Alfred Nobel: La vida poco conocida y llena de controversias de un adalid de la paz
En el año 1867 Alfred Nobel logró, gracias a sus investigaciones y experimentos, reducir la volatilidad de la nitroglicerina que había descubierto el químico italiano Ascanio Sobrero (1812-1888), haciendo una mezcla con un material poroso absorbente (la tierra de diatomeas). El resultado obtenido, fue un polvo que podía ser percutido e incluso quemado al aire libre sin que explotara; se necesitaban detonadores eléctricos o químicos para producir una explosión de esta mezcla. Había nacido la dinamita y consecuentemente la vida de su inventor daría un vuelco fundamental.
Un lustro después este notable inventor, a los 40 años de edad, ya había establecido los cimientos sólidos de un imperio industrial mundial; sus empresas progresaban a ritmo febril y su fortuna personal se acrecentaba constantemente. Alfred Nobel, siendo multimillonario y a pesar de haber concretado sus descubrimientos científicos más importantes, continuaba investigando y registrando patentes de inventos.
Alfred Bernhard Nobel se caracterizaba sin duda, por ser un hombre de gran versatilidad. Hablaba cinco idiomas con absoluta fluidez: sueco, ruso, inglés, francés y alemán y gozaba de enorme prestigio social. Inventor destacado, empresario cosmopolita, un verdadero visionario de la industria y su propio administrador. Él mismo gestionaba los derechos de patentes, concertaba tratos de negocios en distintas países del mundo, desarrollaba nuevos productos, fundaba nuevas compañías. En un tiempo en que aún no se conocían las innovaciones tecnológicas actuales, como el celular, el teléfono, el fax, las computadoras, internet, las redes sociales; sus logros de gestión exitosa, careciendo de estos recursos, fueron admirables. Además, debía viajar en tren o barco, con las demoras y pérdidas de tiempo que eso implicaba, ya que esto aconteció mucho antes de la invención del avión. Fue sin pretenderlo, el primer empresario globalizado de la moderna era industrial.
Alfred Nobel llevaba una vida frenética y estresante, enfrentando los problemas que se originaban en sus fábricas por explosiones accidentales a causa de los materiales explosivos que se utilizaban o por cuestiones legales causados por algunos socios y financistas poco honestos. Por otra parte su estado de salud no era bueno y frecuentemente claudicaba sintiéndose mal o enfermándose. Pero nada de eso lo inmovilizó ni lo detuvo, con perseverancia, voluntad y disciplina continuó avanzando hasta lograr sus propósitos.
Por esa época, la evidencia de los estragos bélicos que causaron sus inventos armamentísticos, terminó asociando indefectiblemente su nombre al poder destructivo de sus invenciones, a pesar de que en un principio la dinamita, que estaba destinada a usos en la minería, la ingeniería y la construcciónes, fue considerada como un hallazgo humanitario que reduciría el riesgo de accidentes.
Profundamente convencido de sus ideas progresistas, pacifista acérrimo y admirado, fue un viajero incansable y ciudadano del mundo. Alfred Nobel vivió en Suecia, Rusia, Alemania, Francia e Italia, sin embargo, mostró incoherencias inexplicables entre su pensamiento y su forma de actuar, por las que fue vilipendiado por sus detractores que le recriminaban haber amasado una cuantiosa fortuna mediante negocios inescrupulosos e incompatibles con los principios que decía sostener: registró 356 patentes, muchas de ellas de elementos letales que serían utilizados para fines militares, creó numerosas compañías para explotar sus ingeniosos inventos (como Dynamit Nobel), invirtió en pozos de petróleo en el Cáucaso, se dedicó como químico al desarrollo de herramientas tan mortíferas como la citada dinamita, la gelignita (1875) o la balistita o pólvora sin humo (1887), y no sólo eso: durante un tiempo fue propietario de la más famosa empresa de armas sueca, Bofors, a la que orientó hacia la fabricación a gran escala de cañones.
También su personalidad presentaba facetas contradictorias y difíciles de comprender. En conversaciones coloquiales y en su correspondencia particular, Alfred Nobel podía ser sarcástico y ofensivo. Solía tratar el Parlamento Británico de «casa de arrogantes»; sobre sus médicos manifestaba que «son deplorables los de su profesión»; sobre periodistas decía ser «microbios bípedos peores que pulgas».
