Gloria Fuertes. Compromiso social y poesías para la niñez
Los aciagos acontecimientos que se desarrollaban en vastos territorios del mundo durante la Primera Guerra Mundial, habían arrastrado a todo el continente europeo hacia un abismo insondable de miseria, dolor y muerte. La pobreza extrema y el hambre obligaban a la gente a trabajar de sol a sol en condiciones inhumanas, buscando sobrevivir y seguir adelante. En ese terrible verano español del año 1917, ensombrecido por las derivaciones de la tragedia bélica; nacía Gloria Fuertes, una escritora destinada a convertirse en símbolo de inconformismo, rebeldía y compromiso social y sobretodo en un carismático emblema de la poesía infantil.
…La gente dice:
Pobres tiene que haber siempre
y se quedan tan anchos
tan estrechos de miras,
tan vacíos de espíritu,
tan llenos de comodidad.
Yo aseguro
con emoción,
que en un próximo futuro
sólo habrá pobres de vocación.
Esto escribió en uno de sus poemas más recordados, la poetisa española, que tiene el raro privilegio en el ámbito de las letras, de haber logrado con su poesía castiza emocionar y cautivar a todo tipo de lectores, fueran niños o adultos.
Gloria Fuertes García fue una destacada autora de narrativa, poesía y teatro que nació el 28 de Julio de 1917, en Lavapiés, un modesto barrio del Madrid antiguo. Siempre guardó celosamente su intimidad familiar, de la que se conocen muy pocos detalles. Su padre, portero y conserje; y su madre, humilde costurera y empleada doméstica, debieron hacer considerables sacrificios para sobrellevar las penurias económicas y poder criar a Gloria y sus ocho hermanos (varios de ellos murieron prematuramente).
A pesar de la pobreza, Gloria Fuentes era una niña alegre y extravertida, a los cinco años ya leía, escribía y dibujaba sus propios cuentos y creaba amigos imaginarios para jugar y, en sus ratos libres, disfrutaba a escondidas de algún buen libro que pudiera conseguir, algo que no era del agrado de su madre, que pretendía hacer de su pequeña hija una buena candidata para un futuro matrimonio y una ama de casa de provecho que supiese bordar y cocinar adecuadamente. A su debido tiempo, aprendió taquigrafía, mecanografía, cocina, corte y confección, e higiene y puericultura, asistiendo al Instituto de Educación Profesional de la Mujer.
”…Cada vez que mi madre me veía con un libro, me pegaba. No tengo nada que agradecer a mi familia y escribo poemas con final feliz porque en mi infancia me dieron muy pocas alegrías», confesó alguna vez con nostálgica pena.
Su infancia transcurrió en las bulliciosas calles cercanas a la vieja Plaza del Progreso, donde aprendió el lenguaje coloquial y tan peculiar que caracterizaría su estilo. Pese a ser una niña, Gloria Fuentes realizaba algunos trabajos transitorios con el propósito de colaborar con la economía de la familia. Ya en su etapa adolescente empezó a escribir versos que leía en Radio España de Madrid. A los quince años quedò huérfana al morir su madre y a los diecisiete, concluyó su primer libro de poemas, “Isla ignorada”, publicado recién en 1950.
Se acercaban aceleradamente los tiempos de la cruenta Guerra Civil española cuando, en 1936, escribió los versos a su primer amor, que quedó trunco, acallado por el tronar de cañones que le hicieron padecer las angustias más desoladoras: “Mi primer amor era un obrero republicano y me hubiera casado con él, pero le dieron por desaparecido en los campos de guerra” relató.
Paradójicamente vivió la triste experiencia de enamorarse de un combatiente que luchaba por el otro bando en pugna, defendiendo los ideales falangistas. “Me influyó mucho, era súper culto”, dijo del médico Eugenio Rosado, que murió posteriormente en la cárcel, fusilado por los milicianos. Gloria perdió por segunda vez al hombre que amaba.
También mantuvo una relación con un compañero que compartía sus inclinaciones literarias en el grupo del ‘postismo’; Carlos Edmundo de Ory. Intercambiaron entre ellos algunos sugerentes poemas. En «Los brazos desiertos» ella le cuenta: ¡Te quiero, aunque la vida no lo quiera!
