Semblanza de Marguerite Yourcenar

Marguerite Yourcenar – Memorias de una gran historiadora-poetisa eternamente inconformista

Marguerite Yourcenar

«Historiadora-poetisa» y «novelista», como se definía a sí misma, Marguerite Yourcenar, que también era ensayista, dramaturga, crítica literaria y traductora; fue la primera mujer elegida miembro de número de la Academia Francesa en el año 1980, aunque desde 1970 ya integraba también la Academia belga.

«El presente es un momento fugaz, aunque su intensidad lo haga parecer eterno».

Una mente privilegiada, una formación culta, muy cuidada y toda la vida dedicada a la escritura, convirtieron su pluma en una de las más distinguidas y respetadas, en el contexto de la literatura universal del siglo XX en lengua francesa.

Su nombre verdadero era Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Cleenewerck de Crayencour y nació en la ciudad de Bruselas, Bélgica, el 8 de junio de 1903, en el seno de una acomodada familia aristocrática, compuesta por su padre, Michel-René Cleenewerck de Crayencour, de origen francés y su madre, Fernande de Cartier de Marchienne, de nacionalidad belga.

Fernande falleció pocos días después de dar a luz a su hija, pero antes de morir recomendó, que no se le impidiera a la pequeña hacerse religiosa si así lo deseaba.

Dedicándose a la literatura, Marguerite Yourcenar consideraría años más tarde, haber cumplido con ese piadoso deseo de su madre.

Se crió en la casa de su abuela paterna en el norte de Francia, al cuidado de su progenitor que se encargó personalmente de educarla y que fue para ella más que un padre, un pedagogo, confidente y amigo. Y de quien heredaría conocimientos, los libros de su biblioteca particular y el placer indescriptible que sentía por viajar alrededor del mundo. Hecho este último, que ilustró con un adagio que Marguerite nunca olvidó: «Sólo se está bien en otra parte».

Marguerite Yourcenar, inconformista por naturaleza, nunca asistió a la escuela. Recibió la educación básica a través de preceptores supervisados por su padre; familiarizándose desde niña con la lectura de los más conspicuos autores de la literatura y la filosofía. A sus 12 años, ya sabía latín y griego antiguo.

Sus estudios superiores, se enfocaron en perfeccionarse en diversos aspectos de la cultura clásica.

En 1919 editó por cuenta de su progenitor, un poemario dialogado sobre la leyenda de Ícaro, «El jardín de las quimeras». Tenía 16 años apenas y en esa misma época aprobó el bachillerato. Luego decidió abandonar su nombre de pila comenzando a firmar con el seudónimo que eligió junto a su padre, derivado de un anagrama del apellido real: Yourcenar.

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Sin embargo, su carrera literaria se inició formalmente en 1929, al publicar su primera novela «Alexis o el Tratado del inútil combate»; una carta de ruptura que un hombre dirige a su esposa, confesándole su preferencia por los hombres; un púdico relato en el que aboga por la absoluta libertad en cuanto a preferencias sexuales. Una transgresión muy difícil de aceptar en ese período de tiempo histórico-social.

Cuando en 1951, ya radicada en Estados Unidos, regresa a Francia y publica «Memorias de Adriano» (Mémoires d’Hadrien), logra con esta novela una gran repercusión y éxito inmediato. Fue acogida favorablemente por la crítica mundial, marcando un punto de inflexión en el género de la novela histórica y transformándose en una influyente referencia obligada.

Marguerite Yourcenar, en una década de trabajo, había escrito y destruido varios bocetos de esta ambiciosa novela, que narra en primera persona la vida y muerte del emperador romano Adriano (Siglo II) una de las figuras más importantes y significativas del mundo antiguo.

La obra está escrita a modo de larga carta del emperador a su nieto adoptivo y futuro sucesor Marco Aurelio, relatando su pasado y describiendo pasajes de su propia existencia, sus triunfos y la lucha por mejorar las condiciones en que vivían los esclavos. También su amor por las artes y la filosofía.

Marguerite Yourcenar, fue autora también de inspiradas frases que revelan ciertas facetas de su personalidad y manera de pensar:

«La posibilidad de quitarse la máscara en todas las ocasiones,
es una de las raras ventajas que reconozco a la vejez».

“La amistad es, ante todo certidumbre
y eso es lo que la diferencia del amor”

«Si es difícil vivir,
es aún mucho más penoso explicar nuestra vida”

«…Tengo varias religiones, como tengo varias patrias, de manera que en cierto sentido no pertenezco quizás a ninguna.

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No pienso por cierto, en renegar del Hombre que ha dicho que aquellos que tengan hambre de fe y de justicia serán saciados (en otro mundo, con seguridad, porque en el nuestro no es verdad), pero menos renuncio a la sabiduría taoísta, parecida a un agua límpida, unas veces clara, otras oscura, bajo la cual se descubre el trasfondo de las cosas».

Después de morir su padre en 1929, una joven Marguerite va a descubrir y conocer los años más intensos de su vida de mujer.

Ama, escribe, traduce al francés la novela «Las olas» de Virginia Woolf y recorre viajando incansablemente, una Europa convulsionada, donde ya se estaba fraguando una catástrofe incipiente: la Segunda Guerra Mundial.

