El silencio que perturba a los poetas

El silencio, una palabra que perturba a los poetas, y aparece en su obra a lo largo del tiempo

El poeta británico Strider Marcus Jones escribió alguna vez una cita que se hizo muy conocida, «Cuando las palabras no salgan fáciles, me volveré al silencio y encontraré algo en la nada». Estaba haciendo referencia a una de las palabras que más perturban a los creadores literarios: el silencio.


Un vocablo que etimológicamente deriva del latín «silentĭum» y que el diccionario define simplemente como la abstención de hablar o a la ausencia de ruido.La interpretación profunda de su significado es, no obstante, mucho más compleja, porque el silencio es reflexión, pausa, contención sin renunciamiento y es en su esencia paradójicamente elocuente, porque hay silencios que gritan, que censuran, que lastiman, que duelen, que consienten.


Y es ese mismo silencio un espacio de perpetua contemplación, un refugio universal que se busca o se evita, un lugar habitado por misterios inexpugnables, desde donde aquel que parte nunca puede dejar de regresar a su primer asombro.
También, con frecuencia, se transforma en fuente de inspiración donde los poetas, despojados de sus límites, suelen encontrar o inventar las palabras necesarias para darle existencia a sus versos.  

La escritora estadounidense Diana Palmer (seudónimo de Susan S. Kyle) dijo: «Hay momentos tan bellos en la vida, que incluso las palabras son una profanación» y la frase resulta un excelente prólogo para estos poemas con que egregios poetas describieron el silencio:


Silencio (Octavio Paz

Así como del fondo de la música brota una nota,que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen.


Así como del fondo de la música brota una nota,que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen.

Solo de silencio (Leopoldo Marechal)


¡Rama frutal llena de pájaros enmudecidos, estanque negro,raíz en curva de leones tu silencio! Arranca de tus ojos en dos ríos unánimes;se escurre como el agua pluvial, de tus cabellos;cuelga de tus pestañas en invisibles gotas y es un chal en tus hombros morenos…
¡Yo he visto cómo nace de ti misma el silencio;yo sé cómo se anudan sus culebras azules en el gajo temblante de mi cuerpo!Entra como la noche a los palacios,invasor y terrible; me acarician sus dedos;abre el estuche de mis lágrimas;tiene un frescor de musgo: es el hondero que se esconde en mi selva de retorcidos árboles para cazar alondras de recuerdo.Y entonces, todo yo soy una copade tu silencio…Violines afinados de locura,tambores secos,lenguas en una plenitud de ritmos callan en tu silencio!Vas a romper en una música sin frenos;vas a decir palabras temblorosas como nidos colgantes en la mano del viento;a desnudar tu daga de caricias ya soltarme las fieles panteras de tus besos…Pero callas en hondos reflujos¡y otra vez el silencio, el gran silencio!
¡Ah, no me digas nada que rompa el sortilegio de tu mutismo: ni la frase antigua ni las canciones que ha mordido el tiempo! 
Ser buzo y descender hasta la gruta de tu silencio,donde se tuercen los corales rojos de las mordientes ansias y el deseo es una forma negra, tentacular, sin ruido, con cien ojos de acecho…¡Ah, no me digas nada, ni la palabra antigua ni las canciones que ha mordido el tiempo!
¡Silencio en las albercas de tus ojos,en tus caricias largas, en tus besos!                                Que se duerma en tus labios una gran mariposa de silencio…

El silencio (Alfonsina Storni)

¿Nunca habéis inquirido por qué, mundo tras mundo,por el cielo profundo van pasando sin ruido?
Ellos, los que traspiranlas cosas absolutas,por sus azules rutassiempre callados giran.
Sólo el hombre, pequeño,cuyo humano latidoen la tierra, es un sueño.¡Sólo el hombre hace ruido!

Órbita (José Ángel Buesa)


Allí estaba el Silencio, de rodillas en un rincón de la luz. ¿Oraba? Un gesto le floreció las manos transparentes.
En sus ojos dos círculos de ausencia;se irisaba un perfume. Y en sus labios inmóviles dos pétalos de sombra,se ensortijaba un eco de rocío.
Allí estaba el Silencio. Sus cabellos luz crespa, sol de fibras, fronda de oro,le iluminaba el perfil exangüe.
Allí estaba el Silencio. Allí, sin sombra en la luz. Fue un instante.Y ascendía su mirada una ráfaga de aroma.
Allí estaba el Silencio. Fue un instante…

Pedro Calderón de la Barca, expresó con maestría su concepción del silencio en su obra La vida es sueño: “Cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla, señor, quien mejor calla”. Y no es simplemente quien calla, sino quien mejor calla, se podría concluir.También la escritora brasileña de origen ucraniano Clarice Lispector, aportó una interesante y enriquecedora explicación: «La respiración continua del mundo es aquello que oímos y llamamos silencio.»

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El último verso de Antonio Machado

Palabras, pensamientos, sentimientos y el último verso de Antonio Machado

El último verso de Antonio Machado

Los días fríos y ventosos de aquel enero, transcurrían llevando mucho dolor y pena a la España convulsionada del año 1939. No era un invierno más. El gobierno de la Segunda República acababa de ser derrotado y el horror infame de la guerra civil, habiendo cobrado ya innumerables víctimas, comenzaba a arrastrar a miles de republicanos vencidos en la contienda, hacia un abismo infernal en la búsqueda desesperada de alguna vía de escape, que les evitara mayor sufrimiento o incluso la muerte.

«Estos días azules y este sol de la infancia»

Atrás quedaban las anónimas fosas comunes, los antiguos compañeros que compartieron lucha e ideales y millones de compatriotas desesperanzados y sumidos en la miseria. Hacia adelante se avizoraban, inexorablemente, un camino difícil y un viaje lastimoso que llevaba al destierro. El exilio y el desarraigo eran entonces, el destino obligado de quienes habían perdido todo en la vida.

Antonio Machado, aquel hombre, aquel genial poeta que abordó tantas veces en sus letras el concepto y la definición de una España muy distinta a la que la realidad mostraba; integraba en compañía de su madre anciana y de su hermano José, esa inmensa caravana fugitiva que, habiendo partido de Barcelona ante la inminente ocupación de la ciudad, buscaba pasar a tierra francesa bajo el hostigamiento permanente de la aviación alemana al servicio de Francisco Franco.

Por fortuna para él y los familiares que lo acompañaban, a fines de enero de ese caótico 1939, superando incontables adversidades, perdiendo los equipajes en el trayecto, durmiendo en un vagón de tren estacionado en una vía muerta; lograron finalmente llegar al pequeño pueblo costero de Collioure, al sur de Francia. El grupo encontró albergue el día 28 de enero en el Hotel Bougnol-Quintana, propiedad de gente amiga, quedando allí a la espera de una ayuda que nunca llegaría.

Hospedado en la habitación del hotel que sería su última morada, el eximio poeta a sus 63 años, se sentía cansado, debilitada su salud por afecciones pulmonares derivadas de su excesiva adicción al tabaco y acosado por los recuerdos y las noticias que recibía acerca de la crítica situación en su terruño. Tenía ante sí un panorama desolador que ensombrecía sus ojos y deterioraba día a día su espíritu, sentía que su alma fatigada no podría sobrevivir a la pérdida de la España de sus afectos invalorables, ni sobreponerse a la angustia del destierro. Presentía claramente que se aproximaba el final de su vida, y pensaba «Cuando ya no hay porvenir, por estar cerrado el horizonte a toda esperanza, es ya la muerte lo que llega».

