Semblanza de Evaristo Carriego

Evaristo Carriego – Poemas de amor en clave de nostalgia

Evaristo CarriegoUna vida breve, apenas 29 años, vivió Evaristo Carriego y ese lapso de corta trayectoria en el tiempo pero de profunda intensidad intelectual, le fue suficiente para plasmar en una producción poética desbordante de generosos impulsos, muchas ilusiones, ansiedades y ensueños de enorme de belleza lírica.

Evaristo Francisco Estanislao Carriego, es el nombre completo con que este poeta argentino, nacido el el 7 de mayo de 1883, fue registrado en su ciudad natal, Paraná (Entre Ríos). Sus padres, Nicanor Evaristo Carriego Ramírez y María de los Ángeles Giorello, a pesar de ser descendientes de familias con antiguo arraigo en la zona, siendo Evaristo todavía un niño pequeño, decidieron mudarse buscando nuevos horizontes para su futuro. En ese contexto, luego de un fugaz paso por la ciudad de La Plata, en 1889, los Carriego adquirieron y se radicaron definitivamente en una casa de la calle Honduras, en el barrio porteño de Palermo en la capital argentina.

En sus años de escuela, Evaristo demostró inteligencia, facilidad para aprender y aptitudes especiales de su memoria, que le permitieron atraer la simpatía de varios de sus maestros. Llegada su primera juventud y ante la imposibilidad de ingresar al Colegio Militar por su miopía, optó por una vida bohemia comenzando a transitar en ese mundo tan particular, íntimo y misterioso de barrio, donde aprendió a conocer en profundidad el alma de sus habitantes, interpretando sus sentimientos y desmenuzando sus emociones.

Participó del ambiente literario de su época, donde gravitaba la corriente poética impulsada por Rubén Darío y destacaba la obra de Almafuerte, frecuentó los cafés más famosos, se desveló hasta la madrugada en las reuniones de escritores, pero paradójicamente se fue apagando a paso lento, como volviendo obsesivamente hacia un centro único de interés. «Carriego vivió en este Buenos Aires con la seguridad de ser poeta y la urgencia del reconocimiento: Imponía sus versos en el café» – escribió Jorge Luis Borges refiriéndose al poeta entrerriano.

Su vida se convirtió entonces, al menos en apariencia, en una existencia lineal, apacible, sin hitos memorables, matizada por ciertos cariños íntimos de algunos amores y la compañía incondicional de los amigos seguros. No necesitó ganarse la vida trabajando, salvo en lo único que le importaba: la literatura, la poesía y una adhesión casi mística, al socialismo.

Comenzó siendo muy joven sus actividades periodísticas y el acceso a las redacciones de diarios y revistas le permitió profundizar también, los contactos con periodistas y gente del ambiente. En 1904 aparecieron sus primeras poesías en la revista “Caras y Caretas”, al mismo tiempo que divulgaba sus propuestas ideológicas en otra revista «La Protesta» de tendencia anarquista. Fueron años de difíciles discusiones sobre las ideas importadas y la literatura que se estaba escribiendo.

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Cerca de la casa de los Carriego residía la familia de Jorge Luis Borges y ambas familias se frecuentaban. Jorge Luis era 16 años menor que Evaristo, pero logró entender y en cierto modo admirar a ese poeta, fallecido en la edad dorada, que le dejó recuerdos imborrables, volcados posteriormente por el excelso escritor en su obra «Evaristo Carriego” editada en 1930.

Evaristo Carriego es actualmente una personalidad poco recordada, no obstante haber sido una figura relevante de los círculos intelectuales de principios del siglo XX.

Fue un poeta intuitivo y escribió versos de singular belleza. Nunca tuvo la exquisita rima de otros escritores célebres ni podía hacer gala de un lenguaje erudito y distinguido en sus poemas; pero la simpleza y autenticidad de su arte, constituían la fortaleza de su estilo. Evocador por naturaleza, describió con una vaga y extraña solemnidad, la vida de esos modestísimos personajes que habitaban las grandes ciudades, y a quienes aplastaba el dolor oculto de la realidad.

