La ironía como recurso literario

En el mundo de la literatura, cada escritor, cada persona, utiliza herramientas que adornan sus escritos y les permiten expresar ideas. Hoy nos detendremos en la ironía como una de esas grandes aristas

La ironía como recurso literario

La ironía, ese recurso tan frecuentemente utilizado por los escritores al momento de redactar sus obras es, por definición, una figura retórica literaria, un modo de expresión donde las palabras elegidas se usan con intención para indicar un significado que no es precisamente el de la interpretación literal.

Es una forma elegante de expresar algo muy distinto, o incluso contradictorio con lo que se dice, se escribe o se quiere dar a entender, empleando un tono, gestos o palabras que sugieren la interpretación que debe hacerse.

Puede ser espontánea o intencionada, generada de manera accidental o de forma voluntaria por aquel que arma su mensaje.

El término proviene etimológicamente del griego «eirōneía» (disimulo, ignorancia fingida), que si bien no hace referencia directa a la ironía, sí se relaciona con la noción de hipocresía o decepción, elementos que toma la ironía y a partir de los cuales se construye.

En la lectura de innumerables obras selectas de la literatura universal, podemos encontrar profusos ejemplos de exquisita concepción que hacen uso de este eficiente recurso. En ese contexto, las observaciones de Mark Twain en sus escritos lo convirtieron en un maestro indiscutido, y para muchos insuperable, en el arte de la ironía: Veamos algunas de sus citas célebres:

«Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años.»

«Tenemos el mejor gobierno que el dinero puede comprar.»

«Hay muy buenas protecciones contra la tentación, pero la más segura es la cobardía.»

«Suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado.»

«El arte de vivir consiste en conseguir que hasta los sepultureros lamenten tu muerte.»

«Todo lo que necesitas en esta vida es ignorancia y confianza en ti mismo, así tendrás el éxito asegurado.»

«La buena educación consiste en esconder lo bueno que pensamos de nosotros y lo malo que pensamos de los demás.»

«Cuando era más joven podía recordar todo, hubiera sucedido o no.»

«El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía.»

De otro autor de geniales frases irónicas, Oscar Wilde, podemos recordar:

«Discúlpeme, no le había reconocido: he cambiado mucho.»

«No hay nada como el amor de una mujer casada. Es una cosa de la que ningún marido tiene la menor idea.»

“Amarse a sí mismo, es el comienzo de una aventura que dura toda la vida.”

«Como no fue genial no tuvo enemigos.»

“El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer.”

“La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores.”

«No soy tan joven para saberlo todo.»

“La sociedad perdona a veces al criminal, pero no perdona nunca al soñador.”

“La única diferencia que existe entre un capricho y una pasión eterna, es que el capricho es más duradero.”

“Que hablen de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen.”

De Charles Dickens leemos:

«Hay libros de los cuales la parte de atrás y las cubiertas son, de lejos, las mejores partes.»

«Hay hombres que parecen tener sólo una idea y es una lástima que sea equivocada.»

«Le gustaba la oscuridad por lo barata que salía.»

«La caridad comienza en mi casa y la justicia en la puerta siguiente.»

De Enrique Jardiel Poncela:

«Todos los que no tienen nada que decir hablan a gritos.»

De Ashleigh Brillian:

«A veces necesito lo que solamente tú me puedes dar: tu ausencia.»

De Bertolt Brecht:

«Todo hombre debe tener por lo menos dos vicios, uno solo es demasiado.»

Eruditos del lenguaje y filólogos clasifican la ironía en diferentes tipos:

Antífrasis: dar irónicamente un nombre a una persona o cosa, con una expresión que indique cualidades contrarias a las que se quieren describir. («Qué actitud tan amable» decimos a veces a una persona que nos trata con descortesía).

Asteísmo: formular una alabanza fingiendo una aparente censura o desaprobación para alabar con más sutileza. (Decir a un viajero: “A usted le falta mundo”).

Carientismo: utilizar expresiones en apariencia serias y verdaderas para burlarse: («Deslumbra tu elegancia y distinción», dirigiéndonos a una persona notoriamente mal vestida.)

Clenasmo: atribuir a alguien las buenas cualidades que nos convienen y a nosotros, sus malas cualidades: («Admiro su estilo de bailar y no creo tener condiciones para competir con usted“, expresión dirigida por un experto bailarín a un mediocre principiante, cuando en realidad es al revés.)

Diasirmo: figura retórica que pondera en el discurso una apreciación despectiva o ridícula para humillar la vanidad del otro, avergonzándolo (¿Qué otra cosa podríamos esperar de él si su ignorancia es enciclopédica?)

Mímesis: Imitación que hace una persona de los gestos, movimientos, manera de hablar o de actuar buscando ridiculizar a otra. («es conveniente dar buen ejemplo a los niños porque actúan por mímesis»)

Sarcasmo: La ironía suele confundirse con el sarcasmo, aunque el sarcasmo es una forma más evidente y agresiva y por lo general se utiliza de modo insultante respecto de una persona o situación particular. («¡Tienes un coeficiente intelectual envidiable. Eres un genio!». Se le dice a alguien cuando verdaderamente se quiere dar a entender que es mediocre)

Finalmente, debemos mencionar la ironía dramática. Ésta es quizás la más compleja e inusual, ya que es la única que aparece principalmente en la literatura. Se trata de una forma de ironía donde aquel que lee o presencia una obra literaria, conoce datos sobre los personajes que ellos mismos desconocen; como sucede por ejemplo en el caso de Edipo: el lector está enterado que es él quien asesina a su propio padre, pero ninguno de los personajes (ni siquiera Edipo) lo sabe.

Cabe destacar que, desde tiempos remotos, la ironía ha servido para desvirtuar distintos escenarios de la historia, criticando y denunciando a través de la literatura los males que aquejaron sucesivamente a la sociedad toda en su camino evolutivo. Como ejemplo de ello podríamos mencionar El Lazarillo de Tormes, una obra anónima impregnada de voces irónicas que develan la situación en España en un determinado período histórico. También El Poema de Mío Cid, El Quijote y La Celestina son libros en cuyas páginas abundan los comentarios y frases que utilizan esta figura retórica de una forma u otra.

Musa irresistible para el escritor de todos los tiempos, permite decir lo que no se puede decir porque dice lo que no dice. Y este juego de palabras le otorga carácter paradójico y la transforma en una figura especialmente atractiva que reviste de prestigio a quien la utiliza.

Además, la ironía goza social, cultural y literariamente de excelente aceptación, porque pareciera adornar con brillo intelectual, sabiduría escéptica, delicadeza de espíritu y comprensión tolerante, todo aquello que se expresa o escribe; consecuentemente ha devenido en una premisa intelectual que la sacraliza al mismo tiempo que la hace discutible: «toda existencia inteligente debe ser irónica». Los detractores, por supuesto, no concuerdan con esta controversial interpretación.

En conclusión, la ironía consiste en jugar con las palabras de tal manera que el significado implícito de la oración, difiera de la significación literal de las palabras utilizadas y, subrepticiamente disimulado, el significado real se manifieste no por las palabras mismas, sino por la situación y el contexto en el que se encuentren.

«La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe»
Jacinto Benavente

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El mundo liberado de H.G. Wells ¿imaginación o presagio?

El mundo liberado de H.G. Wells, una novela de un futuro no tan lejano como parece

El mundo liberado de H.G. WellsEl emblemático escritor británico H.G. Wells, forma parte de una exclusiva élite de escritores visionarios que anticiparon eventos trascendentales en la historia de la humanidad y es considerado, sin objeciones, un precursor y referente indiscutido del género literario de la ciencia ficción. Reconocimiento compartido con otro genio de las letras, Julio Verne.

De su prolífica y casi inagotable imaginación surgieron fantásticas creaciones: La máquina del tiempo en el año 1895, un relato de aventuras matizadas inteligentemente con conceptos de doctrina política y social; La isla del doctor Moreau (1896) y El hombre invisible (1897), marcando los límites éticos de la ciencia y la obligación del científico de actuar respetando esas limitaciones más allá del poder que le otorgan sus descubrimientos; La guerra de los mundos (1898) que quedará para siempre en el recuerdo colectivo por la mítica dramatización que hicieron magistralmente años más tarde, el 30 de octubre de 1938 (Ver la transmisión de Orson Welles), Orson Welles y el Teatro Mercury, bajo el sello de la CBS, adaptándola a un guión radial. La historia es conocida, los marcianos hacían pie en la Tierra y la radio transmitía en directo la invasión: «Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado…» afirmaba el periodista Carl Philips con incredulidad y la voz entrecortada por la incertidumbre de lo desconocido.

Los hechos se relataron en forma de noticiario, narrando la caída de meteoritos que disimulaban los contenedores de naves marcianas provistas de armas mortales y desconocidas, que empleaban una especie de rayo de calor y gases venenosos.

En la introducción del programa se había explicado que se trataba de una dramatización de la obra de H. G. Wells; en el minuto 40:30 aproximadamente aparecía el segundo mensaje aclaratorio de la simulación, seguido de la narración en tercera persona de Orson Welles, quince minutos después de la alarma general del país.

Los oyentes creyeron verdadera la noticia y asumieron que realmente la nación estaba siendo invadida por seres extraterrestres; como consecuencia se produjeron escenas de pánico, suicidios, abortos e infartos en la ciudad de Nueva York y su área de influencia.

Pero hay otra novela que si bien al momento de su edición no causó el mismo impacto, el transcurrir del tiempo la ubicaría en una aterradora dimensión. El título de publicación en 1914 fue «The World Set Free» – El Mundo Liberado. Por esos días Europa comenzaba a vivir la pesadilla infernal de la Primera Guerra Mundial y Wells en las páginas de ese libro, se anticipaba tres décadas al trágico y apocalíptico ataque nuclear a Hiroshima acaecido en la Segunda Conflagración.

