A un olmo seco – Antonio Machado

Reseña literaria del hermoso poema A un olmo seco, una de las obras más aclamadas de Antonio Machado

A un olmo viejo - Antonio Machado

Dentro del sublime trabajo de Antonio Machado, A un olmo seco es considerado uno de sus poemas más aclamados. Fue publicado en el año 1912 dentro de la obra «Campos de Castilla«, un poemario que es considerado por muchos como la obra cumbre de Machado y en donde expone no sólo su amor por Castilla, sino la melancolía y la tristeza por el fallecimiento de su amada, Leonor Izquierdo, cuya influencia es notoria incluso en este poema.

Son muchas las poesías que podrían robarnos un suspiro dentro de Campos de Castilla, donde, por mencionar alguna, podríamos hablar también del poema Retrato.

A un olmo seco – Antonio Machado

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Breve análisis y valoración

El poema A un olmo viejo funciona como una metáfora de la vida y la muerte, del paso del tiempo. En su primera estrofa realiza una vana descripción del árbol al que el paso del tiempo ha deteriorado. Se suma luego el contenido emocional para contextualizar su existencia, y procede en las posteriores a describir los seres que viven en el, siempre hacia una connotación más melancólica y triste. La esperanza surge en la rama verde que ha brotado de este, esperando que al poeta, como al árbol, pueda concedersele una nueva oportunidad de ver la luz.

Es en esta segunda parte de la obra, donde el alma del poeta logra expresarse, y se deja ver la necesidad de Machado de poder volver a ser feliz. Cabe aclarar que aparece en la obra una referencia a la soledad, al detallar la vida del olmo cuyo camino parece llevarlo al olvido, sólo ese tallo verde quizás pueda perdurar.

Si esta increíble obra te ha interesado y quieres profundizar en su contenido, y sumarla a tu biblioteca personal, dejo a continuación un link donde puedes encontrar el libro que contiene al hermoso poema.

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Romance Sonámbulo de Federico García Lorca

Reseña literaria del poema Romance Sonámbulo de Federico García lorca, uno de sus trabajos más profundos

Romance Sonámbulo de Federico García Lorca

El poema Romance Sonámbulo es una de las obras más pasionales y celebradas de Federico García Lorca. Fue publicado en el año 1928, algunos años antes de la temprana muerte del autor, como parte de un conjunto de trabajos que representaban la energía, la vitalidad, y la emoción de la vida gitana, en un momento donde las tensiones políticas del país no dejaban lugar ni al arte ni a la imaginación.

La pluma de Lorca logra transmitir la el amor y la pasión, el miedo y la desesperación, la desilusión y la esperanza de salvación, en palabras que sólo un genio podría llegar a concebir. Este gran poema forma parte (junto a otros de gran calidad como es el caso de Romance de la pena negra) de una obra que, a mi entender, es parte magistral del mundo de la literatura, el Romancero Gitano.

Romance del sonámbulo – Federico García Lorca
A Gloria Giner
y a Fernando de los Ríos

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Breve Análisis de Romance Sonámbulo

Este poema nos traslada a la añoranza del retorno, a dos personas separadas que desean volver a estar juntas, una viajando, otra esperando. Pero cada día que pasa llena de angustia a los amantes que, cercados por el tiempo, consideran la posibilidad de no volverse a ver. La esperanza se mantiene, como fiel reflejo en una metáfora.

El hombre vuelve al fin, se encuentra herido y su hogar ha perdido. Quiere recuperarlo, volver a tener un lugar, dejar los viajes a un lado, y su mente descansar. Su amada ya no existe, probablemente murió, sólo el corazón del poeta sabe que sucedió.

Sus tristes palabras dan lugar a la desesperanza y abren paso a la tragedia. Los guardias lo han encontrado y, ante todo este problema que quizás sea su final, sabe que en el fondo, ella lo espera en otro lugar.

Encuentro en este hermoso poema dos referencias muy trabajadas en la literatura. Una es el hecho de un amante que espera a otro, distanciados por tiempo y marea, como pudiera ser Penélope en La odisea (por recordar una obra famosa) o incluso Romeo y Julieta si es que consideramos el final trágico. El otro es la posibilidad, en sus últimas palabras, de una trascendencia del alma más allá del cuerpo, dos pilares firmes que contrastan, de alguna manera, la separación que ha sucedido.

Su título nos hace suponer que el desenlace ha sido en la noche o madrugada, y que a la vez el romance puede establecerse como un poema de tipo narrativo. No queda claro, cuál es la representación del color verde. Puede ser una referencia a la muerte, o quizás a la comunidad gitana. El caballo y el mar nos trasladan al viaje, el regreso prometido, mientras ella espera en la baranda.

Para saber más:

Gloria Giner de los Ríos García (1886-1970) fue una profesora de Escuela, parte importante de la reserva intelectual española, que debió vivir en exilio durante el gobierno franquista. Contrajo matrimonio con Fernando de los Ríos, y su hija, fue desposada con el hermano del poeta Federico García Lorca. Su labor educativa y cultural es muy recordada.

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Emily Dickinson – Misterios de una poetisa iluminada

Semblanza de Emily Dickinson y su profunda obra poética

Emily Dickinson

Nunca fue motivo de preocupación para Emily Dickinson publicar sus poemas, no creía que fuera ése el precepto fundamental que orientaba la labor de un escritor. Biógrafos e historiadores no coinciden todavía en determinar cuántos versos fueron editados mientras vivió, pero se estima que menos de diez, y éstos, eran alterados significativamente para adaptarlos a normas y convenciones de la época.

«Multiplicar los muelles no disminuye la inmensidad del mar«

Después de acaecida su muerte, Lavinia, la hermana menor (conocida en la familia como Vinnie), encontró ocultos entre las pertenencias de la extinta, alrededor de mil ochocientos documentos, eran papeles manuscritos, recortes, escritos sueltos y algunos fragmentos casi ilegibles, ordenados en cuarenta tomos cosidos de manera artesanal, la mayoría destacaban por una característica, su corta extensión; también apareció una abundante acumulación de cartas.