Escribió abarcando un amplio espectro de motivaciones, pero una de sus facetas más destacadas fue su poesía de tinte romántico.

Compartimos algunas de sus más inspiradas creaciones que hablan de distintas instancias del amor, de la desesperanza, del olvido, con versos de rara sencillez. Más de cien años han transcurrido desde la publicación de estos poemas pero todavía continúan conmoviendo con inocente ternura y candoroso eco, haciendo latir más fuerte el corazón distraído de aquellos que nunca abandonaron el amor romántico, ni dejaron de creer en él como orientador de su vida.

Tu secreto

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste,
aquí sobre el piano que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro vedado de tiernas memorias.

Íntimas memorias. Yo lo abrí al descuido,
y supe, sonriendo, tu pena más honda,
el dulce secreto que no diré a nadie;
a nadie interesa saber que me nombras.

Ven…, llévate el libro, distraída, llena
de luz y de ensueño. Romántica loca.
¡Dejar tus amores ahí sobre el piano!
De todo te olvidas… ¡cabeza de novia!

En silencio

Que este verso que has pedido,
vaya hacia ti, como enviado
de algún recuerdo volcado
en una tierra de olvido,
para insinuarte al oído
su agonía más secreta,
cuando en tus noches, inquieta,
por las memorias tal vez,
leas siquiera una vez,
las estrofas del poeta.

¿Yo?… Vivo con la pasión
de aquel ensueño remoto,
que he guardado como un voto,
ya viejo, del corazón.
¡Y sé, en mi amarga obsesión,
que mi cabeza cansada,
de la prisión de ese ensueño
caerá, recién libertada,
¡cuando duerma el postrer sueño
sobre la postrer almohada!

Después del olvido

Porque hoy has venido, lo mismo que antes,
con tus adorables gracias exquisitas,
alguien ha llenado de rosas mi cuarto
como en los instantes de pasadas citas.

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¿Te acuerdas…? Recuerdo de noches lejanas,
aún guardo, entre otras, aquella novela
con la que soñabas imitar, a ratos,
no sé si a Lucía no sé si a Grazziela.

Y aquel abanico que sentir parece
la inquieta, la tibia presión de tu mano;
aquel abanico ¿te acuerdas? trasunto
de aquel apacible, distante verano.

Y aquellas memorias que escribiste un día
-un libro risueño de celos y quejas-.
¡Rincón asoleado! Rincón pensativo
de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!

Pero no hay versos: ¡Qué quieres! ¡Te fuiste!
¡Visión de saudades, ya buenas, ya malas!
La nieve incesante del bárbaro hastío
¿no ves? ha quemado mis líricas alas.

¿Para qué añoranzas? Son filtros amargos
como las ausencias sus hoscos asedios.
Prefiero las rosas, prefiero tu risa,
que pone un rayito de sol en mis tedios.

Y porque al fin vuelves después del olvido,
en hora de angustias, en hora oportuna,
alegre como antes es hoy mi cabeza
¡una pobre loca borracha de luna!

A la antigua

¡Oh, señora: gentil dama de mis noches,
¡oh, señora, mi señora, yo le ruego
que abandone esa romántica novela:
orgullosa favorita de sus dedos.

Que abandone sus historias de aventuras,
donde hay citas, donde hay dueñas y escuderos
callejuelas y sombríos embozados
y tizonas y amorosos devaneos;

acechanzas del camino y estocadas
de cadetes o gallardos mosqueteros,
y, amador noble y rendido de su reina,
algún Buckingham lujoso y altanero.

Que abandone, le repito, su romance,
su romance mentiroso, pues confieso
que me enoja la atención que le dispensa,
con agravio de mis quejas y mis celos.

