Lord Byron, Londres y sus placas azules

La historia de las placas azules de Londres y su relación con el gran escritor Lord Byron

Placas azules de LondresLondres, una de las ciudades más atractivas del mundo por historia y patrimonio cultural, tiene en sus calles una característica peculiar que no pasa desapercibida para los visitantes curiosos. Ese rasgo singular no es otro que una importante cantidad de placas azules que, como emblema permanente y distintivo, están instaladas en edificios significativos e indican un vínculo entre ese lugar y algún morador o acontecimiento destacado que lo tenga como referente. Se reconoce de esa manera a personajes ilustres y universales que en algún momento de su existencia, residieron en la capital de Inglaterra aportando y engrandeciendo el acervo histórico cultural londinense.

Existen más de 850 placas conmemorativas en la ciudad, aunque la cifra debiera ser mayor, ya que más de 100, fueron quitadas o destruidas durante demoliciones de los edificios donde se encontraban.

La idea de colocar estas placas en las calles se originó durante el siglo XIX y es una costumbre se ha conservado hasta la fecha; está regulada por el organismo English Heritage (Patrimonio Inglés). Actualmente esta costumbre se está imitando en otras grandes urbes de todo el mundo como París, Francia, Roma, Italia, Oslo, Noruega, Dublín, Irlanda, Polonia, Canadá, Australia y Estados Unidos, así como otras ciudades del Reino Unido.

Según el criterio utilizado por el English Heritage, para otorgar el reconocimiento, el personaje famoso debe:
1) Haber muerto hace 20 años o haber cumplido más de 100 años.
2) No ser considerado personaje de ficción.
3) Ser considerado una eminencia por la mayoría de los personajes más importantes de su misma profesión.
4) Haber hecho alguna contribución al bienestar de la humanidad.
5) Haber vivido en el edificio por un periodo significante.

Algunas de las placas azules que se conservan, son las alusivas a:

Charles Dickens: 48 Doughty Street, WC1N 2LX
Karl Marx: 28 Dean Street, Westminster WD1 3RA
Mozart: 180 Ebury Street SW1 8UP
Sir Isaac Newton: 87 Jermin Street, SW1Y 6JD
Gandhi, Mahatma: Kingsley Hall, Powis Road, E3
Charles Darwin: Gower St WC1E 6BT (edificio de biological sciences)

La placa azul más antigua que aún permanece instalada, es la de Napoleón III en St. James, que data de finales del año 1867.

Paradójicamente, la primera personalidad prominente que recibió la placa en homenaje ya no la tiene. Esa primera placa fue emplazada en 1867 en la casa situada en 24 Holles Street, Cavedish Square, lugar de nacimiento del admirado poeta inglés George Gordon Byron (más conocido como Lord Byron). Este edificio fue demolido a los pocos años y no han quedado registros del destino de la placa conmemorativa.

Sobrados méridos literarios hicieron merecedor de la distinción a Lord Byron, un hombre imposible de definir en pocas líneas de datos biográficos y que hizo de su propia vida una novela legendaria, pero que si podremos conocer, a través de la lectura de algunas de sus obras, verdaderas joyas de su exquisito arte lírico.
El amor, el dolor y las lágrimas de una separación, los recuerdos, le lejanía, la nostalgia y el silencio, eternas obsesiones de los poetas que Lord Byron plasma en versos memorables como los que a continuación compartimos:

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La lágrima. (The tear)
Cuando el amor o la amistad debieran
a la ternura despertar el alma,
y ésta debiera aparecer sincera
en la mirada,
podrán los labios engañar fingiendo
una sonrisa seductora y falsa;
pero la prueba de emoción se muestra
en una lágrima.

Una sonrisa puede ser a veces
un artificio que el temor disfraza,
con ella puede revestirse el odio
que nos engaña;
mas yo prefiero para mí un suspiro
cuando los ojos, expresión del alma,
por un momento miro obscurecerse
con una lágrima.

El hombre surca el ignorado Océano
con el soplo del viento que lo arrastra,
en medio de las olas bramadoras
que se levantan;
se inclina…y en las olas procelosas
que amenazantes a su nave avanzan,
mira el abismo y sus aguas turbias,
mezclan una lágrima.

En la carrera de la noble gloria,
el valeroso capitán se afana
por ganar con su muerte una corona
en las batallas;
pero levanta al que postró en el suelo
y sus heridas compasivo baña,
una por una, en el sangriento campo,
con una lágrima.

Y cuando vuelve, henchido de ese orgullo
que hace latir el pecho que avasalla,
cuando teñida en enemiga sangre
cuelga su espada,
la recompensan todas sus fatigas
al abrazar a su consorte amada
y al darle un beso en sus mejillas húmedas,
con una lágrima.

Dulce mansión de mi niñez perdida,
donde la franqueza y la amistad gozaba,
donde en medio de amor vi deslizarse
las horas rápidas;
yo te dejé con un hondo sentimiento,
volví hacia ti mis últimas miradas,
y apenas puede percibir tus torres
tras una lágrima.

Aunque no puedo repetir, como antes,
mi juramento a mi María cara,
a la que fuera para mí otro tiempo
fuego del alma;
tengo presentes los felices días
en que, niños aún, tanto me amaba,
cuando ella contestaba a mis promesas,
con una lágrima.