Al editarse en 1890 una selección limitada de ese material, el nombre y la obra de Emily Dickinson comenzó a trascender.

Tiempo después se publicaron otros dos volúmenes de poesías, junto con dos recolecciones de su correspondencia. En 1950, la Universidad de Harvard adquirió todos sus manuscritos y derechos de publicación, iniciándose posteriormente la ardua tarea de clasificación.

Creadora intuitiva de un estilo original e inimitable, descubrió los nuevos senderos que después comenzaría a transitar en su evolución la poesía norteamericana contemporánea. No es fácil explicar cómo una ignota escritora de mediados del siglo XIX, residiendo en un pequeño pueblo situado al norte de Estados Unidos, sin ninguna comunicación ni trato con las grandes corrientes literarias europeas, pudo fraguar una obra lírica, (ella la llamaba “Pensamientos”) que la llevó a convertirse en referente esencial de la literatura estadounidense y compartir el panteón de poetas fundacionales en un plano de igualdad con Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman.

¿Porqué cautivó a la crítica y a sus lectores?, ¿qué sucedía en el universo emocional de Emily Dickinson mientras escribía?. Son misterios aún no develados.

Emily Elizabeth Dickinson nació el 10 de diciembre de 1830, en Amherst, Massachusetts (Estados Unidos); era hija de Edward Dickinson, prestigioso abogado y político y de Emily Norcross. Su abuelo paterno, Samuel Fowler Dickinson, había sido el fundador de la universidad local.

Fue criada en el seno de una familia protestante que profesaba con estricta severidad religiosa los ideales del puritanismo. Pero a diferencia de muchas otras mujeres de su época para quienes la educación estaba vedada, la posición social y solvencia económica de su padre le permitieron acceder a una formación integral. En el verano de 1847 finalizó sus estudios secundarios matriculándose después en el South Female Seminar (también llamada Mount Holyoke College), la primera universidad para mujeres del país del norte.

Las historias de sus primeros años de juventud, muestran a una Emily de trato tímido y cordial integrada a la vida religiosa y social del pueblo natal, pero a fines de la segunda mitad de la década de 1850, por razones nunca esclarecidas (las causas probables pudieron haber sido el deterioro de las finanzas familiares o una enfermedad desconocida que afectó a su madre), decidió abandonar sus estudios y retornar a la casa de sus padres. A partir de ese momento su introvertida personalidad la obligó a arrinconarse paulatinamente en si misma, hasta convertir su propio cuarto en el claustro en el cual se recluiría. Tenía por entonces alrededor de 30 años y el encierro voluntario iba durar hasta el final de sus días.

Las certezas acerca de su vida terminaron. Tildada de Excéntrica por los lugareños, de manera obsesiva comenzó a vestirse siempre de blanco impecable y a sentir animadversión hacia la gente. A veces aparecía agazapada en las reuniones que se celebraban en su casa, escondida entre las sombras de las escaleras y susurraba algún comentario para luego marcharse  evitando saludar. Permanecía durante días encerrada en su alcoba y solamente su hermana Vinnie y su cuñada Susan, lograban cruzar el cerco imaginario para hablar con ella. La mayoría de las relaciones de amistad con otras personas, fueron a través de correspondencia.

En ese mundo de encierro y soledad comenzó a crear poesía y a escribir cientos de cartas.

Acostumbraba utilizar un lenguaje de líneas cortas y palabras sencillas, otorgando ritmo propio a sus versos sin importar la perfección de la rima, usaba una puntuación rebelde a las reglas que desbordaba la gramática convencional, su compleja sintaxis genera en los textos distintas connotaciones y variadas interpretaciones.

No titulaba sus poemas y tampoco corregía ni editaba. Escribía sobre cualquier papel que tuviera a mano, incluso en los espacios en blanco de algún periódico. Nunca declaraba fechas ni seguía un orden prolijo en sus trabajos.

Las oscuras tinieblas de su vida

Aunque tuvo pretendientes que rechazó, Emily Dickinson nunca contrajo matrimonio y tampoco se le conocieron arrebatos románticos en su vida sentimental; se ha hablado de un amor secreto con el “Maestro”, que ella refería en muchas de sus cartas y que algunos identifican en él al reverendo Charles Wadsworth, pero los biógrafos actuales se inclinan más por la figura de Samuel Bowles, que dirigía el diario Springfield Republican. Se tejieron también conjeturas nunca demostradas, suponiendo algún idilio de la poetisa con hombres mayores, por lo general amigos de su padre.

Pero todo cambió cuando comenzaron a analizarse y difundirse públicamente los poemas recuperados y los rumores se multiplicaron como eco. Algunos traductores mostraron una verdad atroz e indignante que comenzaba a revelarse: ¿había sufrido desde la infancia abusos sexuales por parte de su padre y de su hermano, como sugerían algunos versos?, interpretemos el sentido de las palabras con que elaboró esos versos. Otros críticos se preguntaban ¿Era verdad la supuesta relación lésbica que mantuvo en secreto con su cuñada?. Emily conoció a Susan Huntington Gilbert, en la adolescencia y construyeron una amistad íntima que duraría por siempre. Austin Dickinson y Susan se casaron el 1 de julio de 1856, y se instalaron en la casa vecina a la de Emily. Un seto de ligustrina y un caminito separaban a las dos casas. No obstante, la poetisa le escribió nada menos que trescientas cartas, cantidad que sorprende si se observa que su cuñada era vecina.

Debido a la complicada modalidad que utilizaba Emily para trabajar sus versos, resulta difícil definir cuándo termina uno y cuándo comienza otro, tampoco es fácil identificar si corresponden a un mismo poema o son de diferentes escritos y momentos. Esto ha impedido establecer con exactitud el orden cronológico de sus trabajos y rastrear otros aspectos de su vida.

Leía especialmente La Biblia, a William Shakespeare, al poeta John Keats, a Charles Dickens y a las hermanas Brönte; pero también se interesaba en temas de astronomía y química y disfrutaba cultivando su jardín con verdadera pasión. Fue contundente definiendo la tensa relación con su madre cuando escribió: “Nunca tuve una. Supongo que es la persona a quien una acude cuando está en problemas”.