De mis celos, sí, lo digo, tal me tienen
las hazañas del cuidado caballero,
a quien sueña usted señora, contemplando
sus balcones, con la escala de Romeo.

¡Oh, señora, mi señora! son las doce…
¿Hasta cuándo piensa usted seguir leyendo?
¡Hay valor en su tenaz indiferencia
que no teme los peligros del silencio!.

Son las doce: ya se aprontan los aleves,
los galantes forajidos de los besos,
a cruzar la callejuela de unos labios
donde anoche asesinaron al Ensueño.

¡Ay, entonces, de las bocas asaltadas
por los rojos embozados del Deseo!
¡Ay de usted señora mía si la encuentran.
¡…Que la salve su hazañoso caballero!

En su libro sobre la vida y obra de Evaristo Carriego, Marcela Ciruzzi, escribe: “La comunión con el hombre de Buenos Aires, con el habitante de la calle, del barrio, se produce cuando Carriego comienza a manejar el mismo código con que este se manifiesta, cuando se siente llamado a ser el portavoz de sus quejas, de sus angustias; cuando lo saca del anonimato y lo convierte en protagonista de sus poemas”.

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y añade después: “Carriego descubrió a su ciudad para la poesía, escribió sobre ella en el momento preciso y con una cuota de sensibilidad ausente en otros poetas hasta entonces. Fue a la vez testigo y protagonista de su tiempo, de su ámbito de arrabal con sabor a calle, a seres de carne y hueso con su propio lenguaje y marcados por la ternura y por la miseria”.

Su vida toda se constituyó así como su poesía, con elementos primarios, simples y de versos melodiosos, sentidos, humildes, rescatando del fango y del olvido las pequeñas historias cotidianas de personajes, relatadas con palabras gastadas por el uso y fatigando los ojos de imágenes repetidas en la rutina del vivir. Evaristo Carriego inauguró para la poesía argentina un espacio nuevo.

Publicó en 1908 su primer y único libro de poemas en vida, titulado «Misas herejes», con inconfundibles influencias que se advierten ya desde el título: ecos del satanismo de moda que tenía su raíz en Charles Baudelaire. Hay mucho de herencia y retórica de escuela en este libro, dividido en 5 secciones, de clara tendencia modernista: «Viejos sermones», «Envíos», «Ofertorios galantes», «El alma del suburbio» y «Ritos en la sombra».

Luego vendrían «El alma del suburbio» y «La canción del barrio» en la cual aparecen todos los arquetipos que constituirían su mitología personal y porteña tanguera, donde de destacan los guapos, los cafés, el aroma de barrio. Estos poemarios fueron publicados de forma póstuma al año de fallecer el poeta.

El 13 de octubre de 1912, en Buenos Aires, murió Evaristo Carriego, el poeta sencillo, víctima de la tuberculosis, una enfermedad que causaba estragos en aquellos tiempos; tenía 29 años de edad. En la actualidad, una calle de la ciudad de Buenos Aires en el barrio que tanto amó, lleva su nombre homenajeando el recuerdo de aquel sensible narrador de las costumbres de su época.

Con el transcurrir del tiempo, la leyenda del poeta de barrio que repetía un dicho habitual en él: «…me basta con el corazón de una muchacha que sufre»; se fue afianzando. La sencilla musa inspiradora de Carriego, trascendió logrando gran repercusion a nivel popular y quedó íntima e indisolublemente ligada al espíritu del tango argentino que, a casi treinta después de su muerte, cultivarían y utilizarían como referencia obligada, Homero Manzi, Pascual Contursi, Celedonio Flores, Enrique Cadícamo y otros eximios autores de la canción símbolo de Buenos Aires.

Para conocer más:

El palacio de Buckingham, es la residencia oficial de la reina en Londres. También se utiliza para ceremonias oficiales, visitas de Estado y visitas turísticas

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