Varias veces fue consultado para asumir cargos de responsabilidad en el ámbito internacional, cosa que siempre rechazó por falta de interés. La siguiente observación registrada en su diario lo demuestra: «El pedido para ocupar cualquier puesto en esa colección multicolor de 1.400 millones (Nobel se refiere a la población mundial de su época) de monos bípedos sin cola que andan en nuestro nuestro proyectil terrestre», una opinión a todas luces objetable.
Como contrapartida, su benevolencia era generosa y sorprendente. Recibía muchas cartas en las que le pedían dinero y rara vez se negaba a conceder lo solicitado cuando se trataba de personas o instituciones necesitadas. Se negaba a donar, cuando le pedían para erigir un monumento en homenaje a alguien: «Prefiero dar a los vivos», solía decir.
Alfred Nobel, por prescripción médica estaba obligado a obedecer una dieta estricta, razón por la cual siempre llevaba a su cocinera cuando viajaba. Cierto día, esta cocinera resolvió casarse y Nobel le pidió que eligiera lo que quería como regalo de bodas. Ella respondió que deseaba un regalo con el «valor del beneficio de un día de trabajo de Monsieur Nobel». El inventor no titubeó y le firmó un cheque de 40 mil francos.
A mediados del siglo pasado historiadores y biógrafos coincidieron en que, todo lo que se sabía acerca de la intimidad de este misterioso inventor, no se correspondía con el personaje verdadero y real que era investigador, descubridor, empresario, financista, filántropo y pacifista, todo al mismo tiempo. Para la gente común era un gran desconocido y la mayoría sólo tenía referencias de él, por los premios que llevan su nombre, pero pocos sabían quién era realmente este extraño e inusual hombre de ciencia. No difiere mucho en la actualidad esta apreciación.
Genial inventor, en su vida privada Nobel era un individuo taciturno, solitario empedernido y ambiguo, sin amigos auténticos. Vivía para el trabajo y para el mantenimiento de su patrimonio. Nunca se casó ni tuvo hijos y solamente se tienen noticias acerca de dos experiencias amorosas frustradas que lo decepcionaron. Su existencia quedó encerrada entre dos extremos que lo afligían: ser inventor y fabricante de artefactos de guerra y un pacifista a ultranza por convicciones. A través de la literatura buscó internamente una isla apartada, para alcanzar un poco de sosiego.
En 1876 Alfred Nobel, que buscaba una secretaria para su oficina en París, contrató a Bertha Kinsky. Una mujer austríaca de 35 años, muy conocida, descendiente de la alta nobleza de Bohemia; escritora políglota, periodista, ensayista y una activa militante en movimientos pacifistas. Nobel se sintió atraído por ella imaginando que sería la candidata ideal para esposa. Ella lo rechazó alegando estar comprometida.
Bertha sólo permaneció en el empleo 15 días y renunció regresando a Viena, para casarse con Arthur von Suttner, miembro de la nobleza austro-húngara. No obstante Alfred y Bertha von Suttner permanecieron en contacto y más adelante mantuvieron una relación platónica que duró hasta su muerte.
En sus relatos la condesa austríaca recordaba que desde que conoció a Alfred, éste siempre le había expresado su interés en producir una máquina o un material, con un efecto tan devastador, que la guerra, desde el momento en que fuera utilizado su invento sería algo imposible de seguir haciendo. «Quizás mis fábricas pondrán un fin a la guerra antes que tus congresos. El día en que dos ejércitos se aniquilen mutuamente en un segundo, todas las naciones civilizadas van a retorcerse del terror y desmantelar sus tropas». solía comentarle el célebre inventor.
Nobel no vivió lo suficiente para ser testigo del Apocalipsis y los terribles dramas desencadenados por las dos guerras mundiales y para darse cuenta de lo equivocado que estaba. Tal vez esta mirada tan subjetiva del problema de las guerras, sólo era una manera cómoda de defender sus actividades empresariales.
Biografía de Alfred Nobel – Reseña
Alfred Nobel, nació el 21 de octubre de 1833 en Estocolmo, capital de Suecia. Su familia descendía de Olof Rudbeck (Alfred era su chozno por rama paterna), reconocido científico y escritor sueco del siglo XVII. Su abuelo Immanuel Nobelius modificó el apellido simplificándolo a Nobel.