En los últimos tres años casi no salió de su habitación y sólo le quedaba la poesía como estrategia para sobrevivir, al tiempo que su salud desmejoraba y su visión iba deteriorándose, aumentaban los ataques de pánico. Igualmente continuó escribiendo.

El 15 de mayo de 1886, a los cincuenta y cinco años, falleció a causa de una afección renal que padecía, (Enfermedad de Bright).  El funeral se celebró en la mítica vivienda familiar de Amherst.

Lo más destacado de su obra:

Poemas –  Poemas Segunda Serie – Poemas Tercera Serie

El sabueso solo: poemas de toda una vida – Otros poemas – Poemas inéditos

Cartas de Emily Dickinson – La vida y las cartas de Emily Dickinson

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La poesía infantil y los escritores célebres

Cuando los grandes escritores de la historia han dedicado un suspiro a la poesía infantil – Una forma de difusión de la lectura

La poesía infantil es uno de los mejores instrumentos para acercar la literatura a los niños de una manera agradable y entretenida y como expresión artística plena de musicalidad, resulta tan atractiva como un libro de cuentos. Recitar poesía ayuda al niño estimulando su imaginación y fortaleciendo su capacidad expresiva y le brinda además otros beneficios, tales como: facilitar la incorporación de vocabulario, mejorar la pronunciación, desarrollar la memoria y consolidar la comprensión lectora.

Poesía Infantil

En este contexto, la poesía infantil contiene un universo de palabras mágicas y ritmo, que la convierten en un fantástico recurso didáctico y pedagógico.

Numerosos autores célebres de la literatura universal, coincidiendo con esta valoración, dedicaron incontables horas de trabajo intelectual a componer poemas para la niñez, estos versos  que han deleitado a varias generaciones de entusiastas lectores infantiles, también alimentan la nostalgia que sentimos, siendo adultos, al recordar la que fue la mejor etapa de nuestra vida.

Compartimos tres hermosos poemas, íconos de aquella infancia inolvidable:

Los ratones (Lope de Vega)

Juntáronse los ratones
para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.

Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:

¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?

   La primavera ha venido (Antonio Machado)

La Primavera ha venido
nadie sabe cómo ha sido.
Ha despertado la rama
y el almendro ha florecido
y en el campo se escuchaba
el gri gri del grillo.
La primavera ha venido
nadie sabe cómo ha sido.

Caracoles negros (Federico García Lorca)

Los niños sentados
escuchan un cuento.
El río traía
coronas de viento
y una gran serpiente
desde un tronco viejo
miraba las nubes
redondas del cielo.

Niño mío chico
¿donde estás?
Te siento
en el corazón
y no es verdad.
Lejos esperas que yo saque
tu alma del silencio
Caracoles grandes.
Caracoles negros

La poesía infantil se convierte, dentro del género, en una herramienta interesantísima para aquellos padres que busquen estimular la lectura en los más pequeños sumándose así a las novelas cortas para niños (nota al respecto) como fuente de difusión.

Esperamos que la nota y los ejemplos hayan sido de interés, y si, desean agregar alguna, son muy bienvenidas. Por favor valora este artículo a continuación:

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Los recuerdos, susurros de historias – Olga Orozco

Cuando los escritores abren su memoria y dejan surgir la melancolía, la narración de sus recuerdos evoca los nuestros – Poesía de Olga Orozco

«Llegará un día en que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza» – Paul Géraldy (1885-1983) Poeta francés.

Recuerdos - Olga Orozco
Olga Orozco

Convertimos cada instante significativo de la vida en recuerdos, esperanzados de que alguno de estos le ayude a nuestro corazón a seguir latiendo cuando estemos solos. Y al mismo tiempo, procurando dilucidar un eterno misterio, anhelamos encontrar la manera de olvidar sin culpas cuando es necesario hacerlo.

Nuestros recuerdos nos pertenecen en exclusividad, se nutren del pasado pero además lo completan y, alegres o tristes, pueden ser compañía o tormento; ¿son recurrentes? Creemos que si, porque es una característica que los define y siguiendo nuestros estados de ánimo, van variando y transformándose en reminiscencias nostálgicas, tiernas, románticas, dolorosas, caóticas o desafiantes, pero en definitiva, nos servirán para aprender de experiencias previas.

Aunque es imposible saber cuánto habrán de durar los recuerdos, y no obstante la opinión del escritor y poeta mexicano Juan Rulfo, quien sostenía que hasta la remembranza más intensa muere apagada por el paso del tiempo; todos conservamos algún recuerdo imborrable, guardado para siempre en un rincón secreto del alma.

Podemos vivir como soñamos o soñar lo que vivimos y hasta evadir la realidad a veces, pero el sendero a transitar será arduo si intentamos prescindir absolutamente de nuestros recuerdos.

Nos sirve el tema para introducirnos en la poesía de Olga Orozco, polifacética escritora argentina del siglo XX, y una integrante más de la inmensa galería de personalidades del universo literario, a quienes el transcurrir del tiempo implacable fue sepultando en las desérticas arenas del olvido, pero que a pesar de todo, vale la pena descubrir o volver a leer.

Recordemos uno de sus poemas:


«Aquí están tus recuerdos»

Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra.


Todo siempre es igual.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.


-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!
¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!
Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho
y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo
tan deslumbrante y claro.


¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,
por algún paisaje que he querido?
¿Recuerdas todavía la nevada?



¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
tu morada de hierros y de flores!
Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.


Espera, espera, corazón mío:
no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.
Otra vez, otra vez, corazón mío:
el roce inconfundible de la arena en la verja,
el grito de la abuela,
la misma soledad, la no mentida,
y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.


Para saber más:

Olga Nilda Gugliotta Orozco fue una poetisa, escritora y cuentista integrante del movimiento surrealista argentino, nacida en Toay, provincia de La Pampa (Argentina) el 17 de marzo de 1920.

Empezó a escribir poesía desde muy joven y cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Dotada de una gran capacidad imaginativa, sutil inteligencia y personalidad seductora. Su trayectoria literaria estuvo influenciada por escritores de la estatura intelectual de Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire, el escritor polaco premio Nobel de Literatura 1980, Czesław Miłosz y el poeta alemán Rainer Rilke.