En la trama, la creativa mente del autor imagina un arma que genera una «explosión continua” contrastante con la explosión “instantánea” de la dinamita; describía precisamente la fabricación de una granada de mano de uranio que una vez activada, seguiría explotando indefinidamente con un poder destructivo aterrador, algo muy similar a lo que, en la actualidad, llamaríamos una reacción nuclear en cadena. Incluso pensó y acertó que sería arrojada desde aviones.

También predijo los efectos generalizados y devastadores de la lluvia radiactiva y la idea de fabricar una arma nuclear portátil.

Hacia el final de la historia, Wells escribió que habría entre las superpotencias del mundo una proliferación masiva de este tipo de arma, concibiendo además las dos palabras para definirla «Bomba atómica».

La coincidencia o casualidad de esos aciertos resultan hoy hechos anecdóticos, no obstante, es válido destacar que Wells no escribía apoyándose solamente en su imaginación, sino que leía toda la información científica que encontraba y se actualizaba permanentemente. Estudiaba e investigaba, discutía probabilidades y analizaba en profundidad cada uno de los detalles, que le servirían después como textos y argumentos para sus novelas.

Al comenzar la década de 1930, científicos especializados habían logrado dividir el átomo por primera vez utilizando medios artificiales, y aunque algunos dudaban que se pudiera producir con ello enormes cantidades de energía, otros lo consideraban posible. Uno de estos últimos, el físico de origen húngaro Leo Szilard, que había leído el libro de Wells, dijo que de esa lectura aprendió muchísimo acerca de lo que significaría la liberación de la energía atómica a gran escala y las consecuencias que podrían derivar de una explosión nuclear. Un día de 1933, con esa idea en mente, mientras Szilard observaba el cambio de luces de un semáforo londinense, se le ocurrió la respuesta que buscaba para encontrar la forma en que podría lograrse una reacción en cadena:

«De repente pensé que si encontraba un elemento que se dividiera por neutrones y que emitiera dos neutrones cuando absorbiera uno, tal elemento, si se ensamblase en una masa suficientemente grande, podría sostener una reacción nuclear en cadena». Comentó en su memorias el científico, agregando luego: «también sentí un gran temor al pensar que una ciudad como Londres o cualquier otra, pudiera ser destruida y sus habitantes aniquilados en un instante, como se presagiaba en «El mundo liberado» y traté de evitar que esta patente de invención se hiciera pública».

Siguiendo la misma temática, H.G. Wells redactó y publicó después de finalizada la Primera Guerra Mundial, la historia de la humanidad en tres partes, con el título de «Outline of History» (El esquema de la historia – 1920), y en 1933 la novela «La forma de las cosas que vendrán» que luego fuera adaptada al cine. En este libro pronosticó con precisión los bombardeos aéreos y la atroz devastación que originaría poco tiempo después la Segunda Guerra Mundial.

El estilo literario de Wells fue criticado por no estar a la altura de los temas que abordaba, cuando precisamente el tratamiento de estos temas fue lo que le dio una inmensa fama universal como escritor. El autor simplemente respondía: “Yo hago honradamente lo que puedo por evitar repeticiones en mi prosa y cosas así pero, quitando un pasaje de altura, no veo el interés de escribir por la belleza del lenguaje sin más»

Toda su obra estuvo influida por profundas convicciones políticas, defendiendo en sus escritos y en las conferencias que dictaba la posibilidad de alcanzar una sociedad utópica y criticando ácidamente la hipocresía de las costumbres de la época victoriana, las prácticas imperialistas británicas y también a políticos y mandatarios, sobre todo en relación a los conflictos y confrontaciones bélicas.

En su novela Ana Verónica (1909) se adelantó a lo que serían los movimientos de liberación de la mujer, en la lucha por la conquista de sus derechos.

Ideológicamente era un izquierdista que siempre se interesó por la realidad sociológica del momento, estaba convencido que la ciencia y la educación serían los baluartes de la sociedad del futuro, en la que la especie humana daría un salto cualitativo.

Sin embargo, no cayó en la ingenuidad de muchos de sus contemporáneos y fue uno de los primeros pensadores que advirtió del peligro de confiar ciegamente en los artefactos mecánicos. Siempre sostuvo que era el hombre nunca debería dejarse dominar por las máquinas.

Fue también, sin que ello signifique contradicción alguna con sus fuertes convicciones pacifistas, pionero en el desarrollo de reglamentos para juegos de guerra, con sus obras Floor Games (1911) y Little Wars (1913) y sería incluido a título póstumo en el Salón de la Fama de la Ciencia Ficción de Seattle (EE.UU.) en 1997 por sus aportes a este campo.

Anteriormente, en 1970 y por sus escritos relacionados con avances científicos, se había decidido denominar en su honor «H. G. Wells» a un astroblema ubicado en el lado oscuro de la Luna.

El 13 de agosto de 1946 Herbert George Wells murió en la ciudad de Londres; una semana antes se había cumplido el primer aniversario de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki que habían convertido en realidad la premonición narrada en su historia ficticia escrita en 1914. Después de 31 años la bomba atómica descripta en el papel había sido fabricada y su efectividad era demostrable. Y desde esa realidad también se transformó en auténtica y verosímil la posibilidad de destruir el mundo; posibilidad que, a partir de esos aciagos días de agosto de 1945, comenzó a estar peligrosamente al alcance de la mano del hombre.

Para conocer más:

Astroblema: accidente geográfico (cráter o depresión) producido por el impacto de un meteorito de antigua data, en la superficie de un cuerpo planetario.

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Literatura, escritores célebres y filatelia

Reseña sobre Literatura, escritores célebres y filatelia – El universo de la escritura llevado a la colección

Literatura, escritores célebres y filateliaEn el mes de mayo de 1840, por primera vez en la historia, comenzaron a utilizarse en Inglaterra estampillas o sellos postales para pagar el servicio de distribución de correspondencia. A partir de ese momento, toda persona que pretendiera enviar una carta debía adherir previamente en el sobre que la contenía, una estampilla con un valor determinado y no como se hacía antes de su implementación, cuando el servicio se pagaba en destino originando innumerables inconvenientes, tales como que el destinatario se negara a abonar el servicio o no dispusiera de dinero para hacerlo y también que, de manera fraudulenta, alguno de los involucrados en el servicio se quedase con el dinero recaudado.

Sir Rowland Hill fue el creador de este sistema postal prepago.

Previamente, en septiembre de 1839, el Ministerio del Tesoro de Gran Bretaña había convocado a un concurso de propuestas con el objetivo de seleccionar un sello postal adhesivo. Se presentaron 2.700 proyectos resultando vencedor el de Rowland Hill. Los sellos se emitieron el 6 de mayo de 1840, y el “Penique Negro” se convirtió en el primer sello postal adhesivo que circuló en el mundo. El total de la emisión fue de 68.158.080 ejemplares.

Los primeros sellos, que venían en pliegos, se cortaban con tijeras y por esa razón tenían los bordes rectos. Más adelante (1854) se añadió una serie de líneas con perforaciones, que permitían separarlos con facilidad, limpiamente y sin emplear herramientas auxiliares; apareció así el dentado característico.

La nueva modalidad de cobro fue aceptada por los usuarios sin mayores objeciones, y su uso, se extendió rápidamente a todos los países que fueron sucesivamente adoptando el sistema.

Paulatinamente, se fue imponiendo también la costumbre de ilustrar las viñetas de los sellos postales con figuras de monumentos, de personajes ilustres, escritores célebres, libros y obras teatrales de predicamento universal, de pinturas, banderas y escudos, de flora, fauna, historia postal, etc.; como una forma de dejar representada para la posteridad una parte muy importante de la historia, la cultura y la idiosincrasia nacional o regional, del país responsable de emitir el sello postal.

Con el tiempo, el uso generalizado de la estampilla en todo el mundo trajo como consecuencia la difusión de una moda: coleccionar los sellos postales que estaban circulando, fue el inicio de la costumbre de acumular esos pequeños papelitos dentados que, a criterio de sus adeptos, servían para estimular el ansia de conocimiento y propiciaban en cierto modo la difusión cultural. Nació así la filatelia.

La etimología de la palabra indica que su constitución proviene de unir dos vocablos griegos: «philos», que significa amante, amigo, afición, y «atelia», derivado a su vez de ateles, que significa tributo, pagado previamente o pagado de antemano. El término filatelia se debe al coleccionista francés Georges Herpin, quien lo propuso en un artículo escrito para el periódico Le collectionneur de Timbres Poste, de París, que salió publicado el 15 de noviembre de 1864.

El arte de la filatelia no implica solamente el estudio, conocimiento y clasificación de los sellos reunidos en una colección, sino también incorporar a esa recopilación, sobres dedicados y artísticos, sobres de primer día de emisión, timbrados especiales por el primer día de emisión y circulación, documentación y todo objeto concerniente a las estampillas, que posibilite estudiar en profundidad la evolución de la historia postal.

La literatura como temática en la filatelia

Se conocen varias maneras de coleccionar estampillas pero las principales y más sencillas son dos: por países y por temas. Y dentro de la rama de la filatelia temática, una de las que despierta mayor interés y preferencia, es el coleccionismo de material referido al ámbito literario: escritores y poetas célebres, autores galardonados con el Premio Nobel de Literatura, Día del Idioma, Día de la Poesía, Ferias Internacionales del Libro y todo tipo de acontecimiento universal, relacionado al fascinante universo de las letras.