Su padre, Immanuel Nobel, un ingeniero e inventor, constructor de puentes y edificios en Estocolmo, así como experimentador de distintas técnicas explosivas con rocas, formalizó matrimonio con Andriette Ahlsell, burguesa de buena posición económica. Alfred y sus tres hermanos Robert, Ludvig Immanuel y Emil completaban la familia.
Dado que su padre, el mismo año en que nació Alfred, comenzó a tener problemas financieros en sus negocios que lo llevarían a la bancarrota, en 1837 el grupo familiar se vio obligado a emigrar a Finlandia y posteriormente a Rusia, para intentar rehacer su empresa. Para ayudar a la familia la madre, Andriette, abrió un almacén que generaba algunos modestos ingresos adicionales.
Alfred había ingresado a una escuela de Estocolmo a los 8 años de edad, pero solamente permaneció en ella tres meses. A partir de la mudanza de la familia a San Petersburgo y abrir el padre una empresa dedicada a la construcción mecánica, los cuatro hermanos Nobel, sólo tuvieron profesores particulares de excelencia que su padre podía pagar y que les dieron una esmerada educación. Su profesor de Matemáticas y Química Orgánica fue el renombrado profesor ruso Nikolai Nikolajewitsch Sinin, que había estudiado en Alemania con el famoso profesor Justus von Liebig. El profesor sueco Lars Santesson le impartió clases de Historia y lenguas. En 1850, el futuro inventor, viajó a París y Estados Unidos para perfeccionar sus conocimientos tecnológicos.
Paradójicamente Alfred Nobel, uno de los mayores descubridores de todos los tiempos, nunca rindió un examen, nunca ingresó en una universidad y nunca obtuvo un diploma. Fue un insaciable autodidacta que poseía una enorme aptitud para el aprendizaje. Sus conocimientos en el campo de la Literatura eran tan profundos como sus conocimientos en el campo de la Química y la Física.
Era un ávido lector de libros de ficción y desde niño demostró gran interés por la literatura inglesa que lo fascinaba, especialmente los poetas Lord Byron y Percy Bysshe Shelley. Esto provocó el disgusto de su padre, que quería ver a sus hijos estudiando ingeniería y trabajando con él en su empresa. Correspondencias de esta época describen a Alfred como un joven precoz, muy inteligente, pero a la vez melancólico y algo introvertido que prefería la soledad.
De hecho, en esa época adoptó una actitud hacia la vida imitando a Shelley: con un idealismo extravagante, un amor extremo por la humanidad, una postura pacifista absoluta y un ateísmo que rozaba el fanatismo fundamentalista. A los 18 años, durante su primera estadía en París, escribió un poema autobiográfico después de haber experimentado una desilusión amorosa. El poema que describe su vida adolescente, se titulaba «Dices que soy un acertijo» y habla de una chica «buena y hermosa, que me vio a mí, nada más que a mí, por amor. Pero tenía mayores demandas». Los versos escritos en un excelente inglés terminan haciendo referencia a su triste soledad en la vida.
Por causas desconocidas, Alfred destruyó la mayoría de sus poemas juveniles, aún así, en las poesías y obras literarias que escribió en sus últimos años se pueden encontrar muchas referencias a sus años de juventud. Por ejemplo, en su poema «Pensamientos Nocturnos», escrito aproximadamente en 1875, expresa su forma de pensar acerca de los enigmas de la vida, sobre Dios y la eternidad. En este poema también le dedica un espacio al físico y matemático inglés Sir Isaac Newton y a las ciencias naturales.
Se interesó también desde muy joven por la filosofía, Platón y Aristóteles fueron sus predilectos continuando con otras corrientes filosóficas en tiempos futuros. Mientras aún vivía en San Petersburgo, practicaba su francés, y entre los ejercicios que realizaba, traducía las obras de Voltaire del francés al sueco y luego de nuevo al francés, tras lo cual comparaba la última traducción con la versión original en francés. Tenía por costumbre memorizar diccionarios completos página por página.
