La historia de la máquina de escribir es muy antigua. Alrededor del siglo XVIII ya existían intentos de crear un dispositivo capaz de escribir en letra de tipografía. Si bien no existe en sí un hombre que sea identificado como el único creador del mecanismo, existe una especie de consenso general que coloca a William Burt, en el año 1829, como su creador. El nombre de este dispositivo fue «tipógrafo», y en los libros de historia se le da la importancia de ser el primero que se haya documentado. Esta máquina tenía el inconveniente de tener que elegir la letra a ser utilizada por lo que se la llamaba «de índice», era demasiado dificultosa y lenta por lo que jamás pudo ser vendida.
En 1833 se le concede a un inventor Xavier Progin una primera patente de lo que podrían ser las máquinas de escribir más actuales, en donde cada una de las letras contaba con una tecla distinta aumentando mucho su velocidad de uso. Para poder desplazar el papel y escribir en renglones se utilizaba una especie de cilindro que podía girarse e ir corriendo el texto. A veces tenía el inconveniente de no permitir leer lo que uno escribía hasta haber pasado la línea.
Existen otras personas a las que se les ha atribuido el invento de la «verdadera máquina de escribir». El italiano Giuseppe Ravizza, el brasileño Francisco de Azevedo, entre otros.
La primera empresa que tuvo éxito en producirlas fue una estadounidense llamada Sholes y Glidden. Esta misma empresa se asociaría tiempo después con Remington para crear, alrededor del año 1873, las conocidas máquinas de escribir «Remington». Estas máquinas tenían como principal característica el escribir en mayúscula y estar adheridas a mesas similares a las de máquinas de coser. Una ventaja en su producción era que podían ser elaboradas en serie.
Continuando con la evolución de la historia de la máquina de escribir, en el siglo XX, IBM (International Business Machines) lanza al mercado, por primera vez, máquinas eléctricas. Tiempo después logran superarse y diseñan máquinas electrónicas con un sistema de esfera, que permitía que golpeara sobre un papel innovando en su diseño.
Debemos tener en cuenta que el valor de estos aparatos era muy elevado para la época y no todas las personas podían tener acceso a ellas. Si se hiciera un estimativo podríamos decir que valdría más que una computadora el día de hoy.
Las empresas siguen innovando y complementando la historia de la máquina de escribir hasta que en el año 1980 fueron superadas por la aparición de las computadoras. Sin embargo, para todo aquel que haya tenido la oportunidad de escribir en una de estas máquinas, no se puede negar la nostalgia y hasta el placer que esto provoca. Si es que no han podido los invito a acercarse a una y probarlas…
Pingback: Historia del signo arroba - @ - parte I - La Pluma y el LibroLa Pluma y el Libro
Buenísimo el articulo. Saludos.