Para corroborar lo manifestado, sirven algunos ejemplos demostrativos:

España ha emitido decenas de sellos postales alusivos el escritor más universal de su lengua, Miguel de Cervantes Saavedra. Los primeros datan de 1905, cuando, con motivo del III centenario de la publicación del Quijote, se emitió una serie, que incluía escenas inolvidables como el ataque a los molinos, la escena de los aldeanos, el ataque al rebaño de ovejas, o cuando Don Quijote es armado caballero. Estas series filatélicas referidas al hidalgo manchego, se convirtieron con el tiempo en una de las más embleFilateliamáticas de la historia hispánica.

Fragmentos de los textos de Hamlet, Romeo y Julieta, la Tempestad o Macbeth, se ven impresos en timbres de franqueo que la Royal Mail de Gran Bretaña ha emitido, para recordar a uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos, William Shakespeare.

El coleccionismo temático relacionado a los geniales escritores rusos Antón Chéjov, León Tolstói y Fiódor Dostoyevski, está difundido en diversos países, incluyendo además de estampillas conmemorativas, documentación y trabajos literarios de los lugares donde vivieron o trabajaron,

Los sellos que muestran en sus viñetas frases inspiradas en creaciones literarias o imágenes de Mark Twain, Edgar Allan Poe, Emily Brontë, Virginia Woolf, Agatha Christie, Federico García Lorca, Julio Verne, Víctor Hugo, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Fernando Pessoa, Amado Nervo, Marcel Proust, Ernest Hemingway, Dante Alighieri y tantos otros, son equiparables a piedras preciosas para legiones de coleccionistas dispersos por el mundo.

También autores de la envergadura intelectual de Rubén Darío en Nicaragua, Octavio Paz y Rosario Castellanos en México, José Martí en Cuba, Julio Cortázar y Leopoldo Lugones en Argentina, Juana de Ibarbourou en Uruguay, Gabriel García Márquez en Colombia, Rosalía de Castro, Miguel Hernández y Rafael Alberti en España, Anatole France y Albert Camus en Francia, Rabindranath Tagore en la India, Emily Dickinson, Walt Whitman y Robert Frost en Estados Unidos, Jane Austen, Rudyard Kipling y Charles Dickens en Gran Bretaña britanica y Selma Lagerlöf en Suecia, conforman una muy extensa e interminable lista (incompleta por comprensibles razones de espacio) de personalidades que en vida o post mortem, fueron homenajeadas con emisiones de sellos postales destinadas a conmemorar su obra.

Todo este material filatélico es muy apreciado por los coleccionistas, seguidores incondicionales, que ven de esta manera engalanadas y valorizadas sus colecciones, por el prestigio de estos excelsos representantes del quehacer literario.

El coleccionismo filatélico, que tuvo su época de esplendor en el transcurso del siglo XX, es uno de los pocos hobbies que ha perdurado en el tiempo. En la actualidad, el impacto que representó el surgimiento del correo electrónico como alternativa más efectiva y económica sobre la circulación epistolar y la invención y puesta en funcionamiento de las franqueadoras automáticas, parecieron conducir a la filatelia hacia un destino de extinción. Pero, paradójicamente, mientras las estampillas van perdiendo irremediablemente su lugar histórico pegadas a un sobre, el número de sellos que se emiten continúa siendo abrumador. Y son tantos las que circulan, que los catálogos mundiales se publican en partes.

Las mismas tecnologías de la comunicación que le han quitado espacio a la filatelia clásica y en cierta forma amenazan la actividad, están permitiendo realizarla en forma más exhaustiva, globalizada y a un costo muy reducido comparándolo con el intercambio tradicional de correspondencia. Hoy existen cientos de foros en internet, donde rápidamente se puede establecer contacto simultáneo con miles de coleccionistas y obtener la información buscada acerca de sellos raros, catálogos, novedades, exposiciones y congresos. Encontrar un sello faltante en nuestra colección, comunicarse y negociar el intercambio o la compraventa, es una tarea que solamente demanda algunas horas. Algo impensado hasta hace dos décadas atrás. Esta es la marca distintiva de la filatelia del siglo XXI.

Sin desconocer que el uso del sello postal fue, y aún continúa siéndolo, una importantísima fuente de recaudación de ingresos fiscales, y que para eso fue diseñado e implementado; no se puede negar que este tipo de coleccionismo ha derivado en una industria filatélica con un trasfondo comercial y económico que supone importantes beneficios y ganancias extras para las administraciones postales de cada país. En ese contexto, estas administraciones interpretando correctamente las circunstancias, terminaron aceptando que la filatelia es un pasatiempo elegante, pero también una forma de preservar un registro de la historia y una manifestación de cultura. Consecuentemente, focalizan con especial énfasis sus emisiones dirigiéndolas a satisfacer las ansiedades de cientos de miles de ávidos coleccionistas que, en el mundo, todavía hacen de su pasión filatélica un culto.

Que circulan muchísimas menos estampillas pegadas en sobres, es una realidad irrefutable; pero, por algo, casi ningún país ha dejado de emitirlas.

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¿Qué es Ex libris? – Un sello de identidad para los libros

¿Qué significa la frase ex libris que a veces aparece estampada como sello distintivo en un libro?.

Ex libris

Seguramente la respuesta es conocida para quienes están acostumbrados a la lectura frecuente, pero para otros lectores no tan asiduos, la aclaración sobre qué es ex libris es válida y necesaria, siempre en favor de contribuir a nuestra cultura.

La locución latina ex libris, (o ex-libris) que por etimología significa “de entre los libros” o “de los libros de”; es utilizada específicamente como un rótulo, etiqueta o sello de pertenencia, que se aplica para identificar los libros de una biblioteca, institución o de un propietario particular.

Suele colocarse en el reverso de la cubierta o tapa de un libro o en su primera hoja en blanco (por ejemplo, en la página del título) y contiene el nombre del dueño del ejemplar o de la biblioteca propietaria.

Sin embargo, no toda marca de posesión es considerada ex libris. A criterio de la Federación Internacional de Amigos de los Ex Libris (FISAE), la expresión debe reunir una serie de características y cumplir con pautas definidas y precisas para ser reconocida como tal, a saber:

a) Tiene que tener forma de etiqueta, sello o estampa y su lado mayor no debe superar, como máximo, los 13 cm. Requisito que permite utilizar el sello en casi cualquier tamaño de libro.

b) En el diseño debe figurar la leyenda EX LIBRIS, representada en cualquier idioma, aunque lo más común es utilizar el latín. A veces también va agregado un lema.

c) Es indispensable que figure el nombre del dueño o sus iniciales; que puede ser una persona física o una institución.

d) La imagen del símbolo o emblema, debe reflejar algún aspecto destacado de la personalidad de su dueño o la temática de la biblioteca a la que pertenece el libro. En tiempos más recientes se popularizó el uso de imágenes relacionadas a la profesión, gremio o afición del propietario.

La historia suele citar como primer antecedente de un ex libris, una placa de barro cocido esmaltada en color azul con inscripciones jeroglíficas, conservada en el Museo Británico de Londres, que perteneció al faraón egipcio Amenhotep III (1391-1353 a.C), y que habría sido aplicada como marca indicativa de propiedad, en los estuches de los rollos de papiro de su biblioteca.

El ex libris primitivo que más se ha empleado en todos los tiempos, desde que apareciera la escritura, es obviamente la firma manuscrita, porque no se necesita ninguna técnica especial para su ejecución. Existen códices que datan de la edad Media, con anotaciones manuscritas a modo de rótulo de propiedad.

Con la invención a mediados del siglo XV de la imprenta moderna, debida a la fecunda creatividad de Johannes Gutenberg, el panorama cambió radicalmente, dado que las técnicas de impresión y de grabado evolucionaron y se perfeccionaron notablemente. Y es a partir de esa época, cuando se puede comenzar a hablar de los ex libris, tal como se conocen actualmente.

A esas diversas técnicas ejecutadas mediante procedimientos tradicionales de grabado o estampación, relacionadas con las artes del libro (xilografía, calcografía, litografía, serigrafía, fotograbado, etc.), en la actualidad se les han agregado el diseño e impresión por computadora y la reproducción fotográfica. También se siguen empleando sellos de caucho o en seco, que producen un estampado en relieve.

En otra variante, conocida como supralibros, la marca escrita identificatoria de propiedad y la imagen (generalmente motivos simbólicos, heráldicos o monogramas), se estampan por gofrado sobre piel o se bordan sobre una encuadernación en tela.

Cualquier técnica de impresión es válida si cumple la condición de garantizar que las reproducciones sean idénticas. En caso de que se utilicen estampas, estas deben estar firmadas y numeradas por su autor (al igual que un grabado).

Los símbolos de las técnicas empleadas en la impresión de exlibris, se reconocen internacionalmente mediante una serie de abreviaturas aprobadas en el XXIX Congreso de la FISAE, celebrado en el 2002 en Frederikshavn (Dinamarca).

En una primera etapa entre siglos XVI al XVIII, predominaron en el diseño los escudos heráldicos sobre todo en las familias nobles, en la jerarquía eclesiástica y en instituciones religiosas, que eran los únicos poseedores de bibliotecas o colecciones. De esa época, también es posible encontrar algunos diseños elaborados con el nombre o apellidos de la familia y rodeados por unas orlas o frases alusivas a su origen o formación. A partir del siglo XVIII comenzaron a prevalecer las alegorías, símbolos o emblemas.

El advenimiento del Modernismo a finales del siglo XIX e inicios del XX, hizo que esta particular afición transitara una etapa de florecimiento y esplendor y es en este período finisecular de auge de la bibliofilia, cuando el interés por los exlibris alcanzó su máximo impulso (aparecen los primeros coleccionistas, empiezan a surgir asociaciones y comienzan a celebrarse congresos y concursos). Surgieron también en esta etapa, los primeros estudios sobre el tema y las primeras publicaciones especializadas.