Esos años quedaron marcados por una pasión imposible hacia un hombre que no la amaba y que, al igual que el Alexis de su novela, le confesó preferir a los hombres.

Fuegos (Feux – 1936), una colección de poemas en prosa fue producto de esa crisis pasional.

En 1937, ya había conocido y amado a Grace Frick, su mejor amiga de entonces, una traductora americana con quien había compartido un invierno y que insistía invitándola a acompañarla a Estados Unidos. Así pues, con la intención de ausentarse solamente una temporada, Marguerite emigra de Francia, pero terminará quedándose en América por el resto de su vida.

Se nacionalizó como ciudadana estadounidense y trabajó dando clases de Literatura comparada en la ciudad de Nueva York, pero continuó escribiendo toda su obra en francés.

Yourcenar que ya había aceptado su propia bisexualidad y Frick se convertirían en amantes, por esos años previos a la segunda conflagración mundial y seguirían juntas hasta la muerte de la traductora americana en 1979, a consecuencia de un cáncer de mama.

En una de sus más conocidas citas refirió, «Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad», ¿dedicada quizás?

Entre las muchas anécdotas que jalonaron su vida, destaca el encuentro que tuvo, en 1986, con el célebre Jorge Luis Borges, seis días antes de la muerte del escritor argentino.

Se encontraron en Ginebra, y Marguerite preguntó:
-«Borges, ¿cuándo saldrás del laberinto».
Él respondió:
-«Cuando hayan salido todos».
Ese mismo año, dictó una conferencia sobre el afamado autor en la Universidad de Harvard.

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Envejecida, en la etapa que precedió a su muerte, ya iniciado el inexorable camino de regreso en su vida; volvió a viajar fugazmente por Europa, Egipto, Japón y la India acompañada por el joven fotógrafo Jerry Wilson, americano de treinta años, a quien había conocido poco antes, formando parte de un equipo de televisión que fue a entrevistarla.

Pero Jerry Wilson falleció prematuramente, víctima del sida y a ella no le quedaron fuerzas para continuar sola mucho tiempo más.

Pudo concretar en parte uno de sus proyectos más ambicioso, inspirado también en sus sueños de adolescente: redactar la trilogía de memorias familiares que componen «El Laberinto del mundo».

Terminó los dos primeros volúmenes: «Recordatorios», que trata de la historia de la familia materna y «Los Archivos del Norte», que narra la historia familiar paterna. No pudo concluir el tercer tomo, que fue publicado póstumamente.

Por propia voluntad, legó la mayoría de sus archivos personales y literarios a la Harvard University de Cambridge

Marguerite, que solía decir siempre: «únicamente es posible morir de pena».
y que en su juventud había escrito:
«Soledad:  No creo como ellos. No vivo como ellos.
No amo como ellos y moriré como ellos».

Marguerite Yourcenar, la poetisa eternamente inconformista, que disfrutaba vagar por el mundo en interminables peripecias, terminó sus días, el 17 de diciembre de 1987 a los 84 años, en la casa ubicada en Mount Desert Island en la costa del Estado de Maine (Estados Unidos); casa que había comprado y compartido con Grace Frick, llamándola «Petite Plaisance».

Sus restos descansan junto a los de su compañera de toda la vida, en una sencilla tumba en el Brookside Cemetery de Somesville.

Petite Plaisance, es actualmente un museo dedicado a la memoria de esa mujer de exquisita sensibilidad, que vivió de forma diferente, desplegando en cada palabra que dibujó en sus páginas, sus dotes creativas de escritora extraordinaria.

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9 comentarios en “Semblanza de Marguerite Yourcenar

  1. Excelente artículo, muy profundo, relatando los momentos más importantes de la vida y obra de esa mujer absolutamente fuera de lo común, única, muy recomendable, gracias de nuevo por todo lo que publican.

  2. Gracias Alcira Teresa Loopi por este recordatorio tan necesario en nuestro medio de la nada espiritual, mujeres extraordinarias que no necesitaron mostrar los pechos para destacarse de femenina y extraordinaria.
    Elena Muñuz.
    .

  3. Miguel A. Fernandez en dijo:

    Leí hace tiempos Memorias de Adriano, el libro de Youcenar. Lo he recomendado
    a todo aquel que estimaba tendría la suficiente sensibilidad para apreciar la exqisi-
    ta forma en que fué escrito. Es el libro que tiene un vuele literario sin igual. La tra-
    ducción de Cortazar es impecable. Miguel A. Fernandez

  4. Muy buena semblanza. Breve pero justa. Una gran mujer e inmejorable escritora. Su obra es profunda, bella y de enorme honestidad moral e intelectual. Muchas gracias por recordarla!

  5. John M. Álvarez A en dijo:

    He sido un seguidor de la Yourcenar. Gracias por recordarnos esta extraordinaria mujer y escritora exquisita.

  6. Soy lector intermitente pero esta nota y los espléndidos comentarios me obligan a iniciar su lectura. La belleza de la escritura que se adivina y su deleite me atrajo por instinto. Como con la miel celestial de Gabriela Mistral

  7. Maravillosa escritora, sólo he leído Memorias de Adriano y Opus Nigrum. Debería releer las Memorias. Fue uno de mis predilectos y diría que me cambió hasta mi forma de ser y pensar.

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