En 1890 Nobel, por entonces de 57 años, se sentía extenuado. El recuerdo de su hermano menor Emil, fallecido en la trágica explosión que destruyó gran parte de la primera fábrica de su padre. Las muertes de su socio en París y de su su hermano Ludwig en Cannes. La campaña de la prensa francesa que lo acusaba de espionaje, fueron circunstancias que lo perturbaron y no pudo soportar. Optó en ese momento por vender su casa en París trasladando su residencia a San Remo en Italia. Por estos días escribió en sus memorias: «El comercio con explosivos me dejó enfermo. Constantemente oigo sobre accidentes, medidas restrictivas, burocracia, pedantería, vigas y otras maldades. Que no me es posible superar las incomodidades que me afligen diariamente. Quiero salir de esta vida de negocios, no hay motivo para que yo permanezca haciendo lo que ya no siento. No entiendo absolutamente nada de negocios y, para hablar la verdad, hasta los odio; no soporto más la lectura de asuntos comerciales de los que yo no entiendo más que el hombre de la luna …»
Este desahogo auténtico y sincero nos revela mucho acerca del carácter y las aflicciones de ese hombre solitario, que detestaba títulos y homenajes y que prefirió siempre mantener el anonimato en sus acciones.
En sus últimos años Alfred Nobel, que conservaba aún el espíritu filosófico y humanista que profesara en su adolescencia, tomó una decisión trascendental y profundamente meditada. Resolvió donar casi la totalidad de la fortuna acumulada a lo largo de su vida (unos 33 millones de coronas, de los que apenas legó 100.000 a su familia), a una sociedad filantrópica –La Fundación Nobel–, creada en definitiva en el año 1900, con la misión de otorgar una serie de premios anuales a las personas que más hubieran hecho en beneficio de la Humanidad en las disciplinas de la física, la química, la medicina o fisiología y la literatura, (y a partir del año 1969 también se agregó la economía que entrega el Banco Central de Suecia). Y también premiar anualmente a los mejores exponentes de esfuerzos por promover la búsqueda de la paz mundial. El testamento fue firmado el 27 de noviembre de 1895 en el Club Sueco-Noruego de París.
Arrepentimiento, sentimientos y complejos de culpa por el daño y destrucción que sus inventos pudieran haber causado a la humanidad en los campos de batalla. ¿Una conciencia atormentada?. Su muerte sepultó en un secreto eterno, el motivo que pudo haber impulsado ese gran gesto del final de su vida y por el que ha quedado históricamente «redimido»: creador de los premios a la cultura, al conocimiento y humanismo de mayor prestigio a nivel universal y que llevan su nombre.
Un accidente cerebro vascular le causó la muerte a la edad de 63 años, cuando se encontraba descansando en su hogar de San Remo, el día 10 de diciembre de 1896. Pasados cuatro días la prensa divulgó el texto de su testamento. Se originó entonces una complicada situación legal, que dio inicio a una fuerte disputa jurídica internacional con la participación de varios países y que duró cinco años. También su familia se oponía a la creación de los Premios Nobel y los administradores nombrados por Alfred Nobel en su testamento para gestionar dichos premios, se negaban a cumplir su deseo.
Estas fueron las razones por las cuales la premiación sólo pudo iniciarse en 1901, año en el que se entregaron por primera vez las distinciones.
Alfred Nobel se veía a sí mismo con cierto escepticismo filosófico. Muchas veces se describía como un ermitaño solitario y melancólico o incluso un misántropo (persona que siente aversión a relacionarse con otras personas). Una vez escribió: «Soy un misántropo y a la vez totalmente bondadoso, tengo más de un tornillo suelto, pero a la vez soy alguien súper idealista que puede digerir con más eficiencia a la filosofía que a la comida».
En una de sus citas preferidas escribió: «La esperanza es el velo que usa la naturaleza para ocultar la verdad».
Para conocer más:
Alfred Nobel patentó el producto que había inventado con el nombre de dinamita, el 14 de octubre de 1863. En 1867 obtuvo la patente en Gran Bretaña y un año más tarde en los Estados Unidos.
En 1877 Nobel desarrolló otro producto que denominó «ballistid», un explosivo a base de pólvora, con menos humo, que sustituyó a la pólvora negra y que revolucionó la técnica de las armas de fuego, desde la más simple pistola hasta poderosos cañones.
Con 356 patentes registradas, Nobel se encuentra oficialmente en la lista de los mayores descubridores de la Humanidad.