Sus poemas y textos han sido incluidos en diversas antologías y publicaciones, además de ser traducidos a varios idiomas,De su producción destacamos, entre otros, los poemarios «Desde lejos», «Los juegos peligrosos», «Museo salvaje», «Cantos a Berenice», «Mutaciones de la realidad», «Eclipses y fulgores» y «Últimos poemas»; continuados en cierta manera, con obras en prosa de exquisita narrativa poética como «La oscuridad es otro sol» y «También luz es un abismo» Olga Orozco falleció en Buenos Aires el 15 de agosto de 1999.

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Los versos del capitán – Pablo Neruda


Pablo Neruda y los versos del capitán – El idilio secreto del autor con Matilde Urrutia

Los versos del capitán - Pablo Neruda

En 1920, Europa ocupaba el centro del mundo y buscaba estabilizarse para superar las terribles consecuencias derivadas de la Primera Guerra Mundial. En otro punto del planeta, a miles de kilómetros, un ignoto y novel poeta adolescente llamado Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, publicaba colaboraciones y poemas en revistas literarias y en un diario local de Temuco (Chile), que firmaba con el seudónimo Pablo Neruda -Conocer biografía-, iniciando así, sin saberlo, la trayectoria literaria del excepcional escritor trasandino considerado uno de los autores, en lengua española, más relevante e influyente del siglo XX.

Pablo Neruda nunca quiso aclarar porque decidió usar ese nombre, algunas versiones aseguran que lo hizo en honor del poeta checo Jan Neruda, a quien admiraba. Otras refieren que el motivo verdadero era no contrariar a un padre que prefería a su hijo trabajando, en vez de dedicarse a una actividad que creía abstracta y poco práctica, la de ser poeta.

Solamente cuatro años después, en 1924, aquel mismo joven delgado, de tez pálida, que a veces se mostraba taciturno y usaba habitualmente una larga capa negra; que estudiaba en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Santiago de Chile participando junto con otros jóvenes escritores de la exaltada bohemia literaria de la época. Aquel joven que leía con avidez y escribía con pasión desbordante, publica a su corta edad, un libro de poesías que se convertiría en uno de los poemarios más leídos de la historia: «Veinte poemas de amor y una canción desesperada»; negando siempre que hubiera existido una destinataria de esos versos.

No obstante, según se supo posteriormente, las páginas de este libro que deslumbró a varias generaciones de amantes universales, reflejaban en realidad las vicisitudes de un romance juvenil que mantuvo Neruda con Albertina Rosa Azócar Soto, la mujer a quien iban dedicados la mayoría de los versos; la relación entre ambos se extendió desde 1922 hasta 1932, período en que el poeta le escribió a su enamorada 111 cartas de amor, que Albertina guardó celosamente en secreto durante más de medio siglo, hasta que todo trascendió y pudo conocerse finalmente a la musa que inspiró la célebre obra.

Las vida continuó y otras mujeres fueron amadas por Pablo Neruda: Albertina, Teresa, Guillermina, Laura, María Antonieta, Delia, y la última pasión. el amor maduro vivido con Matilde Urrutia a quien dedicó, también en secreto, el poemario llamado Los versos del capitán. La musa inspiradora había cambiado pero la historia tenía un trasfondo parecido.

El 8 de julio de 1952, el pintor y crítico de arte italiano Paolo Ricci publicó con carácter de anónimo un libro de poemas titulado Los versos del capitán. Era una edición limitada apenas a 44 ejemplares que la imprenta Arte Tipográfico de Nápoles había elaborado con papel marfil hecho a mano, tipografía Bodoni, e ilustraciones del mismo Ricci. En la portada lucía impresa la cabeza de una medusa y como único prólogo del poemario, destacaba la transcripción textual de una carta escrita en La Habana, Cuba y firmada por una persona identificada como Rosalía de la Cerda. Explicaba en la misiva, que enviaba al editor una serie de poemas que habían sido escritos para ella por un excombatiente del bando republicano en la Guerra Civil Española, lo había conocido mientras realizaba una gira artística en la frontera franco-española. Los poemas eran el testimonio de la historia de amor que unió sus vidas.

La identidad del autor legítimo del poemario permaneció en el anonimato por algún tiempo, aunque el círculo íntimo que rodeaba al eximio escritor sabía lo que era un secreto a voces, los poemas del libro narraban poéticamente el despertar de un apasionado romance del autor con Matilde Urrutia y no eran el testimonio de un soldado republicano enamorado de una artista desconocida.

En la publicación póstuma de Confieso que he vivido Neruda explica al respecto:
«Mucho se discutió el anonimato de este libro. Lo que yo discutía en mi interior mientras tanto, era si debía o no sacarlo de su origen íntimo: revelar su progenitura era desnudar la intimidad de su nacimiento. Y no me parecía que tal acción fuera leal a los arrebatos de amor y furia, al clima desconsolado y ardiente del destierro que le dio nacimiento.
Cuando Paolo Ricci, compañero luminoso, lo imprimió por primera vez en Nápoles en 1952, pensamos que aquellos escasos ejemplares que él cuidó y preparó con excelencia, desaparecerían sin dejar huellas en las arenas del sur. No ha sido así. Y la vida que reclamó su estallido secreto hoy me lo impone como presencia del inconmovible amor.» (…)
«La única verdad es que, durante mucho tiempo, no quise que esos poemas hirieran a Delia del Carril, pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató mis manos en los años sonoros y que fue para mí durante dieciocho años una ejemplar compañera». (…)


La biografía dice que Pablo Neruda era senador en Chile desde 1945 en que fue elegido, pero en 1948 el gobierno de Gabriel González Videla lo expulsa del país por razones políticas y él se exilia con su esposa de entonces, la pintora Delia del Carril, en México. En la capital del país azteca, convaleciente de una enfermedad, contrata para que lo asista a Matilde Urrutia, con quien ya había tenido un encuentro  circunstancial y fugaz cuando la conoció en un concierto al aire libre realizado en el Parque Forestal de Santiago (Chile). Se inicia en esos días el idilio furtivo, que Neruda disimularía ante su esposa utilizando cualquier pretexto para estar con su amante, la llevó a París, también al Festival Mundial de la Juventud celebrado en Alemania, haciéndola invitar como “cantante”. A la Unión Soviética como “amante secreta” de su amigo el activista cubano Nicolás Guillén.
En enero de 1952, Delia del Carril regresa a Chile y, confesando que «lo más fuerte que me queda es una desilusión», termina separándose formalmente después de 20 años de matrimonio.

