solo el describe la pena , el infortunio! El amor!
Magistral !!!
Gracias Arturo por seguir el blog y acompañarnos
Todos los romances de Federico García Lorca tiene ese quiebre de dolor que se va acentuando hasta el final.