Todavía no había transcurrido un mes de estadía en tierra francesa, cuando un día Antonio Machado abstraído, inmerso en una profunda tristeza, salió a caminar y se detuvo un largo rato observando el mar con resignada melancolía. Regresó al hotel pensativo y al día siguiente, a las tres y media de la tarde de un 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza; su corazón cansado exhaló un último suspiro y le sobrevino la muerte tan inevitable como piadosa. Todos los habitantes del pueblo se sintieron conmovidos y la mayoría participó respetuosamente del entierro. Seis milicianos, envolviendo el féretro con la bandera de la República española, lo llevaron en hombros hasta el cementerio.

Revisando sus pertenencias, su hermano José encontró en un bolsillo del viejo y desgastado abrigo del poeta, un papel arrugado y maltrecho con tres anotaciones escritas a lápiz: La primera reproducía en inglés las palabras con las que comienza la primera frase del soliloquio del personaje principal de Hamlet, “To be, or not to be, that is the question” («Ser o no ser, ésa es la cuestión”), la segunda anotación modificaba una de las cuartetas a Guiomar, su gran y secreto amor.

Y por último, resumiendo una vívida nostalgia en medio de tanta desazón e incertidumbre, el último verso que escribiera en su vida, expresando en un solo renglón pocas y conmovedoras palabras: “Estos días azules y este sol de la infancia…” quizá, como malogrado comienzo de un poema que quedaría definitiva e irremediablemente inconcluso.

En esa anotación, no pudo ser casual su referencia a la niñez tan frecuentemente rememorada en su obra literaria, en la que abundan bellísimos y enigmáticos poemas dedicados a la infancia.

¿Cómo no evocar el lirismo vigente eternamente en los versos de «Retrato»? …«Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero…»

Cómo no recordarlo además, a través de estos otros poemas inolvidables:

Sol de invierno

Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
de verde, la palmera.
Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
de sol!…» Los niños juegan.
El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.

Recuerdo infantil

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo el coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón.»

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales

Su nombre completo era Antonio Cipriano José María Machado Ruiz, admirador de Bécquer, al que llamó «poeta lírico, sin retórica». Fue un hombre íntegro, muchas veces imbuido por el escepticismo y el desengaño pero siempre persiguiendo una actitud de paz.

Sus fuentes de inspiración fueron el romanticismo, el amor, el dolor, la guerra, la paz, la miseria, la fugacidad de la existencia y su eterna preocupación por la querida España.

También se hermano José relataría tiempo después, que su madre, Ana Ruiz Hernández, saliendo por unos instantes del estado de inconsciencia producido por su enfermedad y las penurias del viaje, y al ver vacía la cama de su hijo junto a la suya, preguntó por Antonio con ansiedad. No creyó las compasivas mentiras que le dijeron como respuesta y comenzó a llorar sin consuelo. Tres días después, el 25 de febrero, fallecía cumpliendo involuntariamente la promesa que formulara en voz alta en Rocafort, en la casa que les sirviera de refugio durante la guerra fraticida, «Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio».

Alguna vez, Antonio Machado escribió en una cita que desnudaba sus sentimientos más íntimos: «Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.»

Tal vez por eso, su entrañable amigo Miguel de Unamuno lo describió así: «Antonio Machado fue el hombre más descuidado de cuerpo y más limpio de alma de cuantos yo haya conocido».

Para conocer más:

La historia del matrimonio de Antonio Machado está descripta en todas sus biografías. En 1907, trabajando en Soria como catedrático de Francés conoció a Leonor Izquierdo adolescente y se casó con ella cuando la jovencita aún no cumplía sus 16 años; poco tiempo después, en 1912, ella enferma y muere de tuberculosis, tragedia esta, que acentuó la melancolía y la tendencia a la soledad del poeta. En ese mismo año publica «Campos de Castilla», donde manifiesta su inmenso dolor a través de versos conmovedores: «Señor ya me arrancaste lo que yo más quería… / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar/A un olmo seco».

En su edad madura Machado conoció a Pilar de Valderrama Alday, una poetisa y dramaturga madrileña, 16 años menor, que arrastraba un matrimonio conflictivo. Pilar se convertiría en la «Guiomar» de sus versos y en el gran amor de su vida.

Cuando se publicaron de manera póstuma las memorias de la poetisa en el libro «Si, soy Guiomar», aparecieron incluidas muchas de las cartas, que dan por cierta la íntima y apasionada relación que había tenido con el extraordinario poeta sevillano.

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Bertolt Brecht – Idealista, comprometido y genial

Semblanza de Bertolt Brecht – El arte poético de un escritor idealista, comprometido y genial

Bertolt BrechtEugen Berthold (Bertolt) Friedrich Brecht, mejor conocido como Bertolt Brecht, considerado en el universo literario, uno de los poetas y dramaturgos más destacados, innovadores e influyentes del siglo XX, logró reflejar en sus textos, empapados del inconformismo que caracterizó toda su obra, un compromiso político inquebrantable y una crítica sin concesiones a las formas de vida, la ideología, las estructuras jerárquicas y la concepción artística, de la burguesía dominante en la sociedad del tiempo histórico en el que vivió.

Este destacado escritor alemán nació el 10 de febrero de 1898, en el seno de una familia acomodada residente en Augsburgo (Baviera). Desde muy pequeño se sintió atraído por las letras, vocación que lo llevaría a publicar su primera obra teatral titulada «Baal» antes de cumplir sus veinte años. Cursó estudios de Literatura y Filosofía en Munich, intentando posteriormente añadir Medicina, carrera que finalmente dejaría inconclusa.

Rebelde, de fuerte carácter independiente y dispuesto a vivir intensamente sin condicionamientos, buscó en el arte la forma de entender, descifrar y explicar la realidad y encontró en la literatura una herramienta adecuada para intentar cambiar esa realidad social que tanto le atormentaba.

Reconocido en forma unánime como el creador del llamado teatro épico (o teatro dialéctico), donde el objetivo era lograr la reflexión y la toma de conciencia por parte del espectador, poniendo de relieve al mismo tiempo, la necesidad humana de felicidad como base imprescindible para la vida.

Autor prestigioso, poseedor de un estilo definido por una prosa breve y didáctica y de una poesía cristalina y viva, gracias a la cual ha logrado trascender y convertirse en una lectura indispensable para aquellos amantes del arte lírico y sobre todo de la poesía social.

De su inspiración y talento poético surgieron estos escritos:

La piel

La piel, de no rozarla con otra piel, se va agrietando.
Los labios, de no tocarlos con otros labios, se van secando.
Los ojos, de no mirarse con otros ojos, se van cerrando.
El cuerpo, de no sentir cerca otro cuerpo, se va olvidando.
El alma, de no entregarla con toda el alma, se va muriendo.

La cuerda cortada

La cuerda cortada puede volver a anudarse,
Puede aguantar, pero está cortada.
Quizá volvamos a tropezar,
pero allí, donde me abandonaste,
no volverás a encontrarme.

Hay hombres que luchan un día

Hay hombres que luchan un día, y son buenos.
Hay otros que luchan un año, y son mejores.
Están aquellos que luchan muchos años
y son muy buenos.
Por último, los hay que luchan toda la vida;
estos son los imprescindibles.

Fue un prototipo del intelectual revolucionario que en una temprana juventud había adherido al marxismo y que en 1933, cuando los nazis llegaron al poder, se vio obligado a abandonar su patria. Muchos de sus libros fueron quemados por fanáticos partidarios del nacionalsocialismo, que comenzaba a incendiar el continente europeo convirtiéndolo en un infierno aterrador.

En su poema «Alemania» escribió el célebre autor:

«¡Oh Alemania, pálida madre! Entre los pueblos te sientas cubierta de lodo.
Entre los pueblos marcados por la infamia tú sobresales.
(…) ¡Oh Alemania, pálida madre! ¿Qué han hecho tus hijos de ti
para que, entre todos los pueblos, provoques la risa o el espanto?»