Conozcamos algunos de los versos del capitán

Tu risa

Quítame el pan si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.


No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de planta que te nace.


Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.


Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.


Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.


Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.



Si tú me olvidas

Quiero que sepas una cosa.   
Tú sabes cómo es esto:
si miro la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
     
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.     
Si de pronto me olvidas
no me busques
que ya te habré olvidado.
     
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día, a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
     
Pero si cada día, cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos. 



La carta en el camino (fragmento)

Adiós, pero conmigo
serás, irás adentro
de una gota de sangre que circule en mis venas
o fuera, beso que me abrasa el rostro
o cinturón de fuego en mi cintura.
Dulce mía, recibe el gran amor 
que salió de mi vida
y que en ti no encontraba territorio
como el explorador perdido
en las islas del pan y de la miel.
Yo te encontré después de la tormenta,
la lluvia lavó el aire y en el agua
tus dulces pies brillaron como peces. (…)

Pablo Neruda escribió este poemario, en el bungalow blanco sobre los acantilados de la casa en la Isla de Capri que su amigo italiano Erwin Cerio, le había ofrecido para que utilizara como refugio de amantes. Matilde lo guardó en una caja de madera cubierta de nácar, que sirvió también para depositar un anillo, obsequio de su compañero íntimo, con la inscripción: “Capri, 3 de mayo de 1952, Tu Capitán”.
Dividió la estructura del libro en partes. Las primeras se refieren:  al amor, al deseo, a las furias, a las vidas y a las odas. Sigue un extenso poema, llamado “Epitalamio” y concluye con “La carta en el camino”. Imaginó y describió las diferentes etapas del noviazgo en cada verso, la anhelada unión con la amada y por último el poema de la separación, como contrapunto necesario a todo enamoramiento.

Pablo Neruda y Matilde Urrutia convivieron hasta la muerte del poeta acaecida el 23 de septiembre de 1973; Matilde dejó de existir el 5 de enero de 1985; desde diciembre de 1992 ambos están enterrados en medio del acantilado de Isla Negra, durmiendo juntos la quimera de la paz eterna en aquel lugar que eligiera el poeta para sus ensoñaciones sin tiempo.

Escribir poesía significa para un escritor un arduo trabajo de composición donde el talento personal es preponderante y determina la calidad final de la obra. También se necesita fantasía, imaginación, un vocabulario fluido y el dominio acabado de los secretos del lenguaje. Pero cuando leemos poemas, que llevan ese matiz especial que confiere calidez humana al trabajo intelectual, pensamos en las musas, esas deidades que sirven de inspiración a los artistas. Es un antiquísimo concepto que proviene de la mitología griega y que los seres humanos hemos incorporado como propios desde el inicio de los tiempos. Por eso, cuando leemos un poema de amor…¿Qué nos impide creer que las musas existen?

Epitalamio (fragmento)
¿Recuerdas cuando en invierno llegamos a la isla?
El mar hacia nosotros levantaba una copa de frío.
En las paredes las enredaderas susurraban dejando
caer hojas oscuras a nuestro paso.
Tú eras también una pequeña hoja que temblaba en mi pecho.
El viento de la vida allí te puso.
En un principio no te vi: no supe que ibas andando conmigo,
hasta que tus raíces horadaron mi pecho,
se unieron a los hilos de mi sangre, hablaron por mi boca. (…)


Y así ves, amor mío, cómo marcho por la isla,
por el mundo, seguro en medio de la primavera,
loco de luz en el frío, andando tranquilo en el fuego,
levantando tu peso de pétalo en mis brazos,
como si nunca hubiera caminadosino contigo, alma mía,
como si no supiera caminar sino contigo,
como si no supiera cantar sino cuando tú cantas. (…)

Para saber más:

Epitalamio: composición lírica escrita en honor de una boda.

Pablo Neruda fue un hombre polémico y un militante de fuertes convicciones intelectuales y políticas. Escritor iluminado que encarnó la vanguardia poética latinoamericana en el siglo XX, transformándose en uno de los referentes más admirados y endiosados. Su vasta obra literaria traspasó los límites imaginables y es imposible negar el valor genuino que tiene y representa en la cultura universal.

No obstante, en el contexto actual que ha cambiado radicalmente en comparación con el del siglo pasado, una enorme y oscura mancha comenzó a desteñir la imagen esplendorosa del poeta, motivada por hechos que se ocultaron durante décadas y que ahora han tomado estado público. Como consecuencia, se producen reacciones de comprensión y de indulgencia hacia el hombre o el poeta, pero también hay muestras de decepción, intolerancia y rechazo.

Lo cierto es que del matrimonio de Pablo Neruda con su primera esposa María Antonieta Hagenaar (a quien llamaba la javanesa o Maruja o Maruca), nació Malva Marina Trinidad, su única hija, la niña padecía una hidrocefalia severa y su muerte era inevitable, pero vivió ocho años. Su padre la abandonó a los dos y nunca más la vio. 
“Maruca” viajó a Holanda con su hija, donde se radicaron en la ciudad de Gouda, allí la niña quedó al cuidado de una familia cristiana, mientras su madre trabajaba para mantenerla, así transcurrieron sus días hasta que murió el 2 de marzo de 1943. María Antonieta comunicó a través del consulado chileno en La Haya, la lamentable noticia a su progenitor pidiéndole reunirse. La respuesta de Neruda fue sólo un frío silencio.
Una actitud que merece el más absoluto repudio.

Tratamos de reflejar objetivamente aquí lo que pasó, lo que está escrito y es comprobable y separamos las críticas al genio creativo de una obra literaria, de lo que son las conductas hipócritas o faltas de ética en la vida privada de algunas personas, convertidas en actitudes que racionalmente son muy difíciles de explicar.