Los primeros logros de Alfred Nobel encenderían algunos sentimientos de disgusto en su padre, ya que al tomar conocimiento de los experimentos de su hijo, lo acusó de haberle robado su descubrimiento. No obstante, es necesario aclarar que mientras Alfred era un químico científicamente entrenado, su padre era más bien un aficionado en la materia. Alfred no tardó en imponer su posición a través de una carta que le envió a Estocolmo, tras la cual, su padre admitió que se había equivocado.
A continuación, se muestra un extracto de la carta referida:
«Querido padre: …Cuando me escribiste por primera vez a Petersburgo, me diste a entender que el nuevo tipo de pólvora explosiva (pólvora clorotada) era un descubrimiento ya bien probado y con un poder explosivo veinte veces superior al de la pólvora ordinaria. Luego, cuando me llamaste y fui hasta Suecia, descubrí que tus declaraciones estaban basadas en un experimento inconcluso realizado con un tubo de plomo. El resultado fue un fiasco total….Mientras tanto, de acuerdo a un buen consejo de Ludvig, decidí no desacreditar ni a mi persona ni a ninguno de nosotros, recomendando pólvora de ácido clórico, y comencé a trabajar por mi cuenta con piroglicerina en Petersburgo. De hecho, logré producir resultados extraordinarios con experimentos de pequeña escala bajo el agua….He llegado a la conclusión de algo que ya sospechaba, y que es completamente diferente al principio que subyace en tu uso de la pólvora de glicerina. Mi conclusión es que si se utiliza una pequeña cantidad de piroglicerina y se la hace explotar rápidamente, el shock y el calor generados van a propagar la explosión a toda la masa (que lo contiene)».
Gracias a la forma sencilla y directa en que Alfred Nobel aclaró la situación, luego de un tiempo, su relación con su padre se recompuso.
Bertha Kinsky, baronesa de von Suttner, fue la segunda mujer galardonada con el Nobel después de la científica polaco-francesa Marie Curie. Pero fue la primera mujer en recibir el Premio Nobel de la Paz en 1905. Además de activista era una escritora consagrada y su novela «¡Abajo las armas!», se convirtió en un clásico y obra cumbre del movimiento pacifista internacional.
Testamento de Alfred Nobel (completo)
Yo, el firmante, Alfred Bernhard Nobel, por la presente, luego de deliberación madura, declaro que el siguiente será mi último deseo y testamento con respecto a cada propiedad que pudiera ser dejada por mí al momento de mi muerte:
A mis sobrinos, Hjalmar y Ludvig Nobel, los hijos de mi hermano Robert Nobel, les dejo la suma de Doscientas mil Koronas a cada uno;
A mi sobrino Emanuel Nobel, la suma de Trescientas Mil, y a mi sobrina Mina Nobel, Cien mil Koronas;
A las hijas de mi hermano Robert Nobel, Ingeborg y Tyra, la suma de Cien Mil Koronas a cada una;
La Señorita Olga Boettger, actualmente residiendo con la Señora Brand, en la calle St Florentin 10, de París, va a recibir Cien Mil Francos;
La Señorita Sofie Kapy von Kapivar, cuya dirección es conocida por el Banco Angloaustríaco en Viena, es por la presente titular de una anualidad de 6000 Florines, que serán pagados a ella por dicho banco, y para este fin he depositado en este banco el monto de 150.000 Florines en Bonos del Estado Húngaro.
El Señor Alarik Liedbeck, en la actualidad residiendo en la calle Sturegatan 26, Estocolmo, recibirá Cien Mil Koronas.