«…Hablen otros de su vergüenza. Yo hablo de la mía.»

Después, como desesperanzada disculpa, Bertolt Brecht expresaba en otro poema:

«A los que vendrán después»

Realmente vivo en tiempos sombríos.
La inocencia es locura. Una frente sin arrugas
denota insensibilidad. El que ríe,
es porque todavía no ha oído la terrible noticia.

¡Qué tiempos son estos, en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque implica silenciar tanta injusticia!
Ese, que cruza tranquilamente la calle,
¿será encontrado cuando los amigos
necesiten su ayuda?

Es verdad que todavía me gano el sustento,
pero creedme: es por casualidad.
Nada de lo que hago justifica
que yo pueda comer hasta hartarme.
Las cosas todavía me van bien

(si la suerte me abandonase, estaría perdido).

Me dicen: “Come, bebe, alégrate por lo que tienes!
Pero… ¿cómo puedo comer y beber
si estoy arrebatando al hambriento su comida,
y mi vaso de agua le falta al sediento?
Y sin embargo continúo comiendo y bebiendo.

Me gustaría también ser sabio.
Los libros antiguos nos hablan de la sabiduría:
consiste en apartarse de los problemas del mundo
y, sin temores, dejar que transcurra tranquilamente
el tiempo de nuestra breve vida en la tierra,
pagar el mal con el bien,
no satisfacer nuestros deseos, sino desecharlos.
He aquí lo que llaman sabiduría.
Pero yo no consigo hacer tales cosas.
Verdaderamente vivo en tiempos sombríos.

Llegué a las ciudades en tiempos conflictivos
cuando reinaba el hambre,
me mezclé entre los hombres en época turbulenta
y me rebelé con ellos.
Así fue transcurriendo el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Comí mi pan en medio de batallas,
dormía entre asesinos,
traté despreocupadamente los asuntos amorosos,
y fui impaciente con la naturaleza.
Así fue transcurriendo el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

En mi época todos los caminos conducían al fango,
mis palabras me traicionaban ante el verdugo,
yo era poca cosa. Pero pienso que los gobernantes
se sentían más seguros sin mí.
Así fue transcurriendo el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Nuestras fuerzas eran escasas, la meta
se hallaba distante
y aunque podía distinguirse claramente, me parecía
que yo tal vez no la alcanzaría.
Así fue transcurriendo el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Vosotros, que surgiréis del marasmo
en que nosotros nos hemos hundido,
acordaos también, cuando habléis de nuestras flaquezas,
de los tiempos sombríos de los que os habéis librado.
Cambiábamos más frecuentemente
de país que de zapatos, a través de las guerras de clases,
desesperados, porque reinaba la injusticia
y nadie se indignaba.

Bien sabemos que el odio contra la ruindad
deforma el rostro y la rabia contra la injusticia
enronquece la voz. ¡Ah!, nosotros,
que queríamos preparar el terreno para la bondad
no pudimos ser bondadosos!

Pero vosotros, cuando llegue el momento
en que el hombre sea bueno para el hombre,
¡acordaos de nosotros con comprensión!

El 28 de febrero de 1933, un día después de la quema del Parlamento (Reichstag) alemán, hecho cuya responsabilidad sigue siendo un tema de permanente debate e investigación, pero que es considerado fundamental para el establecimiento del Tercer Reich de la Alemania nazi; Bertolt Brecht emprendió un largo y difícil camino hacia el exilio en Svendborg (Dinamarca). Con el transcurrir de los meses su situación se vio agravada por el inicio y desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y debió peregrinar durante años a través de varios países, hasta establecerse en los Estados Unidos en 1941. Finalizada la contienda, sus opiniones políticas y sociales lo transformaron en sospechoso para las autoridades estadounidenses, por lo que debió trasladarse a la República Democrática Alemana, estableciéndose en Berlín. Allí fundó la compañía de teatro «Berliner Ensemble», en un intento concreto de materializar sus teorías teatrales.

Bertolt Brecht falleció de una trombosis coronaria en agosto de 1956, en la misma ciudad de Berlín (Berlín Este por entonces) donde la férrea hegemonía del comunismo soviético, había sembrado una semilla de escepticismo y decepción en la ideología del escritor. Dejó a la posteridad un estilo literario en el que siempre se encuentran entrelazados el fondo, las formas, la estética y los ideales enfocados hacia un contexto político e histórico. Hasta el fin de su vida sostuvo la tesis de que el teatro, podía contribuir a modificar para bien el mundo.

Su particular lenguaje, continúa ejerciendo marcada influencia hasta hoy en los cultores de la poesía social y del teatro moderno.

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Nanas de la cebolla – Miguel Hernández

Nanas de la cebolla – Versos que le cantan a la vida desde la tragedia – Miguel Hernández

Nanas de la cebolla Miguel Hernández

Las luces del alba anunciaban el comienzo de otra jornada monótona y triste en la enfermería del Reformatorio de Adultos de Alicante donde el condenado Miguel Hernández era asistido. No obstante, un hecho inesperado alteraría la rutina del centro asistencial esa madrugada del 28 de marzo de 1942 haciéndola distinta; en plena juventud se apagaba la existencia de uno de los poetas y dramaturgos de mayor relevancia, que la literatura española haya aportado a la cultura del mundo.

Dotado de un talento innato que le permitía desarrollar al máximo sus pensamientos con pocas palabras precisas y exactas; fue el autor de una importante obra literaria de excepcional contenido y calidad estilística, fruto de una vocación inclaudicable sumada a su pasión por la lectura de los clásicos españoles del Siglo de Oro y de muchos grandes autores de las letras de todos los tiempos.

En uno de sus versos publicado en el poemario «Cancionero y romancero de ausencias», este poeta de humilde origen y pastor de cabras en su infancia, narraba: «Escribí en el arenal los tres nombres de la vida: vida, muerte, amor. Una ráfaga de mar, tantas claras veces ida, vino y los borró.»

Premonición, anticipo tal vez del durísimo y trágico destino que consumió su vida.

Legó a la posteridad poemas magistrales que hablan del amor, la muerte, la guerra y la injusticia, escritos con una fuerza expresiva deslumbrante y estremecedora.

Son versos de lectura imprescindible y entre ellos destaca uno especial para recordarlo, por la historia que lo inspiró, por el significado de cada estrofa, porque lo define como ser humano integro y por que se convirtió en un trágico y paradójico canto a la vida:

Nanas de la cebolla

La cebolla es escarcha cerrada y pobre.
Escarcha de tus días y de mis noches.
Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre mi niño estaba.
Con sangre de cebolla se amamantaba.
Pero tu sangre, escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena resuelta en luna
se derrama hilo a hilo sobre la cuna.
Ríete, niño, que te traigo la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa, ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos la luz del mundo.
Ríete tanto que mi alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre, me pone alas.
Soledades me quita, cárcel me arranca.
Boca que vuela, corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada más victoriosa,
vencedor de las flores y las alondras
Rival del sol. Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante, súbito el párpado,
el vivir como nunca coloreado.
¡Cuánto jilguero se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño: nunca despiertes.
Triste llevo la boca: ríete siempre.
Siempre en la cuna, defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto, tan extendido,
que tu carne es el cielo recién nacido.
¡Si yo pudiera remontarme al origen
de tu carrera! que tu carne parece
cielo cernido.

Al octavo mes ríes con cinco azahares.
Con cinco diminutas ferocidades.
Con cinco dientes como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos serán mañana,
cuando en la dentadura sientas un arma.
Sientas un fuego correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble luna del pecho:
él, triste de cebolla, tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.