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Cuando muere un amor en palabras de un poeta


Cuando muere un amor y las palabras se transforman en su único recuerdo, es el poeta el que lo hace inolvidable

«Pero vea señora que diferencia había
entre usted que lloraba y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos,
usted besando a otro… Yo, escribiendo estos versos.»

Amor

Todo amor transita por dos caminos, uno, el sendero transparente de poesía, música y fragantes rosas que lo envuelven cuando se inicia y el otro, simbolizado como un duro trayecto de retorno, cuando las circunstancias fortuitas de la vida van destruyendo los sueños románticos y el amor muere desgastado.

Y esto último, en la realidad cotidiana de nuestra existencia ocurre con demasiada frecuencia, aunque Gustavo Adolfo Bécquer, opinando lo contrario, haya inmortalizado en su célebre «Amor eterno» las palabras finales del poema: «Pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor.»


Eximios poetas engalanaron con su inspiración una extensa galería de poesías dedicadas a este tema. Elegimos a uno de ellos, el cubano José Angel Buesa, quien desnudando sin pudores su alma, describió con versos bellísimos las inefables sensaciones que percibe quien pierde el amor de la persona que ama.
Lo compartimos.

Carta a usted…Señora:

Según dicen ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.


Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas sus goces y su lecho,
pero el amor señora cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.


Perdón… Si es que la hiere mi reproche. Perdón,
aunque sé que la herida no es en el corazón
Y para perdonarme, piense si hay más despecho
en lo que yo le digo, que en lo que usted ha hecho.


Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto en una fiesta, puede ser una viuda.
Pero no como tantas de un difunto señor,
sino para ella sola, viuda de un gran amor.


Y nuestro amor recuerdo, fue un amor diferente
al menos al principio, ya no, naturalmente.


Usted será el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire será hermoso o vulgar.
Usted será la flor que según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.


O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño y usted una aventura.
Si usted juró cien veces ser para siempre mía,
yo besaba sus labios pero no lo creía.


Usted sabe, y perdóneme, que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.


Y como usted señora ya aprendió a ser infiel,
a mí así de repente me da pena por él.


Sí es cierto, alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana me olvidé de su puerta.
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida.


Y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo señora, yo, con sed o sin sed,
nunca pensaba en otra si la besaba a usted.


Perdóneme de nuevo si le digo estas cosas
pero ni los rosales dan solamente rosas.
Y no digo estas cosas por usted ni por mí,
sino por los amores que terminan así.


Pero vea señora que diferencia había
entre usted que lloraba y yo que sonreía.
Pues nuestro amor concluye con finales diversos
usted besando a otro… Yo, escribiendo estos versos.

Compartimos también otro poema del mismo tenor, escrito por el poeta argentino Antonio Requeni, pintando con descreimiento y elocuencia expresiva, toda la nostalgia que nos envuelve e inmoviliza cuando un gran amor queda deshecho.

Último poema – Ver poema completo

Quise amarte y te amé. Junto a mi voz te quise
para nombrar contigo la defunción del sueño.
Tú eras verdad. Estabas. Y un sutil poderío
me arrastraba a tus formas de alabastro magnético.

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Fermín Estrella Gutiérrez y sus sonetos

Sonetos que cantan a la vida en la poesía de Fermín Estrella Gutiérrez

Fermín Estrella Gutiérrez

Con frecuencia hemos comentado en nuestras notas acerca de las preferencias de los poetas a la hora de escribir sus versos y en ellas observamos que la soledad, los amores dichosos o contrariados, la melancolía, el olvido, el pasado, las vivencias trágicas y la muerte misma, son indudablemente, sus temas predilectos; pero también abundan poesías que describen la vida con esperanza y exaltación.

Para ilustrar con ejemplos esta última aseveración, elegimos al azar algunos poemas del interesante legado lírico de Fermín Estrella Gutiérrez, uno de los tantos inspirados autores de composiciones que hacen o hicieron de la ilusión de vivir y el optimismo, la razón trascendente y esencial de su existencia.

Porque sabido es que el mejor homenaje que siempre podremos tributar a un poeta será leerlo,leamos entonces:

Soneto a la vida – Fermín Estrella Gutiérrez

Vida, aquí vengo al final de la partida
a darte gracias por lo que me has dado
por la flecha clavada en mi costado,
por la esperanza y la ilusión perdida.
 
Gracias por estos hijos, luz nacida,
regalo de un destino atormentado,
óptimo fruto, el bien más esperado
de esta vida de amor a ti debida.
 
Gracias por este afán, ardiente y puro,
gracias por cada amanecer radiante
y gracias por andar fuerte y seguro.
 
Gracias por éste corazón amante,
gracias por esperar con fe el futuro,
solo y sin rumbo y siempre hacia adelante.


La alegría de vivir – Fermín Estrella Gutiérrez

No se razona, no se piensa en nada,
su surtidor tan sólo, la Alegría,
Abrir los ojos, saludar al día,
el alma ebria de cielo, enajenada.
 
Sentir la tierra vegetal, mojada,
los pájaros, el mar, la lluvia fría.
Sentir que toda la belleza es mía,
que es mío el mundo y mía esta jornada.
 
Sentir la vida como un don del cielo
sin dolores, sin ansias, pura y fuerte.
Vivir, sólo vivir, qué hermoso anhelo.
 
Confiar en el destino y en la suerte
y libre de quebrantos y recelo,
no temerle a la vida ni a la muerte.

Credo – Fermín Estrella Gutiérrez

Creo en la vida: el hoy y el mañana,
creo en la muerte: la última aventura, 
creo en el bien, que alienta y que perdura 
creo en el sol que alumbra mi ventana. 

Creo en la paz que con amor se gana, 
y creo en el amor y su dulzura, 
creo en la rosa y en el alba pura, 
creo en la fuente que sin tregua mana. 

Creo en el hombre, artífice constante, 
con su luz y su sombra y su pujanza, 
y su eterno marchar hacia adelante. 

Y creo en la justicia y la esperanza, 
en la belleza, oh gozo delirante, 
y en el placer que con el bien se alcanza.