Iniciado el siglo XXI, esta manera tradicional de identificar a los libros fue perdiendo su práctica, pero los grabadores y personas dedicadas a esa actividad resisten y luchan por preservar su oficio y una antiquísima costumbre.

Es posible que esta milenaria tradición continúe extinguiéndose lentamente y como toda moda, tal vez desaparezca o renazca con renovado ímpetu. Pero ante cualquiera de las dos alternativas hay una certeza inobjetable; el interés por los libros va por otro camino y permanecerá inalterable para una inmensa legión de lectores apasionados; porque para ellos, cada libro leído plasma en sus páginas una historia singular que trasciende el relato o el mensaje que el autor quiso manifestar. Si el libro es nuevo, les traerá sensaciones renovadas, si el libro es viejo, regresará con la melancolía serena y el olor inconfundible que tienen las páginas y las palabras olvidadas.

Y para un lector auténtico, siempre, abrir un libro será el preludio de un instante de éxtasis muy parecido a la felicidad.

Para saber más:

El Diccionario panhispánico de dudas aclara, refiriéndose a la expresión ex libris que, si se trata del sustantivo, ha de escribirse en una sola palabra ex libris (como ocurre con exabrupto y otros sustantivos procedentes de locuciones latinas); no obstante, admite también la escritura en dos palabras.

Es invariable en plural: los exlibris.

Como locución, debe escribirse en dos palabras: ex libris.

Una de las características gráficas más importantes de los exlibris y que ha perdurado prácticamente desde sus orígenes, es el uso predominante de la monocromía.

Para conocer una muy interesante y completa colección de exlibris, desde los siglos XV-XVI hasta la actualidad, puede consultarse la Base de datos de Ex libris de la Real Biblioteca, que está en constante actualización y contiene numerosas descripciones con un elevado nivel de detalle.

Si están interesados en personalizar sus libros con el sello Ex Libris, dejo a continuación una prensa que resulta ser de los más buscados por los lectores. Pueden obtener más información en el link. Espero la nota haya sido de su total agrado.

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El Majabhárata – historia épica y mitología

El Majabhárata – Una obra tan interesante como extensa, pilar fundamental de una cultura

El MajabhárataEl Majabhárata es una obra antigua y extensa perteneciente a la India, que data probablemente del siglo III a.C. y en donde se detallan numerosas historias concernientes a la mitología de aquel país. Podemos encontrar referencias a esta interesante obra con distintos nombres, en general con juego entre sus letras o algunas líneas separando sílabas o incluso agregando otra hache, por ejemplo, el nombre Mahabhárata.

Majabhárata proviene del sánscrito y significa “La gran India” tomando en consideración que bhárata habla de clanes que pertenecían a la India, y Maha corresponde a “gran”. En algunas traducciones, sobre todo si aparece junto a otra palabra, puede interpretarse como “La gran batalla”.

Como se extrapola del párrafo anterior, está escrita en sánscrito y es tan largo que se considera la segunda obra del mundo en extensión, luego de los “Cuentos Tibetanos”. Para tener una referencia estimativa el Majabhárata cuenta con más de 100 mil líneas, el cuádruple que la Biblia, y podría ser casi diez veces más larga que la Ilíada y la Odisea Juntas.

Existen muchas diferencias de pensamiento en cuanto a su datación exacta y en cuanto a quién pudo haber escrito la obra. Algunos eruditos la consideran relacionada con un escritor mítico de la India, llamado Viasa, el creador de los famosos Vedas (obras cruciales en la cultura hindú), y en ese caso podría miles de años de antigüedad. Sin embargo, existen algunas incongruencias entre traducciones del idioma, lo que no apoyaría esta hipótesis. Muchos estudiosos consideran que la época de publicación de la misma sucedió alrededor de tres o cuatro siglos a.C.

Son importantes también, como en otros textos similares de otras regiones, las modificaciones folklóricas que han ocurrido a lo largo del tiempo y que se corresponden con la transmisión oral obligada, previa a una escritura certera y resguardada.

Cuenta la historia que el gran Dios llamado Brahmá, que había dado inicio a todo, llegó a la tierra y le encargó a Viasa que, a través de alguien que tomara nota (Ganesha, el Dios con cabeza de elefante), dejara preservado todo su discurso. Debido a que quien realizaba las anotaciones no podía hacerlo con la velocidad del pensamiento de Viasa, mucho de lo que se pensaba resultó perdido. No es posible confirmar el origen de esta obra mitológica, pero si es muy posible que gran parte de la misma se haya perdido o alterado por la necesidad de transmisión oral.

El Majabhárata está estructurado en dieciocho libros, luego de los cuales podemos encontrar un apéndice que consta de más de dieciséis mil versos. En una vista amplia cuenta la historia de las batallas que existieron por el poder del reino del clan Kuru, en donde las distintas dinastías intentan hacerse con su dominio. El final de la guerra es la batalla de Kurukshetra en donde el dios Krisná fallece.

Existe una versión aún más fantástica de la elaboración del Majabhárata en la que Ganesha acepta transcribir la obra, pero con la condición de que Viasa logre interpretarla de corrido, sin pausa. Debido a la gran extensión de la misma, Viasa redobló la apuesta y solicitó que Ganesha entendiera lo que escribía antes de continuar, y así pudo interponer breves pausas a su relato. Fue tal la velocidad de escritura, que el gran Dios cabeza de elefante perdió uno de sus colmillos, intentando utilizarlo para redactar la obra con su propia sangre.

Más allá de estas historias, es muy probable que la dificultad, tanto al recitar la obra y las tradiciones orales como la de escritura, haya sido de gran importancia. De hecho, es una obra que por su extensión y complejidad se considera un tanto difícil de comprender del todo.

MahabhárataEl Majabhárata es una obra que contiene, quizás, la esencia de todo lo que existe en base al hinduismo. Es la lucha entre el bien y el mal, el retrato de bellezas y calamidades, de dioses y demonios, del origen de todo.
Es probable que, en el contexto de ser considerada una obra tan importante para la India, no tomemos real consideración de lo que supone para la literatura universal, y es que más allá de sus aspectos regionales, este conjunto de libros constituye una verdadera joya de la literatura, ya sea por su importancia histórica, su construcción, por su antigüedad, y por los conocimientos que la componen.

Por desgracia para nosotros, no existe una traducción completa de la obra al lenguaje español. Es sabido que se están realizando traducciones al inglés y luego sea el turno de nuestro idioma, por lo que para poder acceder a esta impresionante obra, deberemos esperar un poco más (salvo el caso de quienes hablen inglés o conozcan el sánscrito).

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La tuberculosis – Estragos en la literatura

Reseña literaria del impacto de la tuberculosis a lo largo de la historia de la literatura, afectando y acabando con la vida de numerosos escritores.

Tuberculosis y literatura

La tuberculosis es una temible enfermedad que ha hecho estragos en las poblaciones a lo largo de la historia. Si bien existen subtipos, la mayoría es causada por una bacteria llamada Mycobacterium Tuberculosis o Bacilo de Koch y el órgano primordial atacado es el pulmón si bien puede presentarse en otros sitios. Fue descripta por primera el 24 de marzo de 1882 por Robert Koch, trabajo por el cual recibió el Premio Nobel de Medicina en el año 1905.

La tuberculosis ha afectado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, siendo llamada en la antigüedad como “tisis” y acabando con la vida de millones de personas. No es de extrañar, entonces, que, habiendo ocasionado tanto daño, haya afectado también a importantes referentes de la literatura, siendo conocida incluso como “La enfermedad de los poetas”.

Se podría llegar a pensar que al referirnos a la tuberculosis hablamos de un estigma del pasado, ya superado, pero lo cierto es que la Organización Mundial de la Salud aún atribuye a esta terrible enfermedad un gran número de fallecimientos por su causa, según datos oficiales, 1,5 millones de muertos en 2018 y 10 millones de contagiados.

Haciendo un breve recorrido por la historia de la literatura podemos encontrar que los siguientes escritores padecieron o fallecieron a causa de la tuberculosis:

Friedrich Schiller: Johann Christoph Friedrich Schiller fue un poeta y dramaturgo alemán, nacido el 10 de noviembre de 1759 y fallecido el 9 de mayo de 1805. Es considerado como uno de los dramaturgos más importantes de Alemania y el mundo.

Es probable que Schiller haya contraído tuberculosis a finales del siglo XVIII. En febrero de 1805 su enfermedad comprometía seriamente su calidad de vida, encontrándose muy deteriorado. En mayo de ese mismo año, sufrió una grave infección respiratoria (ayudada por el daño producido por el bacilo) que acabaría con su vida. En la autopsia no sólo encontraron afectados sus pulmones sino también diversos órganos del cuerpo.

Antón Pávlovich Chéjov: Fue un médico, escritor y dramaturgo ruso, nacido en enero de 1860 y fallecido en julio de 1904. Se lo considera uno de los más importantes escritores de la literatura rusa y universal.

El diagnóstico de su enfermedad fue temprano, probablemente contagiada por alguno de sus pacientes, alrededor de 1880. Para mejorar su salud viajaba con frecuencia a Francia debido a que el clima de ciertas regiones lo hacía sentirse mejor, evitando la crueldad del frio en el invierno ruso. En 1904 la tuberculosis avanzó con agresividad, apagando su llama el 15 de julio.

José Gautier Benítez: Fue un reconocido poeta nacido el 26 de febrero de 1848 en Puerto Rico. Su vida lo acercó al servicio militar español pero la melancolía por su tierra natal lo hizo regresar para dedicarse a las letras. Falleció en el año 1880 a causa de la tuberculosis.