Miguel Hernández compuso esta bella poesía, llamada Nanas de la cebolla, en la cárcel, inspirándose en la carta que su esposa y compañera Josefina Manresa le enviara contándole amargamente las penurias que estaba atravesando, al extremo de tener solamente pan y cebolla para alimentar a Manuel Miguel «Manolillo», el pequeño hijo de ambos, nacido a dos meses y medio de la muerte de su otro hijo, que apenas alcanzó a cumplir un año de edad.

Para responderle, devastado por la desesperación y la impotencia de no poder hacer nada para ayudar, Miguel le escribió una carta que comenzaba así: «Mi querida Josefina:…Esta semana, es martes y no ha llegado tu carta como las anteriores. También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy. Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme…» (Madrid, 12 de septiembre de 1939)»

Josefina también le había enviado una foto del niño de la que su orgulloso padre comentaba: “No pasa un momento sin que lo mire y me ría, por muy serio que me encuentre, viendo esa risa tan hermosa. Esa risa suya es mi mejor compañía aquí y cuanto más la miro más encuentro que se parece a la tuya …”

La letra del poema es sublime y si leerlo conmueve, escucharlo en la interpretación que hace Joan Manuel Serrat con su privilegiada voz, desgarra y lastima cada pedacito del alma.

Y sirve para reflexionar. Cuando las diferencias entre los seres humanos se resuelven con el frío insensible y mortal de las armas y la insensatez de una guerra, descendemos hasta arrastrarnos por todas las miserias imaginables, de las que solamente se puede escapar tomando conciencia y valorando en toda su magnitud los postulados de la paz.

Aunque muchas veces nos parezca un ideal imposible de alcanzar.

Para conocer más:

Miguel Hernández Gilabert, nacido el 30 de octubre de 1910, tuvo una difícil vida de pobreza y privaciones; convertido en pastor de cabras y ovejas desde una temprana infancia por la necesidad de ayudar a su padre, no le quedaba tiempo para asistir a la escuela. Recibió en consecuencia una escasa instrucción aunque en sus momentos libres leía fervorosamente cuanto podía y además, escribía poemas. Su formación posterior fue autodidacta, aprendiendo las bases de la buena literatura guiado por las obras de maestros como Paul Verlaine, Miguel de Cervantes, Pedro Calderón de la Barca y Luis de Góngora.

En el año 1937 contrajo matrimonio con Josefina Manresa. Afiliado al Partido Comunista Español, durante la Guerra Civil se alistó en el ejército republicano y fue uno de los asistentes al Congreso internacional de intelectuales antifascistas de 1937 en Valencia. Terminada la contienda fue detenido en la frontera al intentar escapar para refugiarse en Portugal. En un juicio sumarísimo fue condenado a la pena de muerte, pero esta sentencia fue conmutada más tarde por la de treinta años de prisión.

Estuvo en la cárcel de Palencia en septiembre de 1940 y tras un largo peregrinar por varios lugares de detención, en 1941 fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante. Allí enfermó de bronquitis complicada con tifus; el transcurrir de los días y las duras condiciones de vida en el presidio fueron agravando su estado, hasta que finalmente, a los 31 años de edad, la tuberculosis acabó con su vida.

En la prisión de Conde de Toreno conoció al dramaturgo y pintor Antonio Buero Vallejo quien le hizo el famoso retrato, conservado hoy por sus familiares.

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Día Mundial de la Poesía – 21 de marzo

Reseña literaria sobre el Día mundial de la poesía y la obra de los distintos referentes mundiales en el género

Día mundial de la poesíaLa celebración ecuménica de cada 21 de marzo conmemorando El Día Mundial de la Poesía, es el merecido homenaje que, quienes creemos en la intangible belleza y fuerza incontenible de la literatura, rendimos a esos verdaderos escultores de la palabra llamados poetas.

Reconocemos y valoramos así, a hombres y mujeres que con su imaginación y talento han conseguido a través de los tiempos, sustraernos de los avatares de la vida cotidiana y transportarnos a un singular mundo encantado, para abrir nuestros ojos a la fantasía infinita, para aliviarnos muchas veces la pesada carga de vivir pintando de colores el lienzo opaco de la melancolía y también, para servir como valiosa herramienta de resiliencia y consuelo a nuestro humano espíritu.

Conscientes de que es tarea imposible pretender coincidencias en la elección de los mejores versos que hayan sido escritos, porque toda selección siempre será incompleta, injusta, arbitraria y objetiva; intentaremos una aproximación simbólica, advirtiendo de antemano que una inmensa mayoría de autores quedará marginada.

Dijeron de la poesía:

«No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira: podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía» (Gustavo Adolfo Bécquer)

«La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y sale por la mano». (Carmen Conde)

“La poesía ocurre diariamente, a solas, cuando el corazón del hombre se pone a pensar en la vida.” (Jaime Sabines)

«En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.» (Robert Penn Warren)

«El mundo no vuelve a ser el mismo cuando le agregamos un buen poema». (Dylan Thomas)

«Los poetas son hombres que han conservado sus ojos de niño» (León Daudet)

«Ante la poesía, da lo mismo estremecerse que comprender» (Baldomero Fernández Moreno)

Y como verdad incontrastable, la maravillosa expresión de un inspirado Rubén Darío, «La vida sin la mujer es pura prosa». Además podríamos decir: La vida sin poesía es un cielo sin estrellas, un bosque sin verdes, un florido jardín sin mariposas o un amanecer sin esperanzas.

Compartimos algunos fragmentos de poesías inolvidables de la literatura universal, que creemos oportunas para la ocasión:

«Canto a mí mismo»

Quédate hoy, vive conmigo un día y una noche

y te mostraré el origen de todos los poemas.

Tendrás entonces todo cuanto de grande hay en la tierra y en el sol

y nada tomarás ya de segunda o tercera mano,

ni mirarás más por los ojos de los muertos,

ni te nutrirás con el espectro de los libros.

Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos

ni tocarás las cosas con mis manos.

Aprenderás a escuchar en todas direcciones

y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.

Walt Whitman

 

«Destino» (ver poema completo)

Matamos lo que amamos. Lo demás

no ha estado vivo nunca.

Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere

un olvido, una ausencia, a veces menos.

Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia

de respirar con un pulmón ajeno!

El aire no es bastante

para los dos. Y no basta la tierra

para los cuerpos juntos

y la ración de la esperanza es poca

y el dolor no se puede compartir.

Rosario Castellanos

 

«El poeta es un fingidor»

El poeta es un fingidor.

Finge tan completamente

que hasta finge que es dolor

el dolor que en verdad siente,

Y, en el dolor que han leído,

a leer sus lectores vienen,

no los dos que él ha tenido,

sino sólo el que no tienen.

Y así en la vida se mete,

distrayendo a la razón,

y gira, el tren de juguete

que se llama corazón.

Fernando Pessoa

 

«Yo canto lo que tú amabas…»

Soy la misma que fue tuya, vida mía.

Ni lenta ni trascordada ni perdida.

Acude al anochecer, vida mía;

ven recordando un canto, vida mía,

si la canción reconoces de aprendida

y si mi nombre recuerdas todavía.

Gabriela Mistral

 

«La caricia perdida» (Ver poema completo)

Se me va de los dedos la caricia sin causa,

se me va de los dedos… En el viento, al pasar,

la caricia que vaga sin destino ni objeto,

la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,

pude amar al primero que acertara a llegar.

Nadie llega. Están solos los floridos senderos.

La caricia perdida, rodará… rodará…

Alfonsina Storni

 

«Canción otoñal»

Si el azul es un ensueño, qué será de la inocencia?

¿Qué será del corazón si el Amor no tiene flechas?

¿Si la muerte es la muerte, qué será de los poetas

y de las cosas dormidas que ya nadie las recuerda?