Soneto de la dulce filosofía – Fermín Estrella Gutiérrez

La vida hay que vivirla lentamente
sin prisa, sin angustia, sin recelo,
como quien mira simplemente el cielo, 
como quien bebe de una pura fuente.

Vivir entre el pasado y el presente,
vivir sólo lo hermoso, el noble anhelo,
sin descorrer el misterioso velo
de lo que ha de venir forzosamente.

Mira la rosa y goza con su encanto,
abre el pecho y el alma a la mañana
y pon tu vida en el amor y el canto.

Goza el frescor que de la noche mana,
trueca en sonrisa la acritud del llanto
y abre el sol y a los vientos tu ventana.

La palabra es un don que ennoblece la condición humana de mujeres y hombres y es una herramienta maravillosa, imprescindible, para que los poetas conviertan el fruto de su imaginación en arte sublime.

Fermín Estrella Gutiérrez fue un escritor, poeta, profesor y académico de origen español, nacido en la ciudad andaluza de Almería, el 28 de octubre de 1900. Autor de una amena y variada producción literaria, en la que resalta la creación poética cultivada con pasión y tenue melancolía. Recurrió con frecuencia al verso rimado, dado que sentía marcada predilección por la forma estrófica del soneto clásico, esta circunstancia le permitió desarrollar un singular estilo logrando con él una admirable perfección estilística y formal. 
Residente en Argentina desde muy joven adoptó la ciudadanía del país rioplatense al cumplir los 18 años. En 1924 ya había publicado con éxito de crítica su primer poemario, El cántaro de plata; esta temprana vocación literaria perduró en el tiempo e hizo que se consagrara exclusiva y fervorosamente a la literatura y a la enseñanza.

Escribió también manuales de literatura, con los que estudiaron varias generaciones de alumnos argentinos. Integró la Academia Mexicana de la Lengua y en 1955 la Academia Argentina de Letras lo designó Miembro de número de la Institución; por muchos años fue asiduo colaborador de la sección cultural del diario La Nación de Buenos Aires.Fue además un hombre de firmes convicciones democráticas y reconocida integridad moral, cualidades que le granjearon un merecido respeto en los distintos ámbitos en que desenvolvió sus actividades.

Fermín Estrella Gutiérrez conoció a Alfonsina Storni y llegó a forjar con ella una entrañable amistad. El poeta de la serena nostalgia que nunca abandonó el lirismo asumido como un sentimiento vital, murió en Buenos Aires el 18 de febrero de 1990 a los 89 años de edad.

En su legado literario destacan obras en verso: «El cántaro de plata», «Canciones de la tarde», «La ofrenda»,  «La niña de la rosa»,Sonetos de la vida interior», «Destierro», «Sonetos a la soledad del hombre», «Sonetos del cielo y de la tierra», «El libro de las horas» y «Antología poética».Y obras en prosa:»Desamparados», «Trópico», «Memorias de un estanciero y otros cuentos», «Recuerdos de la vida literaria», «Panorama sintético de la literatura argentina», «San Martín: Páginas escogidas sobre el Héroe» y  «Geografía espiritual de Buenos Aires».

Para conocer más:
El soneto es una composición poética compuesta por catorce versos de arte mayor, endecasílabos en su forma clásica. Los versos se organizan en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos.
El verso endecasílabo es el verso de arte mayor que está formado por once sílabas; este verso tiene en su forma simple un acento obligado en la décima sílaba, que debe estar acompañado con otro acento intermedio, que también es obligado pero que puede cambiar de lugar.
El origen de estos versos se produjo en Italia, siendo posteriormente adoptados por España, donde recién florecieron una vez iniciado el Renacimiento. Sus principales cultores fueron Garcilaso de la Vega y Juan Boscán, quienes los llevaron a su más elevada expresión.

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Alfredo Veiravé – Poeta olvidado

Alfredo Veiravé, un poeta argentino que el tiempo escondió sin clemencia

El domingo es ese día de la semana en que nada importa demasiado, reflexionaba en otras épocas el singular músico estadounidense Louis Armstrong, definiendo al día más especial del calendario semanal.

Podemos coincidir sin cuestionamientos con tal apreciación y pocos objetarían nuestra opinión, pero también podemos considerar factible utilizar esas horas de supuesto desinterés, para dedicarlas a desarrollar actividades que  nos resulten amenas e interesantes. La lectura pendiente de aquel libro, nuevo o antiguo, que siempre postergamos con la excusa de no tener suficiente tiempo es un claro ejemplo, o quizás como entretenido juego intelectual, buscar entre los carpetas y recortes que atesoran nuestros recuerdos, alguna vieja poesía olvidada, para conocer, redescubrir o rescatar a esos escritores que con sus versos y palabras, fueron cómplices involuntarios de tímidos secretos de adolescencia y que después continuaron acompañando, con contenidos más profundos, los pasos que dimos hasta llegar a ser adultos.

Y si el domingo es un día lluvioso, mejor. Como aporte, compartimos con ustedes dos poemas de uno de los grandes renovadores de la poesía argentina de mediados del siglo pasado, el escritor Alfredo Veiravé injustamente relegado y olvidado en algún sendero inhóspito del tiempo que pasó.

Radar en la tormenta

Y alguna vez, no siempre, guiado por el radar el poema aterriza en la pista, a ciegas (entre relámpagos) carretea bajo la lluvia, y al detener las turbinas, descienden de él, pasajeros aliviados de la muerte: las palabras.

El regreso

He vuelto a caminar por las viejas calles de mi pueblo,subiendo y bajando hacia el río.He atravesado la plaza con sus árboles perfumados y florecidos;he mirado las mismas caras indiferentes de antaño y he pensado que a nosotros los hombres, nos dan a veces,el privilegio de volver sobre nuestros pasos antes de eliminarnos de las tarjetas, de los álbumes,de las fotografías. Quizás para que creamos que algo podemos rotular en esta inmensa fiebre, o simplemente, para que la destrucción no sea tan melancólica.
(Ahora estoy y estaré siempre tirado sobre los húmedos pastos de la costa,apoyado en los viejos sauces,escuchando estas campanas que ahora escucho aunque esté, en este instante, muy lejos.)