Gustavo Adolfo Bécquer: Fue uno de los más grandes poetas de la literatura. Nació el 17 de febrero de 1836 en Sevilla y falleció el 22 de diciembre de 1870. Su poesía lo ha ubicado como uno de los más importantes referentes del romanticismo español.

Se le diagnóstico la terrible enfermedad en el año 1857, pero no fue hasta 1863 que sufrió una grave recaída. Para mejorar su salud se trasladó a vivir con su hermano a un monasterio en Zaragoza, y luego de recuperarse volvió a Sevilla. En 1870, enfrentando el clima frío de diciembre, sufre un deterioro de su salud y fallece a causa de la tuberculosis (si bien su salud se veía afectada por otras enfermedades. Es sabido que su muerte coincidió con un eclipse total de sol, y que en sus últimos deseos solicitó que sus cartas fueran quemadas, más no sus versos que eran tenidos en mayor estima por el poeta.

Emily Brontë: Fue una célebre escritora británica creadora de la inolvidable “Cumbres borrascosas”, nacida el 30 de julio de 1818 y fallecida el 19 de diciembre de 1848.

Emily falleció a la temprana edad de 30 años, siendo afectada por la tuberculosis y habiéndose complicado con una infección respiratoria sobreagregada. Anne, una de sus hermanas y también escritora, fallecería unos pocos meses después devastada por la misma enfermedad.

George Orwell: Eric Arthur Blair fue un escritor británico de excelencia y uno de los más grandes de la literatura. Nació el 25 de junio de 1903 y falleció el 21 de enero de 1950. Su pseudónimo George Orwell se asocia con facilidad a dos obras increíbles, llamadas “1984” y “Rebelión en la granja”.

George Orwell falleció en Londres debido a la tuberculosis, posiblemente contraída alrededor de 1930 en una época donde lo alcanzó la miseria y debió vivir en la extrema pobreza, relatado en una de sus novelas llamadas “Sin blanca en París y Londres”. Un año antes de su muerte contrajo matrimonio, pero su salud se deterioró rápidamente, obligándolo a concurrir asiduamente a hospitales.

Franz Kafka: Fue un escritor de origen judío, nacido en República Checa, el 3 de julio de 1883. Se encuentra reconocido en los círculos culturales como uno de los más importantes e influyentes de la literatura universal. Falleció el 3 de junio de 1924 debido a complicaciones de su padecimiento, la tuberculosis.

El diagnóstico de la enfermedad se produjo en el año 1917 lo que limitó su posibilidad de trasladarse debiendo concurrir con frecuencia al médico, siendo ayudado por su familia (sobre todo su hermana). En 1923 sufrió una infección respiratoria que agravó su estado, y un año más tarde la tuberculosis afectó su laringe por lo que debió dejar de alimentarse con sólidos. La última etapa de la vida del escritor fue muy dolorosa, falleciendo el 3 de junio de 1924.

Walt Whitman: Fue un poeta, ensayista y periodista estadounidense, nacido el 31 de mayo de 1819 y fallecido el 26 de marzo de 1892. Es considerado un precursor casi obligado de la poesía moderna estadounidense y un referente en la literatura mundial, llamado por algunos el padre del verso libre.

Si bien su estado de salud se afecto luego del accidente cerebro vascular ocurrido en el año 1873, continuó con su vida y carrera literaria. En marzo del año 1892 vio escapar su vida. Una autopsia posterior revelo el profundo daño que sus pulmones habían recibido por parte de la tuberculosis, a un extremo que incluso hubiera sido difícil respirar.

Robert Louis Stevenson: Fue un novelista, ensayista y poeta escocés, famoso por algunos clásicos de la literatura como “La isla del tesoro”, o El extraño caso de doctor Jekyll y Mr. Hyde”. Ha resultado ser un hombre de enorme influencia en la literatura posterior. Nació el 13 de noviembre de 1850 y falleció el 3 de diciembre de 1894.

Si bien no pereció de tuberculosis, se sabe que fue afectado por la misma desde muy temprana edad, entre los veinte y los treinta años. Llegó a considerar que su vida no valía, torturado por los síntomas de la enfermedad. Un accidente cerebro vascular puso fin a su sufrimiento en el año 1894.

Edgar Allan Poe: Fue un poeta, escritor y estadounidense considerado uno de los más grandes de la literatura. Nació el 19 de enero de 1809 y falleció el 7 de octubre de 1849.

Si bien existe cierto misticismo sobre los padecimientos de Poe, y sobre su muerte, se cree que padecía la enfermedad si bien no falleció por su causa. La familia de Poe, por otro lado, sufrió el embiste de la tuberculosis llegando a afectar al gran escritor.
Como pueden ver no son pocos los casos en que esta temible enfermedad ha golpeado contra los escritores, en muchos casos, torturándolos, en otros finalizando su vida. Se dice que muchos otros escritores pudieron llegar a padecer tuberculosis, si bien los registros no son claros y aparecen vestigios de algunas otras afecciones como por ejemplo la Sífilis.

En la actualidad y con el avance de la medicina, existen algunas alternativas como la vacuna para prevenir las formas graves de la misma, o algunos tratamientos Para combatirla. Sin embargo, con el advenimiento del HIV y debido a las condiciones de pobreza y hacinamiento cada vez más graves en algunas poblaciones, el problema está lejos de haberse solucionado.

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Pablo Neruda – Veinte poemas de un amor frustrado

Pablo Neruda, Albertina Rosa y los veinte poemas de un amor frustrado – La historia de una de las obras de poesía más reconocidas de la literatura

Pablo Neruda - Veinte poemas de un amor frustrado

Una de las obras líricas de mayor renombre y difusión universal en lengua española es, sin duda, el libro de versos Veinte poemas de amor y una canción desesperada que un jovencísimo Pablo Neruda publicara en aquel lejano 1924, cuando tenía apenas 20 años. El poemario se convirtió desde entonces, en referente obligado de una interminable pléyade de amantes eternos, que admiraron incondicionalmente las melancólicas definiciones del amor narradas en estrofas maravillosas y que aún brillan con una luz genuina que el paso del tiempo no pudo opacar.

Desde su aparición, el libro fue recibido entusiastamente por ávidos lectores y ha sido traducido a innumerables idiomas. Con su estilo, que distaba mucho de ser meramente retórica de amantes, Neruda transformó en verso casi todo lo que vió y vivió: su tierra, montañas, piedras, el mar, manantiales, ríos y animales, su vida de navegante y de político, su adoración por las caracolas y los mascarones de proa, los cuerpos estilizados de las mujeres; también la libertad para elegir con quién estar y cuándo estar.
Este legado lírico, se puede separar por épocas y en tres facetas: el poeta del amor, la poesía de lo cotidiano y una poesía política, dirigida a la toma de conciencia por las reivindicaciones y luchas estudiantiles y sociales.

Durante su primera etapa de escritor, siendo muy joven, su poesía estuvo marcada por sus experiencias amorosas y prima en ella la nostalgia y el romanticismo apasionado, pero también tierno, inocente, a veces candoroso. Conoció a muchas mujeres y probablemente haya tomado algo de cada una como motivación. Pero ¿quién fue la musa literaria de esos veinte bellísimos poemas que toda mujer hubiera deseado inspirar?.

El propio Pablo Neruda, para evadir esa obligada y repetida pregunta que le hicieron durante toda su vida, siempre respondió escudándose en el misterio: «Fueron básicamente dos mujeres, Marisol, la del campo y Marisombra, la citadina». Además comentando sus libros «Para nacer he nacido» y «Confieso que he vivido», aclaró que nunca había dedicado sus versos a ninguna mujer en especial y que lo que la gente ha creído y opinado de sus ‘musas inspiradoras’, son apreciaciones totalmente inexactas. El eximio poeta chileno se llevó a la tumba su secreto.

Pero muchos años más tarde y no obstante esa negativa rotunda, se demostró que la musa había existido realmente y el misterio que había permanecido inescrutable por décadas, fue develado cuando en 1975 el historiador chileno Sergio Fernández Larraín dio a conocer el nombre y apellido de una una mujer, que no era precisamente imaginada, se llamaba Albertina Rosa Azócar Soto y mantuvo con Neruda un romance juvenil que duró desde 1922 hasta 1932, período en el que el poeta le escribió 111 cartas de amor, que Albertina guardó celosamente en secreto durante más de medio siglo.

Pero la cautivante historia resulta más auténtica leída de las propias palabras de Albertina, que se transcribieron de la conversación que sirve de prólogo a la edición oficial de las Cartas, hecha en Madrid, en 1983, por el Banco Exterior de España, con ensayos de los prestigiosos poetas Vicente Alexandre (Premio Nobel de Literatura 1977) y Jorge Guillén; y escritos de Rafael Alberti y Paco Umbral:

«Es una antigua historia…Yo tendría entonces diecinueve años y Pablo era un año más joven. Nos conocimos en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile que quedaba en Alameda con Cumming. Los dos estábamos matriculados en francés y éramos compañeros, aunque Pablo pertenecía a otro grupo. El Instituto era un viejo edificio de dos plantas, con una sala de actos en la que celebrábamos reuniones los sábados. Había estudiantes que componían poesías. Pablo estaba entre ellos y recitaba con aquel tono suyo lento y grave: desde el fondo de ti, arrodillado, un niño triste como yo nos mira…”(…)

«Yo solía remedarle, junto a unas compañeras de curso, cómo recitaba Pablo sus poemas. No sé cómo, de repente, comenzamos a sentarnos en una de aquellas largas bancas de la clase, con otros poetas que también estudiaban allí. Así comenzamos a conversar y a pasear juntos, después de las clases en el Pedagógico. Al volver a casa, a la pensión en que vivía con mi hermano Rubén, Pablo me acompañaba» (…)

«A mi hermana no le agradaba, porque mi familia era muy conservadora y los poetas tenían mala fama. Además, Pablo era muy delgado, taciturno, de cara macilenta. Iba muy abrigado con capa, porque su padre era ferroviario y entonces les daban unas capas enormes, largas… Le recuerdo con aquella capa y sombrero, como a veces se dibujaba, de negro.
Era algo más alto que yo y era tan joven, tan enamoradizo… No sé, a muchas chiquillas les gustaban los poetas. Cuando me escribía, por ejemplo, tenía acá dos, tres, cuatro amores».