¡Oh sol de las esperanzas! ¡Agua clara! ¡Luna nueva!

¡Corazones de los niños! ¡Almas rudas de las piedras!

Hoy siento en el corazón un vago temblor de estrellas

y todas las rosas son tan blancas como mi pena.

Federico García Lorca

 

«Hora tras hora, día tras día…»

Hora tras hora, día tras día,

entre el cielo y la tierra que quedan eternos vigías,

como torrente que se despeña, pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume después de marchita;

de las ondas que besan la playa

y que una tras otra besándola expiran.

Recoged los rumores, las quejas,

y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,

negros tormentos, dulces mentiras,

¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron, en dónde, alma mía?

Rosalía de Castro

 

«A una mujer»

¡Niña!, si yo fuera rey daría mi reino,

mi trono, mi cetro y mi pueblo arrodillado,

mi corona de oro, mis piscinas de pórfido,

y mis flotas, para las que no bastaría el mar,

por una mirada tuya.

Si yo fuera Dios, la tierra y las olas,

los ángeles, los demonios sujetos a mi ley.

Y el profundo caos de profunda entraña,

la eternidad, el espacio, los cielos, los mundos

¡daría por un beso tuyo!

Víctor Hugo

 

«El dulce milagro»

….Y murmura al verme la gente que pasa:

«¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.

¡Dice que en las manos le han nacido rosas

y las va agitando como mariposas!»

Que me digan loca, que en celda me encierren,

que con siete llaves la puerta me cierren,

que junto a la puerta pongan un lebrel,

carcelero rudo, carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: «Mis manos florecen.

Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen».

¡Y toda mi celda tendrá la fragancia

de un inmenso ramo de rosas de Francia!

Juana de Ibarbourou

 

«Si…» (If) (ver poema completo)

…Si puedes hablar a multitudes conservando tu virtud,

o alternar con reyes sin perder tus comunes rasgos.

Si nadie, amigo o enemigo, puede causarte daño;

Si todos los hombres pueden contar contigo,

pero ninguno en demasía;

Si eres capaz de llenar el minuto inexorable,

con el valor de los sesenta segundos finales

de la distancia recorrida.

Tuya será la Tierra y cuanto ella contenga

Y -lo que vale más- ¡tú serás un Hombre, hijo mío!

Rudyard Kipling

 

«La poesía es un arma cargada de futuro»

…Tal es, arma cargada de futuro expansivo

con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.

No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

Es algo como el aire que todos respiramos

y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo

como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.

Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.

Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

Gabriel Celaya

 

«La Poesía» (ver poema completo)

Y pude ver de pronto el cielo desgranado y abierto,

planetas, plantaciones palpitantes,

la sombra perforada, acribillada

por flechas, fuego y flores, la noche arrolladora, el universo.

Y yo, mínimo ser, ebrio del gran vacío constelado,

a semejanza, a imagen del misterio,

me sentí parte pura del abismo,

rodé con las estrellas, mi corazón se desató en el viento.

Pablo Neruda

 

Imposible olvidarse de él y dejarlo de lado.

«Rima LIII»

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido…; desengáñate.

¡Así… no te querrán!

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Orígenes de la celebración del Día mundial de la Poesía ¿Por qué el 21 de marzo?

La decisión de proclamar e instituir el 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía, fue adoptada durante el período de sesiones de la trigésima Conferencia General de la UNESCO llevada a cabo en París entre los meses de octubre-noviembre 1999; con el objetivo principal de preservar el género lírico, contribuyendo a sostener la pluralidad cultural y diversidad lingüística de las naciones a través de expresiones poéticas y procurando defender a los idiomas que estuvieren amenazados.

La fecha fue elegida en coincidencia con el equinoccio de primavera en el hemisferio norte y comenzó a conmemorarse oficialmente desde el año 2001, como un tributo y reconocimiento al arte poético considerado símbolo de innovación permanente de la inagotable creatividad humana.

Por estas razones, cada año la celebración es condicionada por un lema emitido por el presidente de la UNESCO, que incita y estimula al intercambio libre de ideas por medio de la palabra y el diálogo, a la meditación responsable y a la lucha contra toda manifestación de marginalidad y exclusión, como una forma de volver a interpretar la condición humana en todas sus dimensiones.

Según la página oficial de las Naciones Unidas este día también tiene como propósito promover la enseñanza de la poesía; fomentar la tradición oral de los recitales de poéticos; apoyar a las pequeñas editoriales; crear una imagen atractiva de la poesía en los medios de comunicación para que no se considere una forma anticuada de arte, sino una vía de expresión que permite a las comunidades transmitir sus valores y fueros más internos y encontrar y reafirmar en su identidad; y restablecer el diálogo entre la poesía y las demás manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza, la música y la pintura.

La pregunta surge espontánea:

«¡Oh, mi yo!, la triste pregunta que vuelve: “¿Qué hay de bueno en todo esto?”

Y la respuesta:

“Que estás aquí, que existen la vida y la identidad, que prosigue el poderoso drama y que quizás…¡Tú contribuyes a él con tu rima”.

Walt Whitman

Para conocer más:

Se han encontrado vestigios que ubicarían los orígenes de la poesía como expresión artística, entre los años 500 y 400 a.C, en la antigua Grecia.

El filósofo griego Platón fue el precursor, al referirse al arte de escribir versos como una actividad creativa. Por entonces era aplicada a la representación en un auditorio y se acompañaba de un instrumento musical.

Posteriormente, otro filósofo griego, Aristóteles sería el primero en clasificar a la poesía dentro de una teoría literaria independiente.

UNESCO:

Es la sigla de United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Se trata de un organismo especializado de la ONU fundado en 1945 y que actualmente tiene su sede en París (Francia).

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Tal vez – Amado Nervo

Tal vez – Amado Nervo. Arte literario y publicidad en una poesía

Tal Vez - Amado Nervo

La lluvia serena en conjunción con ciertas horas de la noche, tiene para mí una cuota de vaga nostalgia y me regala un tiempo que aprovecho para deleitarme escuchando música o para recorrer la biblioteca familiar con el propósito nunca terminado de clasificar, ordenar libros, revistas y material relacionado y por que no, con la esperanza permanentemente renovada de encontrar alguna anécdota pintoresca de las que siempre nutren la vida de escritores y poetas.

Así fue que encontré este viejísimo poema de Amado Nervo, fechado en septiembre de 1912, llamado Tal vez.

VIII.

Tal vez…

Tal vez ya no le importa mi gemido
en el indiferente edén callado
en que el espíritu desencarnado
vive como dormido…
Tal vez ni sabe ya cómo he llorado
ni cómo he padecido.

En profundo quietismo,
su alma, que antes me amara de tal modo,
se desliza glacial por ese abismo
del eterno mutismo,
olvidada de sí, de mí, de todo…

Lo curioso y anecdótico de esta poesía, es que en los años dorados de la romántica década de 1960, una antigua publicidad de la fábrica industrial «Virgilio Fossati» S.A., fabricante en Argentina de las «Medias Reina Cristina»; comprometía la entrega en el interior de cada paquete del producto, de una copia de este verso.

La imagen que ilustra esta nota fue tomada de una subasta que se realiza por internet, describiendo el muy buen estado general de conservación del documento, obviamente con muestras normales de deterioro por el paso del tiempo. No tengo elementos para corroborar la autenticidad. Pero el aviso existe.

El poema Tal vez es bellísimo, acorde a la distinción y jerarquía de su encumbrado autor. El diseño gráfico parece acertado. En cuanto a la publicidad en sí, no se me ocurre ningún argumento válido para relacionar la venta de un paquete de medias con un poema de Amado Nervo. No le encuentro explicación si es que tiene alguna explicación. Detalles quizás de una época de romanticismo puro y melancólico.