Gloria Fuentes fue una mujer la que encendió en su corazón las más ardientes pasiones. Su lesbianismo aparece sutilmente declarado en poemas como «Jenny», «Lo que me enerva» y «Me siento abierta a todo». A mediados de la década de 1950, Gloria conoció a Phyllis Turnbull, una profesora de inglés que le enseñó los secretos del idioma de Shakespeare mientras estudiaba técnicas de Bibliotecología en el Instituto Internacional de Madrid y acabó enamorándose perdidamente; conviviendo y disfrutando intensamente con su profesora y también con su otro amor de juventud, Chelo Sánchez, las encandilantes noches madrileñas; mientras que cada día, concurría responsablemente a la biblioteca pública donde trabajaba con gusto y placer: “Dios me hizo poeta y yo me hice bibliotecaria. Mi jefe era el libro, ¡yo era libre!”.
Entre 1961 y 1963 residió en Estados Unidos donde impartía clases de Literatura española en la Universidad Bucknell, gracias a la beca Fulbright que había obtenido. «Fue la primera vez que pisé una universidad». comentó la escritora al respecto.
Espontánea, sencilla, solidaria y muy sincera aunque utilizara una fina ironía. Hablaba siempre en tono confidencial y amigable y nunca perdió su capacidad de asombro. Pacifista y defensora del medio ambiente a ultranza que, además, durante toda su vida activa reclamó sin concesiones y sin claudicar por los derechos de las mujeres, empezando por el derecho a leer, a escribir, a trabajar o a ser poeta, todo en un momento histórico en el que el universo de la mujer estaba reducido y limitado al espacio doméstico. “Ser escritora suponía ir contra corriente y requería gran empeño y buscar caminos alternativos frente a puertas cerradas».
La relación con Phyllis terminó en 1970, un año antes que falleciera la norteamericana. Gloria devastada y presa de una infinita tristeza, plasmó sus sentimientos con dolidos versos en «Nota autobiográfica»: «Todos los míos han muerto hace años y estoy más sola que yo misma.»(…)»El dolor envejece más que el tiempo, este dolor, dolor que no se acaba, y que te duele todo, todo, todo; sin dolerte en el cuerpo nada, nada.»
No quiso reír más, porque no podía compartir sus obras con alguien que le prodigara la misma ternura que le había dado su amada compañera.
Objetivo: la felicidad en la infancia
Fue entonces cuando se abrió ante sus ojos un nuevo y fascinante mundo: el de los niños. Con ellos recuperaría la felicidad infantil que había perdido en el duro camino de su vida, empezando una de sus épocas más fructíferas e interesantes a nivel poético. La poesía dirigida a los adultos quedó postergada y por un tiempo pareció destinada al olvido.
A comienzos de la década de 1970, demostrando ser una excelente comunicadora, participa conduciendo por la televisión española, espacios infantiles y de entrevistas que alcanzaron una enorme popularidad eclipsando su trayectoria poética. Programas como «Un globo, dos globos, tres globos» y «La cometa blanca» marcaron indeleblemente la infancia de varias generaciones y el séquito más fiel lo formaba mayoritariamente gente menuda.
«…Es importante que los niños lean poesía. Y es más que importante, es necesario… Un niño con un libro de poesía en las manos, nunca tendrá de mayor un arma entre ellas…” expresaba esta prolífica autora, que siempre se definió como «autodidacta y poéticamente desescolarizada».
Compartimos algunas de sus reflexiones convertidas en poemas, que irradian reflejos de su sensible personalidad.
«La historia de un perrito»
Regalaron a los niños
un cachorro de seis días.
El perrito casi no andaba ni veía.
Le criaron con biberón
y puré de salchichas,
pero no lo acariciaban,
le estrujaban,
le estrujaban. ¡qué paliza!
El perro a los niños
les alegraba, les hacía niñerías.
Los niños al perro
le hacían perrerías.
Creció el perro paso a paso,
y los niños ya no le hacían caso.
