Bécquer el pintor, sólo un sueño…

Gustavo Adolfo Bécquer, nació en la ciudad de Sevilla el 17 de febrero de 1836.

Hijo del matrimonio integrado por el reconocido pintor José Domínguez Insausti y Joaquina Bastida Vargas, que constituían, acorde a sus antecedentes de nobleza, una familia de buen pasar económico.
De su prestigio da testimonio, el hecho de que poseyeran capilla y sepultura en la catedral misma, desde el año 1622.

Desde niño, se crió en un ambiente rodeado de lienzos y dibujos con escenas y paisajes de costumbres andaluzas, circunstancia que favoreció su temprano interés por la pintura. También sus antepasados directos habían sido destacados artistas del pincel. Sin embargo, cuando el padre murió en enero de 1841, esa incipiente vocación pictórica perdió el principal de sus apoyos.

Gustavo no habia cumplido aún los 5 años al momento de esta pérdida y cuando con apenas 10 años fallece su madre y queda huérfano, es acogido por su madrina de bautismo.

En su adolescencia en Sevilla estudió letras, humanidades y pintura.

A la edad de diecisiete años, decidió viajar a Madrid a tentar fortuna en el campo de las letras, dejando de lado la excelente posición económica que le proporcionaba su tutora.
Sin embargo, el éxito no le fue fácil  puesto que su ambicioso proyecto de escribir una Historia de los templos de España, fue un fracaso.
Para subsistir, se vio obligado a servir de escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, destacándose y generando admiración entre sus compañeros, por su talento para el dibujo.

Esa misma destreza causó tiempo después su cesantía, al ser sorprendido por el Director, dibujando escenas de los libros de Shakespeare.

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Los dos hermanos, Gustavo Adolfo y Valeriano (pintor), al igual que hiciera su padre años antes, adoptaron la costumbre de firmar sus obras utilizando «Bécquer» (por sus antepasados nórdicos) como primer apellido.

Gustavo Bécquer el pintor desarrolló una técnica exquisita, habilidad que le permitió enriquecer y adornar con ilustraciones de fantasía imaginadas sus creaciones literarias.
«La pintura es un medio de expresión hacia lo inefable, superando a la escritura.» dijo alguna vez.

Becquer el pintor

«Josefina y Julia Espín en el Teatro Real»

La vida y la muerte, como reflejo de su conflictuado mundo interior, aparecen permanentemente representados en sus dibujos de la serie «Les morts pour rire».

Explorar su faceta menos reconocida por la posteridad,  tal vez haya sido para él un impulso inconsciente y una manera de expandir y ensanchar los límites mismos del lenguaje escrito:
«cuando no encontraba las palabras adecuadas, acudía a la pintura y cuando quería que sus lectores visualizaran una imagen, utilizaba la expresión “Figuraos…”
Todo su arte fue sublime. Y todo lo hizo bello.

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