Alfredo Veiravé, fue un poeta, ensayista y crítico literario, nacido el 29 de Marzo de 1928 en la ciudad de Gualeguay -Entre Ríos- cercana a la costa argentina del río Uruguay.

Docente universitario egresado como Profesor en Letras por la Universidad Nacional del Nordeste y miembro de la Academia Argentina de Letras. En 1957 se radicó en Resistencia, capital de la provincia del Chaco, donde transcurrió la mayor parte de su vida, falleciendo allí el 22 de noviembre de 1991.
Escritor espontáneo, de vasta erudición, eternamente enamorado de las palabras, circunstancia esta que le permitió dotar de una rara y exquisita perfección a sus poemas, 
Entre sus obras publicadas destacan: «El alba, el río y tu presencia»; «Después del alba, el ángel»; «Destrucciones y un jardín de la memoria»; «Puntos luminosos»; «El imperio milenario»; «La máquina del tiempo» y «Radar en la tormenta».

Y para las horas finales de este domingo, terminamos con una conclusión: «La divagación es el domingo del pensamiento» en palabras del filósofo y escritor suizo Henri-Frédéric Amiel, autor de un célebre Diario íntimo.

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Retornos del amor – Rafael Alberti

Retornos del amor en la obra del inolvidable Rafael Alberti

Retornos del Amor – Rafael Alberti

El escritor español nacido en Cádiz, Rafael Alberti, último poeta de la inolvidable Generación del 27, es el autor una serie de bellísimos poemas que comienzan invariablemente con la frase Retornos del amor; y cuyos versos teñidos de sentimiento y pasión parecen pintados con todos los colores del arco iris. 

La escritora María Teresa León, su cónyuge desde el año 1932 en que la pareja contrajo enlace, fue también su musa inspiradora y la mujer que lo acompañó como esposa, amante y, ante todo, como amiga inseparable durante casi medio siglo de vivencias compartidas. A continuación, siguen dos de los poemas a que hacemos referencia:

Retornos del amor en la noche triste

Ven, amor mío, ven, en esta noche sola y triste de Italia. Son tus hombros fuertes y bellos los que necesito.Son tus preciosos brazos, la largura maciza de tus muslos y ese arranque de pierna, esa compacta línea que te rodea y te suspende,dichoso mar, abierta playa mía.¿Cómo decirte, amor, en esta noche solitaria de Génova, escuchando el corazón azul del oleaje,que eres tú la que vienes por la espuma?Bésame, amor, en esta noche triste.Te diré las palabras que mis labios,de tanto amor, mi amor, no se atrevieron.Amor mío, amor mío, es tu cabeza de oro tendido junto a mí, su ardientebos que largo de otoño quien me escucha.Óyeme, que te llamo. Vida mía,sí, vida mía, vida mía sola.
¿De quién más, de quién más si sola mente puedo ser yo quien cante a tus oídos:vida, vida, mi vida, vida mía?¿Qué soy sin ti, mi amor? Dime qué fuera sin ese fuerte y dulce muro blando que me da luz cuando me da la sombra,sueño, cuando se escapa de mis ojos.Yo no puedo dormir. ¡Cuántas auroras,oscuras, braceando en las tinieblas,sin encontrarte, amor! ¡Cuántos amargos golpes de sal, sin ti, contra mi boca!¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Dime, amor mío.¿Me escuchas? ¿No me sientes llegar como una lágrima llamándote,por encima del mar, en esta noche?

Retornos del amor en las arenas

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.Van voluntariamente lentas, entrelazándose nuestras sombras descalzas camino de los huertos que enfrentan los azules de mar con sus verdores.Tú todavía eres casi la aparecida,la llegada una tarde sin luz entre dos luces,cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.Tú todavía eres aquella que a mi lado vas buscando el declive secreto de las dunas,la ladera recóndita de la arena, el oculto cañaveral que pone cortinas a los ojos marineros del viento.
Allí estás, allí estoy contra ti, comprobándola alta temperatura de las odas felices,el corazón del mar ciegamente ascendido,muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.Todo nos mira alegre, después , por las orillas.Los castillos caídos sus almenas levantan,las algas nos ofrecen coronas y las velas,tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.
Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

Parafraseándose a si mismo, Alberti utilizó este último verso para dedicar un epitafio a su amada de toda la vida, el día de su muerte y en la lápida de la tumba desafiando el paso del tiempo, se lee todavía: “Hoy, amor, tenemos veinte años”.

Otro de los poemas, «Retornos del amor tal como era» termina con estas intensas palabras: «Todo era fuego, exhalación, latido de onda caliente en ti. Si era una mano la atrevida o los labios, ciegas ascuas, voladoras, silbaban por el aire. Tiempo abrasado, sueño consumido.Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo.» 

Con estos versos diseñados en delicada eufonía, con palabras sugestivas y ardientes, a veces repetidas con insistencia, utilizando metáforas significativas que ponían en evidencia la intensidad amorosa, Rafael Alberti describió su amor a esa mujer que consideraba tan especial: María Teresa León.

El reconocimiento universal que merece por su calidad la obra literaria de Rafael Alberti, está fuera de toda discusión, no obstante, actitudes del excelso poeta hacia la compañera incondicional, arrojan alguna sombra sobre su personalidad. ¿pecó Alberti por exceso de ego o ingratitud?, la historia, a su tiempo, dará su veredicto.Lo cierto es que cuando la lucidez mental de María Teresa sucumbió ante la voracidad implacable del mal de Alzheimer, el amor que parecía eterno comenzó a diluirse; el poeta se olvidó de la fiel compañera y en los últimos años de padecimiento de la enfermedad, sólo la visitó esporádicamente aduciendo que no soportaba el dolor de verla convertida en un espectro vacío.

El calendario marcaba un martes 13 de diciembre de 1988, en las postrimerías de un otoño destemplado, cuando la inspirada autora de «Memoria de la melancolía», María Teresa León, falleció; en ese instante la vida para ella dejó de ser un calvario. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de Majadahonda de la ciudad de Madrid. 

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