Cuando la familia
se fue de vacaciones,
le abandonaron en la carretera
entre unos camiones.
Y dijo el perro ladrando en voz alta
(que quien lo escuche se asombre)
-Me dan ganas de dejar de ser
el mejor amigo del hombre.
Pasó días sin beber nada,
sin comer algo.
El perro cambió de raza,
parecía un galgo.
Le recogió un viejo mendigo.
Le dijo: -Voy a ser tu amigo,
te cortaré el flequillo
y serás mi lazarillo.
El perro movió el rabo,
estiró el hocico,
movió la nariz,
por primera vez fue feliz.
«La pata mete la pata»
La pata desplumada, cua, cua, cua,
como es patosa, cua, cua, cua,
ha metido la pata, cua, cua, cua,
en una poza. ¡Grua!, ¡grua!, ¡grua!
En la poza había un cerdito vivito y guarreando,
con el barro de la poza, el cerdito jugando.
El cerdito le dijo: – saca la pata, pata hermosa.
Y la pata patera le dio una rosa.
Por la granja pasean comiendo higos.
¡El cerdito y la pata se han hecho amigos!
«Parejas»
Cada abeja con su pareja.
Cada pato con su pata.
Cada loco con su tema.
Cada tomo con su tapa.
Cada tipo con su tipa.
Cada pito con su flauta.
Cada foco con su foca.
Cada plato con su taza.
Cada río con su ría.
Cada gato con su gata.
Cada lluvia con su nube.
Cada nube con su agua.
Cada niño con su niña.
Cada piñón con su piña.
Cada noche con su alba.
Dotada de un auténtico acento lírico que la hacía diferente, matizaba y combinaba con divertida habilidad juegos de palabras y metáforas llenas de encanto, que daban a sus versos frescura, musicalidad y cadencia.
Obra literaria:
Dejó como legado, en el género de literatura para la niñez:
«Cuentos infantiles», «Villancicos», «Don Pato y Don Pito», «La pájara pinta», «Tres tigres con trigo», «El libro loco», «De todo un poco», «El perro que no sabía ladrar», «El domador mordió al león», «El abecedario de don Hilario», «Trabalenguas para que se trabe tu lengua» y «Versos fritos», entre muchos otros títulos.
Obras para Teatro: «La princesa que quería ser pobre» y «Las tres reinas magas».
Para gente adulta: «Isla ignorada», «Antología y poemas del suburbio», «Todo asusta», «Antología poética», «Cuando amas aprendes geografía», «Mujer de verso en pecho», «Pecábamos como ángeles», «Es difícil ser feliz una tarde», «Derecho de pasión», «Los brazos desiertos» y «Geografía humana y otros poemas».
Su nombre ha quedado ligado a dos corrientes literarias: a la de la Primera generación de posguerra que la crítica ha unido a la Generación del 50 y al movimiento poético denominado «postismo» surgido de las tendencias surrealistas de la posguerra.
Gloria Fuertes era como escribía y escribía como era. Nunca le agradó que la llamaran poetisa prefieriendo el término «poeta». Falleció en su ciudad natal, Madrid, el 27 de noviembre de 1998, a causa de un cáncer de pulmón, consecuencia de haber sido una empedernida fumadora. En su testamento dejó sus bienes al orfanato conocido como «Ciudad de los muchachos», del padre Jesús Silva.
Su lema de vida fue: “…Si vales de verdad y quieres algo con todas tus ganas, saldrás adelante seguro”.
Para conocer más:
El escritor español Camilo José Cela dijo de ella, que era “la voz poética más honda y sincera, menos artificial y acicalada de España”. Y ella misma en algún momento declaró que “la obligación del poeta es contar lo que pasa y luego preocuparse de contar las sílabas”.
Por otra, otro escritor y académico español Javier Marías, uno de sus más acérrimos críticos opina de manera distinta. Nunca consideró a Gloria Fuertes como una gran poetisa a quien se debiera tomar en serio. No cree que haya tenido una envergadura literaria comparable con las hermanas Brontë o Emily Dickinson.
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