Amado Nervo fue un célebre poeta mexicano nacido en 1870 y fallecido en Montevideo, Uruguay en 1919. Autor de una monumental poesía lírica titulada «La amada inmóvil», que describe en dolida recordación la historia compartida quien fuera el gran amor de su vida: Ana Cecilia Luisa Dailliez.

Vivió también con tormento un episodio inapropiado, cuando intentó sin llegar a concretarlo, un romance con Margarita Elisa Dailliez, la hija adolescente de su adorada Ana; quien respondió a su confesión de amor: “¿Cómo decir te quiero sin añadir: papá?”.

Inolvidables poemas como: “Autobiografía”; “Ofertorio”;»Si una espina me hiere»(Ver poemas y nota); “Lo más natural”(ver poema); «Cobardía”(ver poema); “El primer beso”(ver poema); “En paz”(ver poema); inmortalizaron la obra de este precursor de la corriente literaria denominada «Modernismo», inspiración fundacional de otro eximio poeta de la literatura universal: el nicaragüense Rubén Darío.

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La ausencia en las poesías

La poesía también vive y muere de ausencias – Reseña literaria

«Que es de cuantos tormentos he sufrido, la ausencia el más atroz. »
Ramón de Campoamor

AusenciaHay palabras simples y hermosas, como amor, beso, novia, felicidad, amistad, madre; que fueron inspiradoras de versos geniales con que eximios poetas han embelezado el espíritu de quienes los han leido. Pero además existen otras que, sin importar el contexto en el que son utilizadas, parecen perder brillo tan sólo por su significado y cuesta más aceptarlas y despojarlas de su misterioso velo de oscuridad y tristeza.

La palabra ausencia es una de ellas. Inconscientemente la relacionamos con la distancia, la soledad, la desesperanza y sin embargo, también ha sido fuente de inspiración de bellísimos poemas, que algunos de los más notables cultores del arte de la poesía regalaron a la posteridad.

Compartimos algunos de esos poemas inolvidables:

«Ausencia» (Leopoldo Lugones)
(Leopoldo a su Aglaura)

Todo, amada, en tu ausencia siempre larga te llora:
el silencio y la estrella, la sombra y la canción,
lo que duda en la dicha, la que en la duda implora.
Y luego… este profundo sangrar del corazón.

Como no ha de llorarte todo lo que es hermoso
y todo cuanto es triste porque es capaz de amar.
Si tu ausencia ¡tan larga! se parece al reposo
de la luna suicida que se ahoga en el mar.

Con tu ausencia anochecen la alegría y la aurora.
La esperanza es angustia, sinsabor el placer.
Y hasta en la misma perla del rocío te llora
lo que tiene de lágrima toda gota al caer.

«Ausencia» (Gabriela Mistral)

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!

Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!

«Poema 29» (Miguel Hernández)
(Canciones y romancero de ausencias)

Ausencia en todo veo:
tus ojos la reflejan.
Ausencia en todo escucho:
tu voz a tiempo suena.
Ausencia en todo aspiro:
tu aliento huele a hierba.
Ausencia en todo toco:
tu cuerpo se despuebla.
Ausencia en todo pruebo:
tu boca me destierra.
Ausencia en todo siento:
ausencia, ausencia, ausencia.

«Ausencia» (Yelda Cresta de Scetti)

Te vas. La noche idéntica a tantas otras noches
tiene un perfume dulce de rosas desveladas.
Azul es el silencio de cielo y en su fondo
tiritan las estrellas como si fueran lágrimas.

En el jardín desierto mi soledad se alarga
y entre la sombra densa de los árboles altos,
mi alma es una sombra perdida entre las sombras
donde se va apagando el eco de tus pasos.

Contemplo desde lejos la luz de mi ventana
abierta donde aguardan mi lámpara y mi mesa,
y el ángel, invisible y celeste compañero,
que irá haciendo palabras tu ausencia y mi tristeza.

La recordada novelista española Ana María Matute (1925-2014) en su libro «Paraíso inhabitado», escribió:»Nunca hubiera podido imaginar que una ausencia ocupara tanto espacio, mucho más que cualquier presencia. Y fui consciente de mi gran soledad. Y este conocimiento aumentaba la tristeza que ya había descubierto. Sólo que ahora era mucho mayor.»
Para Mario Benedetti, la ausencia es sinónimo de extrañar cuando en su poema «Amor de tarde» concluye: «Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme -¿Qué tal?; y quedaríamos, yo con la mancha roja de tus labios, tú con el tizne azul de mi carbónico.»

En definitiva, toda ausencia implica melancolía, tal vez angustia, tal vez desolación. Pero todo es parte de una realidad y de experiencias insoslayables que habremos de afrontar en nuestra vida.

Para conocer más:

Aglaura: princesa de la mitología griega nacida en Atenas, convertida en piedra por la furia de los dioses.

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Poema Año Nuevo de Rubén Darío

Reseña literaria del hermoso poema Año Nuevo del gran escritor Nicaragüense Rubén Darío

Poema Año nuevo Rubén DaríoRubén Darío, de nombre completo Félix Rubén García Sarmiento, fue un poeta y periodista nicaragüense nacido el 18 de enero de 1867 y fallecido el 6 de febrero de 1916. Su amplia obra es reconocida en todo el mundo y su influencia literaria ha llegado a marcar en demasía el siglo pasado, llegando a ser conocido como el “Príncipe de las letras castellanas”. Para homenajearlo en esta época del año, quisiera invitarlos a recordar su poema llamado Año nuevo.

Este magnífico trabajo fue publicado por primera vez a finales del siglo XIX, en 1896. Unos años más tarde fue incorporado en uno de sus libros llamado Prosas Profanas, publicado en el año 1901. ¿Qué mejor forma de iniciar un año que con las inolvidables palabras de Rubén Darío?

Poema Año nuevo – Rubén Darío

A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes sirios, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para
Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina
Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de diciembre se fue toda por el arco
del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero.

Alrededor de la figura del gigante se oye el vuelo
misterioso y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes
inmortales.

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega enero,
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco
y el Arquero.

Breve análisis del poema Año nuevo de Rubén Darío

Esta obra se encuentra estructurada en nueve estrofas. Cada una de ellas posee, a su vez, cuatro versos y la mayor parte de ellos se encuentran compuestos dieciséis sílabas, si bien existen algunos de cuatro.

El autor hace referencia a la finalización de un año y al comienzo del siguiente bajo una visión muy particular, un tanto distinta a la que solemos estar acostumbrados, si bien establece una clara relación con un significado religioso de la misma señalando algunos signos propios de la iglesia católica.

Es una obra en la que Rubén Darío utiliza numerosas metáforas, comparaciones y personificaciones para dar vida a lo que el considera el significado del año nuevo. Sin duda un poema dotado de cierta complejidad por el léxico utilizado, pero no deja de ser llamativo e invita a la reflexión.

De la tierra al cielo, del cielo a las estrellas, del hombre a Dios, del universo a un nuevo año. Espero que este poema les haya gustado y espero comentarios al respecto del mismo.

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Tú me quieres blanca – Alfonsina Storni

Reseña literaria del poema Tú me quieres blanca, de la poetisa argentina Alfonsina Storni

Alfonsina Storni fue una escritora y poetisa argentina, nacida en el año 1892 y fallecida en 1938, parte importante de la literatura latinoamericana del siglo XX. Más allá de su habilidad con la pluma, sus escritos se vieron impregnados de una cierta dosis de feminismo, que tomaba fuerza en sus palabras, probablemente influenciada por la realidad que le tocó vivir. Muestra de este detalle es el gran poema llamado Tú me quieres blanca, una de las obras inmortales de alfonsina.

