Pequeños poemas en Prosa – Charles P. Baudelaire

Charles Pierre Baudelaire – Pequeños Poemas en Prosa (Le Spleen de París)

Pequeños poemas en prosa

Pequeños poemas en prosa, también conocido en el mundo literario como Le Spleen de París, es una obra que fue creada por Charles Pierre Baudelaire y publicada luego de su fallecimiento en el año 1869. Está compuesta por cincuenta poemas y es uno de los pilares fundamentales del desarrollo posterior de la poesía en prosa.

«El amor es un crimen, que no puede realizarse sin un cómplice».

Charles Pierre Baudelaire, fue un escritor, crítico de arte, estudioso de las relaciones de la música con la literatura y un pensador profundo vastamente reconocido, pero sobre todo fue uno de los máximos poetas de la literatura francesa y universal del siglo XIX y figura clave del simbolismo, como se lo considera en la actualidad.
Poseía un sentido clásico de las formas, talento innovador y una extraordinaria habilidad para encontrar la palabra adecuada y exacta para colocar en sus versos.

Cuando nació en una casa de la calle Hautefeuille en París -Francia- el 9 de abril de 1821, su padre Joseph-François Baudelaire tenía sesenta años y un hijo, Claude Alphonse, fruto de su primer matrimonio y su madre, Caroline Dufaÿs, hija de emigrantes franceses, no llegaba  a los treinta años de edad.

Charles Baudelaire era un niño pequeño todavía cuando el 10 de febrero de 1827 quedó huérfano al morir su progenitor. Su madre, viuda, no demoró mucho en casarse por conveniencia con el militar Jacques Aupick. Éste intentó imponer a Charles una educación rígida y puritana, algo a lo que el joven autor se resistió tenazmente. En los años que siguieron, nunca aprendió a querer a su padrastro y tampoco lo aceptó. Vivió desobedeciendo sus consejos y advertencias permanentemente. Los conflictos familiares originados por esa conducta se transformaron en una constante durante su infancia y la etapa adolescente; circunstancias que incidirían decisivamente en el devenir de toda su existencia.

En su juventud, comenzó a transitar un itinerario interminable de costumbres desordenadas, llevando siempre una vida despreocupada y licenciosa. Conoció a nuevas amistades en sus eternas noches de bohemia, se hizo adicto a las drogas, frecuentó inumerables prostíbulos, y en uno de ellos conoció a Sarah, una prostituta judía del Barrio Latino, quien probablemente le contagió la sifilis que años más tarde, sería una la de las causas principales de las dolencias que lo llevaron a la muerte.

Y fueron vanos los intentos de su padrastro y su horrorizada familia, para hacerlo recapacitar. Hasta le ofrecieron sin éxito, ingresar como funcinario en el servicio diplomático, en su afán de alejarlo del ambiente de libertinaje en que estaba inmerso.

Escribir entonces, fue una de las vías de escape que encontró Charles Baudelaire para enfrentar una realidad abrumadora que lo asfixiaba y para volver a conectarse con ese mundo tan distante e incomprendido que él se negaba a aceptar.

Considerado por muchos, el mejor representante francés del romanticismo, escuela literaria de origen inglés y alemán, que otorga prioridad a los sentimientos frente a las reglas clásicas de la razón y la mitología griegas y romanas (los llamados racionalismo y neoclacisismo). Y reconocido por otros, como iniciador del simbolismo, una corriente que buscó sustituir la descripción objetiva e incluso metafórica de las cosas, por una interpretación sólo limitada por la propia imaginación del poeta. Y opuesta absolutamente a la concepción realista del arte.

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Identificado también con el decadentismo, que encabezaba el poeta Paul Verlaine, y que buscaba romper los cánones de la moral e idiosincrasia burguesas, y producir escándalo como una forma de llamar la atención hacia nuevas formas y temas artísticos.

No obstante, Baudelaire necesitaba algo más, quería explorar una nueva forma poética y romper con los moldes de la poesía romántica, alejándose del corsé métrico; buscaba una nueva manera que fuera asimismo capaz de acomodarse a los movimientos líricos del alma, a las suaves ondulaciones del ensueño y a los imprevisibles sobresaltos de la conciencia.

Finalmente encontró en el reflejo de la vida urbana parisina, rica y fecunda en maravillosos asuntos poéticos, la fórmula que precisaba y lo expresó magistralmente a través del «poema en prosa».

Redactadas en distintos momentos entre 1855 y 1867, las cincuenta piezas que configuran Pequeños poemas en prosa o Le spleen de París, son la cara complementaria, el reverso en prosa de su obra cumbre Las flores del mal (ver nota). Puesto que en definitiva, uno y otro poemario se nutren de una misma sensibilidad poética y tienen su origen conceptual en la angustia existencial, la soledad, el tedio, la desolación, la fe, el demonio, el dolor, la muerte. Y se confunden indisolublemente con un ideal místico y obsesivo de luminosidad.

Los Pequeños poemas en prosa («Le Spleen de París», en su versión original en idioma francés), forman una colección de 50 poemas escritos en breves textos de prosa lírica, que Baudelaire produjo tiempo después de editar «Las flores del mal» y que conectan con dos de las secciones de ese libro: «Spleen e Ideal» y «Cuadros parisienses».

Esta técnica de privar de la rima y de métrica al texto utilizada por Baudelaire, aunque él no haya sido el precursor, tuvo la repercusión necesaria para revitalizar sustancialmente el género de la prosa poética y poner de moda este estilo que influyó notoriamente en la obra de otros autores como los franceses Mallarmé y Rimbaud y, en lengua española, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda y Julio Cortázar, entre otros.