¿En otros brazos puede ser dichosa?
¿Tiene el recuerdo de su edad pasada?
Mi corazón respetará ese nombre
que tanto amaba.
Y dije adiós a mi esperanza loca,
con una lágrima.

Cuando al imperio de la eterna noche
tome su vuelo para siempre mi alma,
cuando mi cuerpo exánime repose
bajo una lápida;
si por ventura os acercáis un día
donde mi triste sepultura se halla,
humedeced siquiera mis cenizas
con una lágrima.

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Yo no apetezco mármol…monumento
que la ambición la vanidad levanta,
manto suntuoso con que el necio orgullo
cubre su nada;
no darán sus emblemas a mi nombre
el falso orgullo ni la gloria vana;
lo que yo quiero, lo que pido sólo,
es una lágrima.

Te vi llorar (I saw thee weep)
¡Te vi llorar! Tu lágrima, bien mío,
en tu pupila azul brillaba inquieta,
como la blanca gota de rocío
sobre el tallo gentil de la violeta.

¡Te vi reír! Y un fecundo mayo,
las rosas deshojadas por la brisa
no pudieron copiar en su desmayo
la inefable expresión de tu sonrisa.

Así como las nubes en el cielo
del sol reciben una luz tan bella,
que la noche no borra con su velo,
ni eclipsa con su luz la clara estrella.

Tu sonrisa transmite la ventura
al alma triste, y tu mirada incierta,
deja una dulce claridad tan pura
que llega al corazón después de muerta.

Cuando nos separamos (When we two parted)
Cuando nos separamos,
en silencio y entre lágrimas,
con el corazón partido
apartándonos por años,
Tu mejilla se volvió pálida y fría,
más fríos tus besos
y es verdad que aquella hora predijo,
el dolor de esta.

El rocío de la mañana
se hundió gélido en mi frente,
lo sentí como el preludio
de lo que hoy siento.
Tus votos fueron quebrados
y ligera es tu fama,
escucho decir tu nombre
y comparto su vergüenza.

Te nombran en mi presencia
lúgubres voces en mis oídos;
un estremecimiento viene a mí:
¿por qué te quise tanto?
No saben que te conocí
los que hoy te conocen demasiado bien,
por largo tiempo he de arrepentirme de ti,
en hondos pensamientos que jamás diré.

En secreto nos conocimos
en silencio me lamento,
de tu corazón proclive al olvido,
y de tu espíritu engañador.
Si llegara a encontrarte
tras largos años,
¡Cómo habría de saludarte!
Con lágrimas y silencio.

Acuérdate de mí (Remember me)
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual aurora,
brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!… Cerca de mi tumba
no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames una lágrima.

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Lord ByronGeorge Gordon Byron, sexto Barón de Byron, excelso poeta inglés fue además uno de los escritores más versátiles e importantes del Romanticismo. Nacido en Londres el 22 de enero de 1788 en el seno de una familia aristócrata, heredó el título de barón al morir su tío abuelo William.

Talentoso, excéntrico, ostentoso, polémico y controvertido. También fue un crítico de sutil ironía y hasta un poco cruel, tal era la reputación del notable poeta y muchos le acusaban de sufrir un trastorno bipolar. Concitó la atención de sus contemporáneos al tomar partido en defensa de los más débiles: desheredados, marginados o miserables.

Fue un hombre que a pesar de su discapacidad motriz (sufría una deformación en un pie que le impedía caminar normalmente), se convirtió en un ícono del galán romántico. Un conquistador que avasallaba con su personalidad y por los escándalos que protagonizaba.

Como escritor, exageró algunos elementos para crear al típico héroe byroniano, un rebelde libertino y transgresor frente a la moral y las costumbres y convenciones establecidas. Y, sin dudas, un autor genial utilizando la pluma.

Murió en Missonlonghi (Grecia) donde se había trasladado para participar en una aventura bélica. En tierra griega, sufrió un ataque epiléptico fatal el 19 de abril de 1824, que no pudo ser controlado adecuadamente por carencia de medicamentos y médicos especializados.

Johann Wolfgang von Goethe, el poeta y científico alemán escribió ante la noticia de su fallecimiento: «Descansa en paz, amigo mío; tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos».

Los restos de Lord Byron fueron trasladados a Londres donde arribaron a principios de julio, más de dos meses después de la muerte. Se generó entonces una acalorada polémica para decidir dónde enterrarlo.
El Deán de la Abadía de Westminster consideró que un personaje con una existencia tan escandalosa y alejada de los preceptos de moralidad imperantes, como había sido la vida llevada por Byron, no merecía el honor de ser enterrado en el Rincón de los Poetas, junto a autores como Geoffrey Chaucer o Edmund Spencer, así que finalmente fue sepultado en la Iglesia de Santa María Magdalena en el panteón familiar de Hucknall Torckard, en el condado de Nottinghamshire, junto a su madre.

En la abadía de Westminster, en el llamado Rincón de los Poetas, sólo se encuentra un monumento conmemorativo inaugurado recién en 1969. Seguramente, Lord Byron hubiera deseado que le colocaran como epitafio los versos de uno de sus poemas:

«Cuando pases por la tumba donde mis cenizas se consumen,
¡oh!, humedece su polvo con una lágrima”

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