La Señorita Elise Antun, actualmente residiendo en la calle de Lubeck 32, París, es la titular de una anualidad de Dos Mil Quinientos Francos. Además, Cuarenta y Ocho Mil Francos de su propiedad actualmente se encuentran en mi custodia y le deberán ser devueltos;
El Señor Alfred Hammond de Waterford, Texas, Estados Unidos de América, recibirá Diez Mil Dólares;
Las Señoritas Emy y Marie Winkelmann, residentes de la calle Potsdamestrasse 51, Berlin, recibirán Cincuenta Mil Marcos cada una;
La Señorita Gaucher, residente en el Boulevard du Viaduc 2 bis, Nimes, Francia, recibirá Cien Mil Francos;
Mis sirvientes, Auguste Oswald y su espoca Alphonse Tournand, empleados en mi laboratorio en San Remo, recibirán una anualidad de Mil Francos;
Mi anterior sirviente, Joseph Girardot, residente en la calle Place St. Laurent 5, Châlons sur Saône, es titular de una anualidad de Quinientos Francos, y mi anterior jardinero, Jean Lecof, actualmente con la Señorita Desoutter, recibirá una anualidad de Trescientos Francos;
El Señor Georges Fehrenbach, residente de la calle Compiègne 2, Paris, es titular de una pensión anual de Cinco Mil Francos desde el 1 de enero de 1896 hasta el 1 de enero de 1899, cuando dicha pensión será descontinuada;
Una suma de Veinte Mil Koronas, que están bajo mi custodia, son de propiedad de los hijos de mi hermano, Hjalmar, Ludvig, Ingeborg y Tyra, y les serán retribuidas.
El resto de mi fortuna será gestionada de la siguiente manera: el capital, invertido en títulos financieros por mis ejecutores, constituirá un fondo económico, cuyos intereses serán distribuidos anualmente en la forma de premios a aquéllos quienes durante el año anterior hayan otorgado el mayor beneficio a la humanidad. Los intereses mencionados serán divididos en cinco partes iguales, que serán distribuidos de la siguiente manera: una parte a la persona que habrá realizado el descubrimiento o invento más importante en el campo de la física; una parte a la persona que habrá hecho el descubrimiento o mejora más importante en química; una parte a la persona que habrá realizado el descubrimiento más importante dentro del dominio de la fisiología o medicina; una parte a la persona que habrá escrito la obra más sobresaliente en el campo de la literatura en una dirección ideal; y una parte a la persona que habrá realizado la mayor cantidad o mejor obra por la fraternidad entre naciones, por la abolición o reducción de ejércitos y por la organización y promoción de congresos de paz.
Los premios de física y química serán entregados por la Academia Sueca de Ciencias; aquel de trabajos en fisiología o medicina por el Instituto Karolinska en Estocolmo; aquel de literatura por la Academia en Estocolmo, y aquel para campeones de la paz, por un comité de cinco personas elegidas por el Parlamento Noruego. Es mi expreso deseo que al entregarse los premios no se tendrá en cuenta la nacionalidad de los candidatos, serán los que más lo merezcan aquellos que recibirán el premio, sean de origen escandinavo o no.
Como ejecutores de mis disposiciones testamentarias, por la presente designo al Señor Ragnar Sohlman, residente en Bofors, Värmland; y al Señor Rudolf Lilljequist, residente en la calle Malmskillnadsgatan 31, Estocolmo, y en Bengtsfors cerca de Uddevalla. Para compensar sus molestias y atención, le entrego al Señor Ragnar Sohlman, quien posiblemente tendrá que dedicar mucho tiempo a este asunto, Cien Mil Koronas; y al Señor Rudolf Lilljequist, Cincuenta Mil Koronas;
Actualmente, mis bienes consisten en parte de propiedades en París y San Remo, y en parte en títulos financieros depositados de la siguiente manera: en el Union Bank of Scotland Ltd en Glasgow y Londres, Le Crédit Lyonnais, Comptoir National d’Escompte, y con Alphen Messin & Co. en París; con el corredor de bolsa M.V. Peter del Banque Transatlantique, también en Paris; con la Dirección del Disconto Gesellschaft y Joseph Goldschmidt & Cie, Berlin; en el Banco Central de Rusia, y con el Señor Emanuel Nobel en Petersburgo; en Skandinaviska Kredit Aktiebolaget en Gotemburgo y Estocolmo, y mi caja fuerte ubicada en la Avenida Malakoff 59, Paris; además hay cuentas por cobrar, patentes, honorarios de patentes o regalías, etc. sobre lo cual mis Ejecutores recibirán información completa en mis anotaciones y libros.
Este Deseo y Testamento es a partir de ahora el único con validez, y revoca todas mis disposiciones testamentarias previas en caso de que exista alguna luego de mi muerte.
Finalmente, es mi expreso deseo de que luego de mi muerte mis venas sean abiertas, y cuando esto haya sido realizado y Doctores competentes hayan confirmado claros signos de fallecimiento, mis restos serán cremados en un crematorio.
París 27 de noviembre de 1895
Alfred Bernhard Nobel
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