«De los versos que a mí me dedicó, el que más me ha gustado y quizás el más popular, es el poema quince, el Poema del silencio: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca”(…) Es verdad que en sus cartas se quejaba de que no le escribía, pero es que mi carácter es así. Yo le quería mucho, pero no soy de esas personas que se muestran apasionadas ni ninguna de esas cosas.» (…)

«En realidad, le escribía poco, porque toda esta historia de nuestra correspondencia para mí estuvo llena de dificultades. Yo tenía que sacar las cartas del correo a escondidas, porque en mi casa eran terribles para esto y me escondía también para escribirle y poner las cartas. Me controlaban todas las salidas; ni con amigas me dejaban salir.» (…) Nuestras relaciones en Santiago duraron un año y medio más o menos. Me habría casado con él, pero volví a Concepción para terminar los estudios, hacer mi Memoria y trabajar en una escuela experimental al lado de la Universidad. Pablo terminó los cuatro años en el Pedagógico.» (…)

Después siguieron tiempos de encuentros y desencuentros, las separaciones y dificultades cada vez mayores para verse y estar juntos, consecuencia de los frecuentes viajes de Neruda, un retrato de Albertina enviado por ella a la India, las cartas que llegaban tarde, mal o nunca. Y el desgaste comenzó a deteriorar la relación de la pareja.
Mientras ocupaba el consulado chileno de Ceilán en diciembre de 1929, él le escribió desesperado: “me estoy cansando de la soledad y si tu no vienes trataré de casarme con alguna otra”. Al poco tiempo, Pablo conoció en Java a «Maruca» María Antonieta Hagenaar Vogelzang y después de sólo cuatro meses de cortejo, se casó con ella a fines de 1930. Era una mujer altísima, lenta, de modales solemnes y sin ningún interés o relación con la literatura. Es un hecho que Neruda se casó con ella, porque la soledad que sentía en esos rincones del mundo lo tenían devastado y cansado de esperar en vano a Albertina.

En la última carta que Neruda le escribe, fechada el 11 de julio de 1932, expresa: “Tengo tanto que hablarte, reprocharte, decirte. Me acuerdo de ti todos los días (…)

Albertina por su parte, conoció un día en casa de su hermano Rubén, al escritor Ángel Cruchaga Santa María, diez años mayor que ella, solterón, de modales finos, muy tranquilo y que no tenía nada de la bohemia de Pablo. Terminó casándose con él; y entonces, el amor con Neruda se tornó imposible.

En esa correspondencia publicada sin un consentimiento total de Albertina, había esquelas, poemas, postales, anotaciones escritas en billetes de ferrocarril, en servilletas, en trocitos de papel, incluso con dibujos del poeta y Neruda aludía a su enamorada con atrevidos y sugerentes encabezados: Mocosa de mi alma, Mala pécora, Pequeña canalla, Ratoncilla, Caracola, Abeja, Fea mía, Querida mocosa, Netocha, Arabella, Muñeca adorada, Niña de los secretos y algunos más.

En una de sus notas expresaba a modo de poesía:

«Albertina Rosa, mariposa.
Collar de lumbres sobre las cosas.
Es la hora de las rosas, la hora que no cesa.
Acosa, besa la poderosa cabeza
del que te apresa, te roza y te besa.
En todas las cosas, dulce y divina
Albertina Rosa»

Y en otra de sus cartas, Neruda escribió:

«Querida mocosa. El domingo me voy a Temuco. ¿Qué te han dicho de mí, mi chiquilla bonita?. No sé. Aquí, ayer, remolcamos una gibia rosada. Te mandaré unas vistas. ¿Rezaste por mi alma? ¡Ah!, estoy condenado. ¿A qué hora te levantas?

Esta tarde escribiré en la arena tu nombre: ALBERTINA.»

«Me contarás largamente lo que has hecho y lo que haces, y qué piensas. Ya llegarás hoy a tu casa mientras te escribo, es martes en la mañana.

He pasado estos tres días leyendo y fumando; mientras tenga libros que leer y tabaco no me aburriré. Pienso estar todo el mes aquí.
Ahora te copio unos versos.» (…)

Al lado de mí mismo, señorita enamorada,
¿quién sino tú, como el alambre ebrio,
es una canción sin título?
Ah, triste mía, la sonrisa se extiende
como una mariposa en tu rostro.
Y soy el que deshoja nombres y altas
constelaciones de rocío
en la noche de paredes azules, alta sobre tu frente,
para alabarte a ti, palabra de alas puras,
el que rompió su suerte, siempre, donde no estuvo.
Por ejemplo, es la noche rondando
entre cruces de plata
qué fue tu primer beso, para qué recordarlo,
yo te puse extendida delante del silencio,
tierra mía, los pájaros de mi sed te protegen
y te beso la boca mojada de crepúsculo.
Es más allá, más alto.
Para significarte amaina una espiga.
Corazón distraído, torcido hacia una llaga.

«Me he tomado el insoportable trabajo de copiarte esto de mi próximo libro para saber si te interesa algo de lo que escribo para ti. Tú me das una sensación de indiferencia que me abre la curiosidad. Espero que esta carta no se pierda, ¿tienes otra dirección más segura? ¿Enfermita saldrás a buscar al correo estas palabras sin importancia?
Escríbeme con generosidad y recibe besos para mucho tiempo.
Tu Pablo

Amores efímeros como el de Teresa Vásquez y María Parodi, inolvidables como el de Albertina, de compromiso como Maruca y el amor completo por su compañera de tantos años, Matilde Urrutia, seguramente hicieron vibrar la fibra íntima de Pablo Neruda poeta. Al margen de eso, justo es reconocer que no alcanza sólo la ayuda de las musas para escribir como él lo hacía. La clave, fue el singular talento que lo llevó a ser un escritor genial.

Compartimos algunos fragmentos de Veinte poemas de amor y una canción desesperada: 

Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia
mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso.
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
(poema 1)

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
y las hojas caían en el agua de tu alma.
(poema 6)

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, ¿dónde estabas?
¿Entre qué genes?
¿Diciendo qué palabras?
¿Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
(poema 10)

Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.
Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena, dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.
(poema 19)

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
(poema 20)

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa,
surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba,
sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado.
(una canción desesperada)

Pablo Neruda no olvidaría nunca a Albertina, su primer amor adolescente y muy mayor volvería a evocarla en »Memorial de Isla Negra» como Rosaura, esa »pasajera color de agua», recordando los tiempos en que se paseaban tomados de la cintura por las orillas del Mapocho, soñando con el Sur: Rosaura otoño, lejos/ luna de miel delgada/ campanita taciturna…!
Tal vez tenía razón el escritor español Noel Clarasó (1899-1985) que alguna vez con sutil pesimismo escribió «El hombre y la mujer han nacido para amarse, pero no para vivir juntos. Los amantes célebres de la historia vivieron siempre separados».

Para conocer más:

  • Aibertina Azócar, falleció en Santiago de Chile el 11 de octubre de 1989, a los 87 años.
  • Con respecto a las famosas cartas, relataba también Albertina en el prólogo: «La historia, después, de las cartas es otra. Vivíamos mi marido y yo en La Reina, en una parcela donde construimos una casita. Entonces tenía ahí todas mis cosas y Ángel tenía su biblioteca. Cuando él murió, no tenía objeto dejar la parcela abandonada; la vendí y me mudé a Santiago. En el nuevo departamento no cabían las cosas y estaba todo amontonado. Un día, buscando algo entre los libros, de repente apareció una caja donde yo tenía guardadas las cartas, desde toda la vida. Nunca nadie las había visto. Ni en mi casa, porque yo tenía un velador donde las metía bajo llave cuando me llegaban. ¡Si entonces me hubieran visto una carta…!
    Y ahí estaban, casi rompiéndose por el tiempo. Sí, ¿cuánto tiempo? Sesenta años; sesenta años…»
  • ¿Por qué aparecieron estas cartas privadísimas en poder de Fernando de la Lastra? Debido a que era sobrino del esposo de Albertina, Ángel Cruchaga Santa María. Al morir éste, ella decide deshacerse de la biblioteca y le pide a Fernando que le compre los libros. Éste se interesa y adquiere una parte de la colección pagando el valor que Albertina establece. Además, la ayuda a deshacerse del resto. Ella, agradecida, le entrega una caja de cartas. «Son para usted. Es un regalo», le explica.
    Fernando de la Lastra revisa posteriormente ese material y advierte la importancia que tiene para los estudiosos de Neruda. Conservó las cartas en su poder durante cuatro años y luego decidió darlas a conocer al público. En ese tiempo, Albertina jamás intentó siquiera recuperarlas.
  • Después de la publicación, comenzó una serie de demandas y querellas, entablados por varias personas que se sintieron perjudicadas. (entre ellas Albertina y Matilde Urrutia)
  • Entre corchetes […] o entre paréntesis (…), los puntos suspensivos indican la supresión de una palabra o un fragmento en una cita textual.