Es importante, para comprender más lo que llevó a la poetisa a orientar su escritura hacia este camino, el conocer un poco su vida y así llegar, si quiera a imaginar sus pensamientos (Biografía de Alfonsina Storni).

El poema Tú me quieres blanca de Alfonsina Storni fue publicado por primera vez en el libro “El dulce daño» en el año 1918.

En esta obra plasma, de manera magistral, la imagen que la sociedad consideraba apropiada para una dama, un ser puro, casto, blanco, alejado de los deseos pasionales o de cualquier tipo de ambición particular. Luego de la tercera estrofa desarma este paradigma y lo confronta con lo esperado para el hombre, mostrando las diferencias que existían entre ambos, y señalando lo incorrecto de aquello.

Existen en la literatura algunos autores que han podido relacionar esta creación con la obra emblemática de Sor Juana Inés de la Cruz, recordada en las palabras “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”.

Como se establece en su biografía (que invité a leer un poco más arriba) las etapas literarias de Alfonsina Storni están divididas en dos. En una primera etapa predomina el romanticismo, con una asociación al modernismo, mientras que en una segunda etapa triunfa una la visión oscura de la realidad. Podría decirse que este poema cruza de una a la otra con el correr de sus palabras.

Tú me quieres blanca – Alfonsina Storni

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

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Pablo Neruda – Veinte poemas de un amor frustrado

Pablo Neruda, Albertina Rosa y los veinte poemas de un amor frustrado – La historia de una de las obras de poesía más reconocidas de la literatura

Pablo Neruda - Veinte poemas de un amor frustrado

Una de las obras líricas de mayor renombre y difusión universal en lengua española es, sin duda, el libro de versos Veinte poemas de amor y una canción desesperada que un jovencísimo Pablo Neruda publicara en aquel lejano 1924, cuando tenía apenas 20 años. El poemario se convirtió desde entonces, en referente obligado de una interminable pléyade de amantes eternos, que admiraron incondicionalmente las melancólicas definiciones del amor narradas en estrofas maravillosas y que aún brillan con una luz genuina que el paso del tiempo no pudo opacar.

Desde su aparición, el libro fue recibido entusiastamente por ávidos lectores y ha sido traducido a innumerables idiomas. Con su estilo, que distaba mucho de ser meramente retórica de amantes, Neruda transformó en verso casi todo lo que vió y vivió: su tierra, montañas, piedras, el mar, manantiales, ríos y animales, su vida de navegante y de político, su adoración por las caracolas y los mascarones de proa, los cuerpos estilizados de las mujeres; también la libertad para elegir con quién estar y cuándo estar.
Este legado lírico, se puede separar por épocas y en tres facetas: el poeta del amor, la poesía de lo cotidiano y una poesía política, dirigida a la toma de conciencia por las reivindicaciones y luchas estudiantiles y sociales.

Durante su primera etapa de escritor, siendo muy joven, su poesía estuvo marcada por sus experiencias amorosas y prima en ella la nostalgia y el romanticismo apasionado, pero también tierno, inocente, a veces candoroso. Conoció a muchas mujeres y probablemente haya tomado algo de cada una como motivación. Pero ¿quién fue la musa literaria de esos veinte bellísimos poemas que toda mujer hubiera deseado inspirar?.

El propio Pablo Neruda, para evadir esa obligada y repetida pregunta que le hicieron durante toda su vida, siempre respondió escudándose en el misterio: «Fueron básicamente dos mujeres, Marisol, la del campo y Marisombra, la citadina». Además comentando sus libros «Para nacer he nacido» y «Confieso que he vivido», aclaró que nunca había dedicado sus versos a ninguna mujer en especial y que lo que la gente ha creído y opinado de sus ‘musas inspiradoras’, son apreciaciones totalmente inexactas. El eximio poeta chileno se llevó a la tumba su secreto.

Pero muchos años más tarde y no obstante esa negativa rotunda, se demostró que la musa había existido realmente y el misterio que había permanecido inescrutable por décadas, fue develado cuando en 1975 el historiador chileno Sergio Fernández Larraín dio a conocer el nombre y apellido de una una mujer, que no era precisamente imaginada, se llamaba Albertina Rosa Azócar Soto y mantuvo con Neruda un romance juvenil que duró desde 1922 hasta 1932, período en el que el poeta le escribió 111 cartas de amor, que Albertina guardó celosamente en secreto durante más de medio siglo.

Pero la cautivante historia resulta más auténtica leída de las propias palabras de Albertina, que se transcribieron de la conversación que sirve de prólogo a la edición oficial de las Cartas, hecha en Madrid, en 1983, por el Banco Exterior de España, con ensayos de los prestigiosos poetas Vicente Alexandre (Premio Nobel de Literatura 1977) y Jorge Guillén; y escritos de Rafael Alberti y Paco Umbral:

«Es una antigua historia…Yo tendría entonces diecinueve años y Pablo era un año más joven. Nos conocimos en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile que quedaba en Alameda con Cumming. Los dos estábamos matriculados en francés y éramos compañeros, aunque Pablo pertenecía a otro grupo. El Instituto era un viejo edificio de dos plantas, con una sala de actos en la que celebrábamos reuniones los sábados. Había estudiantes que componían poesías. Pablo estaba entre ellos y recitaba con aquel tono suyo lento y grave: desde el fondo de ti, arrodillado, un niño triste como yo nos mira…”(…)

«Yo solía remedarle, junto a unas compañeras de curso, cómo recitaba Pablo sus poemas. No sé cómo, de repente, comenzamos a sentarnos en una de aquellas largas bancas de la clase, con otros poetas que también estudiaban allí. Así comenzamos a conversar y a pasear juntos, después de las clases en el Pedagógico. Al volver a casa, a la pensión en que vivía con mi hermano Rubén, Pablo me acompañaba» (…)

«A mi hermana no le agradaba, porque mi familia era muy conservadora y los poetas tenían mala fama. Además, Pablo era muy delgado, taciturno, de cara macilenta. Iba muy abrigado con capa, porque su padre era ferroviario y entonces les daban unas capas enormes, largas… Le recuerdo con aquella capa y sombrero, como a veces se dibujaba, de negro.
Era algo más alto que yo y era tan joven, tan enamoradizo… No sé, a muchas chiquillas les gustaban los poetas. Cuando me escribía, por ejemplo, tenía acá dos, tres, cuatro amores».

«De los versos que a mí me dedicó, el que más me ha gustado y quizás el más popular, es el poema quince, el Poema del silencio: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca”(…) Es verdad que en sus cartas se quejaba de que no le escribía, pero es que mi carácter es así. Yo le quería mucho, pero no soy de esas personas que se muestran apasionadas ni ninguna de esas cosas.» (…)

«En realidad, le escribía poco, porque toda esta historia de nuestra correspondencia para mí estuvo llena de dificultades. Yo tenía que sacar las cartas del correo a escondidas, porque en mi casa eran terribles para esto y me escondía también para escribirle y poner las cartas. Me controlaban todas las salidas; ni con amigas me dejaban salir.» (…) Nuestras relaciones en Santiago duraron un año y medio más o menos. Me habría casado con él, pero volví a Concepción para terminar los estudios, hacer mi Memoria y trabajar en una escuela experimental al lado de la Universidad. Pablo terminó los cuatro años en el Pedagógico.» (…)

Después siguieron tiempos de encuentros y desencuentros, las separaciones y dificultades cada vez mayores para verse y estar juntos, consecuencia de los frecuentes viajes de Neruda, un retrato de Albertina enviado por ella a la India, las cartas que llegaban tarde, mal o nunca. Y el desgaste comenzó a deteriorar la relación de la pareja.
Mientras ocupaba el consulado chileno de Ceilán en diciembre de 1929, él le escribió desesperado: “me estoy cansando de la soledad y si tu no vienes trataré de casarme con alguna otra”. Al poco tiempo, Pablo conoció en Java a «Maruca» María Antonieta Hagenaar Vogelzang y después de sólo cuatro meses de cortejo, se casó con ella a fines de 1930. Era una mujer altísima, lenta, de modales solemnes y sin ningún interés o relación con la literatura. Es un hecho que Neruda se casó con ella, porque la soledad que sentía en esos rincones del mundo lo tenían devastado y cansado de esperar en vano a Albertina.