La obra en sí, ofrece distintas visiones de hechos cotidianos en escritos que demuestran ritmo, más allá de la rima inexistente y adquieren dimensión trascendente, porque en ellos Baudelaire denuncia a su manera, los valores de una sociedad que no deja sitio para la felicidad del hombre.
Los temas recurrentes son: la melancolía, el horror al paso del tiempo, el deseo de infinito, la crítica corrosiva contra la religión y la moral, la burla contra los ideales que mueven a las personas y una aversión enorme contra la sociedad y la hipocresía que la domina.
Así lo podremos analizar en varios de ellos:

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Breve Muestra de Pequeños Poemas en Prosa – Le Spleen de París

Poema número 1
-¿A quién quieres más, hombre enigmático, dime, a tu padre, a tu madre,
a tu hermana o a tu hermano?
-Ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano tengo.
-¿A tus amigos?
-Empleáis una palabra cuyo sentido, hasta hoy,
no he llegado a conocer.
-¿A tu patria?
-Ignoro en qué latitud está situada.
-¿A la belleza?
-Bien la querría, ya que es diosa e inmortal.
-¿Al oro?
-Lo aborrezco lo mismo que aborrecéis vosotros a Dios.
-Pues ¿a quién quieres, extraordinario extranjero?
-Quiero a las nubes…, a las nubes que pasan… por allá…
¡a las nubes maravillosas!

Poema número 33
Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión.
Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros
y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis.
Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la hierba verde de un foso,
en la tristona soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada
la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj,
a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta,
a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella,
el ave, el reloj, os contestarán:
«¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo,
embriagaos, embriagaos sin cesar.
De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.»

Poema número 40
Un hombre espantoso entra y se mira al espejo.
«¿Por qué se mira al espejo si no ha de verse en él más que con desagrado?»
El hombre espantoso me contesta: «Señor mío, según los principios inmortales
del ochenta y nueve, todos los hombres son iguales en derechos; así, pues,
tengo derecho a mirarme; con agrado o con desagrado, ello no compete
más que a mi conciencia.»
En nombre del buen sentido, yo tenía razón, sin duda; pero,
desde el punto de vista de la ley, él no estaba equivocado.

Epílogo
A la montaña he subido, satisfecho el corazón.
En su amplitud, desde allí, puede verse la ciudad:
un purgatorio, un infierno, burdel, hospital, prisión.

Florece como una flor allí toda enormidad.
Tú ya sabes, ¡oh Satán, patrón de mi alma afligida,
que yo no subí a verter lágrimas de vanidad.

Como el viejo libertino busca a la vieja querida,
busqué a la enorme ramera que me embriaga como un vino,
que con su encanto infernal rejuvenece mi vida.

Ya entre las sábanas duermas de tu lecho matutino,
de pesadez, de catarro, de sombra, o ya te engalanes
con los velos de la tarde recamados de oro fino,

te amo, capital infame. Vosotras, ¡oh cortesanas!,
y vosotros, ¡oh bandidos!, brindáis a veces placeres
que nunca comprende el necio vulgo de gentes profanas.

(Traducción de Enrique Díez Canedo, 1935).

Pequeños poemas en prosa comenzó a publicarse en 1855, y continuó hasta la muerte de su autor. Los encargados de realizar la integración fueron Charles Asselineau y Théodore de Banville”, también poetas. La edición definitiva y completa, se lanzó de manera póstuma, dos años después del fallecimiento de Baudelaire.

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Uno de los recientes traductores al español de la obra del célebre poeta francés, el escritor y ensayista mexicano Julio Moguel, en su introducción y ensayo crítico «El caleidoscopio poético de Baudelaire»; destaca la manera en que el poeta quiso dibujar cuadros o fragmentos de una vida moderna y más abstracta, logrando con ello generar un punto-frontera histórico, entre una época y otra con respecto a la idea del arte.

El padre de la poesía moderna falleció en París, la misma ciudad que le viera nacer, el 31 de agosto de 1867, luego de una larga y dolorosa agonía y de haber perdido el habla.

La posteridad consagraría a Baudelaire como uno de los más grandes autores de poesía de todos los tiempos y lo reconocería, como el poeta que logró conjugar romanticismo y simbolismo de una manera única, pero que siempre fue un incomprendido por sus contemporáneos, en la época en que vivió caracterizada por estrictos prejuicios y convencionalismos.

Al morir, uno de los mayores proyectos de su vida había quedado inconcluso: escribir sus pequeños poemas en prosa conocidos, también como Efragmentos; es decir un esquema en la escritura de la obra que permitiera abrir un abanico de posibilidades numéricas infinitas. Los textos así publicados corresponderían a un nuevo género literario.

La manera de escribir, su actitud frente a la vida y la visión demoníaca del mal que impregnó su obra, le valieron el sobrenombre de «poeta maldito», y en esa definición también fue un patriarca, el mismo que alguna vez escribiera con resignada desesperación:

¡Paraíso perdido! Perdido por buscarte, yo, sin luz para siempre.

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Resumen
Pequeños poemas en prosa - Baudelaire
Nombre del artículo
Pequeños poemas en prosa - Baudelaire
Descripción
Pequeños poemas en prosa o Le Spleen de París es una obra que fue creada por Charles Pierre Baudelaire y publicada en el año 1869, pieza cumbre y antecesora a la poesía en prosa. Un clásico de la literatura universal.
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4 comentarios en “Pequeños poemas en Prosa – Charles P. Baudelaire

  1. La publicación es excelente y Budelaire es un pendiente de mis poetas. Gracias por todas sus publicaciones las sigo detenidamente.

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