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Los devoradores de hombres de Tsavo

Reseña literaria del libro Los devoradores de hombres de Tsavo de John Henry Patterson – La descripción de la realidad más cruda.

Los devoradores de hombres de TsavoLos devoradores de hombres de Tsavo es el nombre impuesto a dos temibles leones que entre los meses de marzo y diciembre de 1898, atacaron y quitaron la vida a más de treinta empleados de la compañía encargada del Ferrocarril que debía unir Kenia con Uganda.

En ese año el teniente coronel John Henry Patterson fue trasladado a dicho territorio y nombrado ingeniero en jefe para la construcción de un puente en el río Tsavo, ubicado en Kenia. En dicho periodo de trabajo las sombras de dos leones, aunque en un comienzo se pensó que eran leonas por la ausencia de melena, produjeron estragos entre los trabajadores, atacándolos por las noches y sumiéndolos en el terror más profundo.

Cuenta la historia que los devoradores de hombres de Tsavo visitaban el campamento durante la noche, rasgando las tiendas de campaña y llevándose a los indefensos trabajadores para devorarlos en la oscuridad. A pesar de haber construido murallas, hogueras, y colocar vigías, nada parecía asustar a los temibles felinos que, al llegar la noche, arremetían contra sus presas.

Devoradores de hombresEl coronel Patterson logró abatir al primero de ellos el 9 de diciembre de 1898 mientras que el segundo resultó herido. Tres semanas después (el 29 de diciembre) logró acabar con el segundo león, que, luego de resistir numerosos disparos de su rifle, fue muerto por un disparo en la cabeza de una carabina, a pesar de que, en su agonía, el león continuaba intentando asesinarlo. La historia cobró vida y fama debido a la ferocidad de los leones que, en general no suelen atacar a grandes grupos de personas, ni mucho menos lograr asesinar a tantos hombres.

No existe precisión en la cantidad de hombres muertos que acarreó este suceso ya que Patterson llegó incluso a asegurar que se trataba de más de cien personas. La ciencia actual explica que probablemente no se trató de más de treinta y cinco trabajadores.

Los devoradoresEl coronel Patterson elaboró dos alfombras con la piel de los leones con las que amobló su domicilio durante más de veinte años, tiempo en el que fueron adquiridas por el Museo de Chicago y reestructuradas a una forma similar a la original.

En el año 1907, 9 años después del suceso, John Henry Patterson publicó Los devoradores de hombres de Tsavo, un libro que retrataría el horror vivido para llevarlo a la posteridad.

EL hecho ha sido fuente de numerosas investigaciones debido al extraño comportamiento de los felinos. Es sabido que en esa época existió una peste que atacó al ganado bobino, reduciendo en gran parte su número, disminuyendo la oferta de comida para los leones que debían recurrir a otras fuentes de alimento. Existe una teoría que habla de que uno de los felinos se encontraba enfermo y su dentadura estaba afectada, lo que no le permitía hacerse con presas habituales, obligándolo a atacar a los seres humanos.

Muchos otros investigadores hablan de que es probable que al alimentarse de carroña pudieran verse habituados a consumir cadáveres de personas, y esto pudo haber modificado su comportamiento.

Lo cierto es que, en vista a la modernidad, eran las personas las que invadían el territorio de los animales, expulsándolos y obligándolos a reaccionar ante el embiste de la humanidad.

Nunca se sabrá cuántas personas perdieron la vida en la construcción de ese puente, en las mandíbulas de estos feroces leones. Recientes estudios con marcadores radio-isotópicos aseguran que cada león pudo haberse alimentado de la carne de alrededor de diez personas. Es probable que el número de treinta y cinco, o hasta cien, haya sido dado para aumentar la “grandeza” de la cacería de estas fieras.

Se han realizado numerosas adaptaciones cinematográficas de esta historia. En el año 1952 apareció Demonios de Bwana. En la década de los ´90 se emitió “El fantasma y la oscuridad”, también traducida como “Los demonios de la noche” o “Garras” en países de habla hispana, interpretada por Val Kilmer.

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Lord Byron, Londres y sus placas azules

La historia de las placas azules de Londres y su relación con el gran escritor Lord Byron

Placas azules de LondresLondres, una de las ciudades más atractivas del mundo por historia y patrimonio cultural, tiene en sus calles una característica peculiar que no pasa desapercibida para los visitantes curiosos. Ese rasgo singular no es otro que una importante cantidad de placas azules que, como emblema permanente y distintivo, están instaladas en edificios significativos e indican un vínculo entre ese lugar y algún morador o acontecimiento destacado que lo tenga como referente. Se reconoce de esa manera a personajes ilustres y universales que en algún momento de su existencia, residieron en la capital de Inglaterra aportando y engrandeciendo el acervo histórico cultural londinense.

Existen más de 850 placas conmemorativas en la ciudad, aunque la cifra debiera ser mayor, ya que más de 100, fueron quitadas o destruidas durante demoliciones de los edificios donde se encontraban.

La idea de colocar estas placas en las calles se originó durante el siglo XIX y es una costumbre se ha conservado hasta la fecha; está regulada por el organismo English Heritage (Patrimonio Inglés). Actualmente esta costumbre se está imitando en otras grandes urbes de todo el mundo como París, Francia, Roma, Italia, Oslo, Noruega, Dublín, Irlanda, Polonia, Canadá, Australia y Estados Unidos, así como otras ciudades del Reino Unido.

Según el criterio utilizado por el English Heritage, para otorgar el reconocimiento, el personaje famoso debe:
1) Haber muerto hace 20 años o haber cumplido más de 100 años.
2) No ser considerado personaje de ficción.
3) Ser considerado una eminencia por la mayoría de los personajes más importantes de su misma profesión.
4) Haber hecho alguna contribución al bienestar de la humanidad.
5) Haber vivido en el edificio por un periodo significante.

Algunas de las placas azules que se conservan, son las alusivas a:

Charles Dickens: 48 Doughty Street, WC1N 2LX
Karl Marx: 28 Dean Street, Westminster WD1 3RA
Mozart: 180 Ebury Street SW1 8UP
Sir Isaac Newton: 87 Jermin Street, SW1Y 6JD
Gandhi, Mahatma: Kingsley Hall, Powis Road, E3
Charles Darwin: Gower St WC1E 6BT (edificio de biological sciences)

La placa azul más antigua que aún permanece instalada, es la de Napoleón III en St. James, que data de finales del año 1867.

Paradójicamente, la primera personalidad prominente que recibió la placa en homenaje ya no la tiene. Esa primera placa fue emplazada en 1867 en la casa situada en 24 Holles Street, Cavedish Square, lugar de nacimiento del admirado poeta inglés George Gordon Byron (más conocido como Lord Byron). Este edificio fue demolido a los pocos años y no han quedado registros del destino de la placa conmemorativa.

Sobrados méridos literarios hicieron merecedor de la distinción a Lord Byron, un hombre imposible de definir en pocas líneas de datos biográficos y que hizo de su propia vida una novela legendaria, pero que si podremos conocer, a través de la lectura de algunas de sus obras, verdaderas joyas de su exquisito arte lírico.
El amor, el dolor y las lágrimas de una separación, los recuerdos, le lejanía, la nostalgia y el silencio, eternas obsesiones de los poetas que Lord Byron plasma en versos memorables como los que a continuación compartimos:

La lágrima. (The tear)
Cuando el amor o la amistad debieran
a la ternura despertar el alma,
y ésta debiera aparecer sincera
en la mirada,
podrán los labios engañar fingiendo
una sonrisa seductora y falsa;
pero la prueba de emoción se muestra
en una lágrima.

Una sonrisa puede ser a veces
un artificio que el temor disfraza,
con ella puede revestirse el odio
que nos engaña;
mas yo prefiero para mí un suspiro
cuando los ojos, expresión del alma,
por un momento miro obscurecerse
con una lágrima.

El hombre surca el ignorado Océano
con el soplo del viento que lo arrastra,
en medio de las olas bramadoras
que se levantan;
se inclina…y en las olas procelosas
que amenazantes a su nave avanzan,
mira el abismo y sus aguas turbias,
mezclan una lágrima.

En la carrera de la noble gloria,
el valeroso capitán se afana
por ganar con su muerte una corona
en las batallas;
pero levanta al que postró en el suelo
y sus heridas compasivo baña,
una por una, en el sangriento campo,
con una lágrima.

Y cuando vuelve, henchido de ese orgullo
que hace latir el pecho que avasalla,
cuando teñida en enemiga sangre
cuelga su espada,
la recompensan todas sus fatigas
al abrazar a su consorte amada
y al darle un beso en sus mejillas húmedas,
con una lágrima.

Dulce mansión de mi niñez perdida,
donde la franqueza y la amistad gozaba,
donde en medio de amor vi deslizarse
las horas rápidas;
yo te dejé con un hondo sentimiento,
volví hacia ti mis últimas miradas,
y apenas puede percibir tus torres
tras una lágrima.

Aunque no puedo repetir, como antes,
mi juramento a mi María cara,
a la que fuera para mí otro tiempo
fuego del alma;
tengo presentes los felices días
en que, niños aún, tanto me amaba,
cuando ella contestaba a mis promesas,
con una lágrima.

¿En otros brazos puede ser dichosa?
¿Tiene el recuerdo de su edad pasada?
Mi corazón respetará ese nombre
que tanto amaba.
Y dije adiós a mi esperanza loca,
con una lágrima.

Cuando al imperio de la eterna noche
tome su vuelo para siempre mi alma,
cuando mi cuerpo exánime repose
bajo una lápida;
si por ventura os acercáis un día
donde mi triste sepultura se halla,
humedeced siquiera mis cenizas
con una lágrima.