En la última carta que Neruda le escribe, fechada el 11 de julio de 1932, expresa: “Tengo tanto que hablarte, reprocharte, decirte. Me acuerdo de ti todos los días (…)

Albertina por su parte, conoció un día en casa de su hermano Rubén, al escritor Ángel Cruchaga Santa María, diez años mayor que ella, solterón, de modales finos, muy tranquilo y que no tenía nada de la bohemia de Pablo. Terminó casándose con él; y entonces, el amor con Neruda se tornó imposible.

En esa correspondencia publicada sin un consentimiento total de Albertina, había esquelas, poemas, postales, anotaciones escritas en billetes de ferrocarril, en servilletas, en trocitos de papel, incluso con dibujos del poeta y Neruda aludía a su enamorada con atrevidos y sugerentes encabezados: Mocosa de mi alma, Mala pécora, Pequeña canalla, Ratoncilla, Caracola, Abeja, Fea mía, Querida mocosa, Netocha, Arabella, Muñeca adorada, Niña de los secretos y algunos más.

En una de sus notas expresaba a modo de poesía:

«Albertina Rosa, mariposa.
Collar de lumbres sobre las cosas.
Es la hora de las rosas, la hora que no cesa.
Acosa, besa la poderosa cabeza
del que te apresa, te roza y te besa.
En todas las cosas, dulce y divina
Albertina Rosa»

Y en otra de sus cartas, Neruda escribió:

«Querida mocosa. El domingo me voy a Temuco. ¿Qué te han dicho de mí, mi chiquilla bonita?. No sé. Aquí, ayer, remolcamos una gibia rosada. Te mandaré unas vistas. ¿Rezaste por mi alma? ¡Ah!, estoy condenado. ¿A qué hora te levantas?

Esta tarde escribiré en la arena tu nombre: ALBERTINA.»

«Me contarás largamente lo que has hecho y lo que haces, y qué piensas. Ya llegarás hoy a tu casa mientras te escribo, es martes en la mañana.

He pasado estos tres días leyendo y fumando; mientras tenga libros que leer y tabaco no me aburriré. Pienso estar todo el mes aquí.
Ahora te copio unos versos.» (…)

Al lado de mí mismo, señorita enamorada,
¿quién sino tú, como el alambre ebrio,
es una canción sin título?
Ah, triste mía, la sonrisa se extiende
como una mariposa en tu rostro.
Y soy el que deshoja nombres y altas
constelaciones de rocío
en la noche de paredes azules, alta sobre tu frente,
para alabarte a ti, palabra de alas puras,
el que rompió su suerte, siempre, donde no estuvo.
Por ejemplo, es la noche rondando
entre cruces de plata
qué fue tu primer beso, para qué recordarlo,
yo te puse extendida delante del silencio,
tierra mía, los pájaros de mi sed te protegen
y te beso la boca mojada de crepúsculo.
Es más allá, más alto.
Para significarte amaina una espiga.
Corazón distraído, torcido hacia una llaga.

«Me he tomado el insoportable trabajo de copiarte esto de mi próximo libro para saber si te interesa algo de lo que escribo para ti. Tú me das una sensación de indiferencia que me abre la curiosidad. Espero que esta carta no se pierda, ¿tienes otra dirección más segura? ¿Enfermita saldrás a buscar al correo estas palabras sin importancia?
Escríbeme con generosidad y recibe besos para mucho tiempo.
Tu Pablo

Amores efímeros como el de Teresa Vásquez y María Parodi, inolvidables como el de Albertina, de compromiso como Maruca y el amor completo por su compañera de tantos años, Matilde Urrutia, seguramente hicieron vibrar la fibra íntima de Pablo Neruda poeta. Al margen de eso, justo es reconocer que no alcanza sólo la ayuda de las musas para escribir como él lo hacía. La clave, fue el singular talento que lo llevó a ser un escritor genial.

Compartimos algunos fragmentos de Veinte poemas de amor y una canción desesperada: 

Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia
mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso.
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
(poema 1)

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
y las hojas caían en el agua de tu alma.
(poema 6)

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, ¿dónde estabas?
¿Entre qué genes?
¿Diciendo qué palabras?
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
(poema 10)

Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.
Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena, dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.
(poema 19)

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
(poema 20)

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa,
surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba,
sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado.
(una canción desesperada)

Pablo Neruda no olvidaría nunca a Albertina, su primer amor adolescente y muy mayor volvería a evocarla en »Memorial de Isla Negra» como Rosaura, esa »pasajera color de agua», recordando los tiempos en que se paseaban tomados de la cintura por las orillas del Mapocho, soñando con el Sur: Rosaura otoño, lejos/ luna de miel delgada/ campanita taciturna…!
Tal vez tenía razón el escritor español Noel Clarasó (1899-1985) que alguna vez con sutil pesimismo escribió «El hombre y la mujer han nacido para amarse, pero no para vivir juntos. Los amantes célebres de la historia vivieron siempre separados».

Para conocer más:

  • Aibertina Azócar, falleció en Santiago de Chile el 11 de octubre de 1989, a los 87 años.
  • Con respecto a las famosas cartas, relataba también Albertina en el prólogo: «La historia, después, de las cartas es otra. Vivíamos mi marido y yo en La Reina, en una parcela donde construimos una casita. Entonces tenía ahí todas mis cosas y Ángel tenía su biblioteca. Cuando él murió, no tenía objeto dejar la parcela abandonada; la vendí y me mudé a Santiago. En el nuevo departamento no cabían las cosas y estaba todo amontonado. Un día, buscando algo entre los libros, de repente apareció una caja donde yo tenía guardadas las cartas, desde toda la vida. Nunca nadie las había visto. Ni en mi casa, porque yo tenía un velador donde las metía bajo llave cuando me llegaban. ¡Si entonces me hubieran visto una carta…!
    Y ahí estaban, casi rompiéndose por el tiempo. Sí, ¿cuánto tiempo? Sesenta años; sesenta años…»
  • ¿Por qué aparecieron estas cartas privadísimas en poder de Fernando de la Lastra? Debido a que era sobrino del esposo de Albertina, Ángel Cruchaga Santa María. Al morir éste, ella decide deshacerse de la biblioteca y le pide a Fernando que le compre los libros. Éste se interesa y adquiere una parte de la colección pagando el valor que Albertina establece. Además, la ayuda a deshacerse del resto. Ella, agradecida, le entrega una caja de cartas. «Son para usted. Es un regalo», le explica.
    Fernando de la Lastra revisa posteriormente ese material y advierte la importancia que tiene para los estudiosos de Neruda. Conservó las cartas en su poder durante cuatro años y luego decidió darlas a conocer al público. En ese tiempo, Albertina jamás intentó siquiera recuperarlas.
  • Después de la publicación, comenzó una serie de demandas y querellas, entablados por varias personas que se sintieron perjudicadas. (entre ellas Albertina y Matilde Urrutia)
  • Entre corchetes […] o entre paréntesis (…), los puntos suspensivos indican la supresión de una palabra o un fragmento en una cita textual.

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