Yo no apetezco mármol…monumento
que la ambición la vanidad levanta,
manto suntuoso con que el necio orgullo
cubre su nada;
no darán sus emblemas a mi nombre
el falso orgullo ni la gloria vana;
lo que yo quiero, lo que pido sólo,
es una lágrima.

Te vi llorar (I saw thee weep)
¡Te vi llorar! Tu lágrima, bien mío,
en tu pupila azul brillaba inquieta,
como la blanca gota de rocío
sobre el tallo gentil de la violeta.

¡Te vi reír! Y un fecundo mayo,
las rosas deshojadas por la brisa
no pudieron copiar en su desmayo
la inefable expresión de tu sonrisa.

Así como las nubes en el cielo
del sol reciben una luz tan bella,
que la noche no borra con su velo,
ni eclipsa con su luz la clara estrella.

Tu sonrisa transmite la ventura
al alma triste, y tu mirada incierta,
deja una dulce claridad tan pura
que llega al corazón después de muerta.

Cuando nos separamos (When we two parted)
Cuando nos separamos,
en silencio y entre lágrimas,
con el corazón partido
apartándonos por años,
Tu mejilla se volvió pálida y fría,
más fríos tus besos
y es verdad que aquella hora predijo,
el dolor de esta.

El rocío de la mañana
se hundió gélido en mi frente,
lo sentí como el preludio
de lo que hoy siento.
Tus votos fueron quebrados
y ligera es tu fama,
escucho decir tu nombre
y comparto su vergüenza.

Te nombran en mi presencia
lúgubres voces en mis oídos;
un estremecimiento viene a mí:
¿por qué te quise tanto?
No saben que te conocí
los que hoy te conocen demasiado bien,
por largo tiempo he de arrepentirme de ti,
en hondos pensamientos que jamás diré.

En secreto nos conocimos
en silencio me lamento,
de tu corazón proclive al olvido,
y de tu espíritu engañador.
Si llegara a encontrarte
tras largos años,
¡Cómo habría de saludarte!
Con lágrimas y silencio.

Acuérdate de mí (Remember me)
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual aurora,
brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!… Cerca de mi tumba
no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames una lágrima.

Lord ByronGeorge Gordon Byron, sexto Barón de Byron, excelso poeta inglés fue además uno de los escritores más versátiles e importantes del Romanticismo. Nacido en Londres el 22 de enero de 1788 en el seno de una familia aristócrata, heredó el título de barón al morir su tío abuelo William.

Talentoso, excéntrico, ostentoso, polémico y controvertido. También fue un crítico de sutil ironía y hasta un poco cruel, tal era la reputación del notable poeta y muchos le acusaban de sufrir un trastorno bipolar. Concitó la atención de sus contemporáneos al tomar partido en defensa de los más débiles: desheredados, marginados o miserables.

Fue un hombre que a pesar de su discapacidad motriz (sufría una deformación en un pie que le impedía caminar normalmente), se convirtió en un ícono del galán romántico. Un conquistador que avasallaba con su personalidad y por los escándalos que protagonizaba.

Como escritor, exageró algunos elementos para crear al típico héroe byroniano, un rebelde libertino y transgresor frente a la moral y las costumbres y convenciones establecidas. Y, sin dudas, un autor genial utilizando la pluma.

Murió en Missonlonghi (Grecia) donde se había trasladado para participar en una aventura bélica. En tierra griega, sufrió un ataque epiléptico fatal el 19 de abril de 1824, que no pudo ser controlado adecuadamente por carencia de medicamentos y médicos especializados.

Johann Wolfgang von Goethe, el poeta y científico alemán escribió ante la noticia de su fallecimiento: «Descansa en paz, amigo mío; tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos».

Los restos de Lord Byron fueron trasladados a Londres donde arribaron a principios de julio, más de dos meses después de la muerte. Se generó entonces una acalorada polémica para decidir dónde enterrarlo.
El Deán de la Abadía de Westminster consideró que un personaje con una existencia tan escandalosa y alejada de los preceptos de moralidad imperantes, como había sido la vida llevada por Byron, no merecía el honor de ser enterrado en el Rincón de los Poetas, junto a autores como Geoffrey Chaucer o Edmund Spencer, así que finalmente fue sepultado en la Iglesia de Santa María Magdalena en el panteón familiar de Hucknall Torckard, en el condado de Nottinghamshire, junto a su madre.

En la abadía de Westminster, en el llamado Rincón de los Poetas, sólo se encuentra un monumento conmemorativo inaugurado recién en 1969. Seguramente, Lord Byron hubiera deseado que le colocaran como epitafio los versos de uno de sus poemas:

«Cuando pases por la tumba donde mis cenizas se consumen,
¡oh!, humedece su polvo con una lágrima”

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La soledad de los poetas – Alma y sentimiento

La soledad en la literatura, retratada en poemas inolvidables de grandes autores 

La soledad

La soledad, esa inefable talladora del espíritu. Parafraseando una de las citas más logradas de Federico García Lorca en la búsqueda de un párrafo para iniciar este escrito, comenzamos a transitar por un camino que conduce directamente a una temática muy cara a nuestros sentimientos y estados de ánimo y que la pluma excelsa de inspirados poetas recorrió asiduamente: la soledad.

Leyendo a autores inmortales que embellecieron el arte lírico universal de todos los tiempos, podríamos extraer excelentes definiciones de la soledad:

Juan Ramón Jiménez:

«En la soledad no se encuentra más que lo que a la soledad se lleva.»

Luis Cernuda:

«Cómo llenarte soledad sino contigo misma.»

Pablo Neruda:

«Soledad y multitud, seguirán siendo deberes elementales del poeta de nuestro tiempo.»

D. H. Lawrence:

«¡Es inútil intentar liberarse de la propia soledad! ¡Hay que aguantarla toda la vida. Aunque a veces, sólo a veces, el vacío se llene!».

La soledad de los poetas

Sin entrar en complejas interpretaciones científicas, describimos la soledad como “un estado consciente y singular, personal e independiente caracterizado por la carencia de compañía y falta de contacto con otras personas». Se la considera una experiencia subjetiva con distintos grados o matices, que puede ser voluntaria (cuando la persona decide estar sola) o involuntaria (causada por distintas circunstancias de la vida).

Casi todos los poetas se atrevieron a representar con palabras y a su manera, esta situación tan especial, diferente y única, que se da al estar o sentirse solo; ese sentimiento tan amargo y doloroso que, para muchos autores, influyó significativamente en el desarrollo de su vida y en el contenido de su obra literaria.

El genial Edgar Allan Poe compuso cuando tenía 20 años recién cumplidos, un poema estremecedor y emotivo (Alone), que pinta crudamente la soledad que marcó su vida y su estilo. El manuscrito original está fechado el 17 de marzo de 1829, apenas un mes antes, el 28 de febrero, había fallecido su querida madre adoptiva, Frances Valentine Allan.

Solo (Alone) – Edgar Allan Poe

Desde el tiempo de mi niñez, no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude sacar
mis pasiones desde una común primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pena; no se despertaría
mi corazón a la alegría con el mismo tono;
y todo lo que quise, lo quise solo.
Entonces -en mi niñez- en el amanecer
de una muy tempestuosa vida, se sacó
desde cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peñasco de la montaña,
desde el sol que alrededor de mí giraba
en su otoño teñido de oro,
desde el rayo en el cielo
que pasaba junto a mí volando,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi vista.

Conmovedor resulta también este inolvidable poema de Mario Benedetti, en versos que resuenan como ecos de lejanas y adormecidas vivencias.

Soledades – Mario Benedetti

Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve
presoledad

después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad

ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo

sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo

los datos objetivos son como sigue

hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos

claro que la soledad no viene sola

si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se vera un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buenagente

después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad

conforme
pero
que vendrá después
de la soledad

a veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad.

Rosalía de Castro, una de las grandes poetisas de la literatura española del siglo XIX aportó también su poema:

Soledad
Un manso río, una vereda estrecha,
un campo solitario y un pinar,
y el viejo puente rústico y sencillo
completando tan grata soledad.

¿Qué es soledad? Para llenar el mundo
basta a veces un solo pensamiento.
Por eso hoy, hartos de belleza, encuentras
el puente, el río y el pinar desiertos.

No son nube ni flor los que enamoran;
eres tú, corazón, triste o dichoso,
ya del dolor y del placer el árbitro,
quien seca el mar y hace habitable el polo.

Y para Jorge Luis Borges, la soledad tenía un sinónimo:

Ausencia
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

Justo es reconocer que para otros pensadores y escritores célebres, la soledad no siempre iba acompañada por esa pesada percepción que abruma el espíritu y en ese sentido, se expresaron con una visión más generosa y optimista:

«La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes».
Arthur Schopenhauer (Filósofo alemán)

«Soledad: Un instante de plenitud».
Michel de Montaigne (Escritor y filósofo francés).

«La soledad es muy hermosa, cuando se tiene alguien a quien decírselo».
Gustavo Adolfo Bécquer

«La soledad es a veces la mejor compañía, y un corto retiro trae un dulce retorno».
John Milton (Poeta inglés).

«La soledad es y siempre ha sido la experiencia central e inevitable de todo hombre».
Tom Wolfe (Periodista y escritor estadounidense).

Tal vez, escribir poesía no alcance a mitigar la sensación de desamparo que lleva a la soledad, pero no deja de ser un consuelo para el alma. Y escribiendo…¿Quién comprende mejor que un poeta ese abismo insondable de tristeza y melancolía, esa angustia de sentirse desterrado de uno mismo?. Sentimiento, que el novelista polaco Joseph Conrad explicó con muy pocas palabras: «Vivimos como soñamos, solos».

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